Y aumenta la cifra
•De grupos criminales que asesinan a periodistas
Ivan Ruiz Flores
Algunos los califican de “soplones”, otros como “denunciantes” de los criminales; algunos más como “amenazas” para los delincuentes, pero más allá del calificativo, en este siglo XXI los periodistas se han convertido en el desfogue de la ira del crimen organizado, mismo que se ha expandido mucho más en el actual sexenio y abarca ya 21 de los 32 estados de la República Mexicana. Hasta 2018 eran 15.
Las entidades serían: Veracruz, Nayarit, Zacatecas, Colima, Baja California, Morelos, Sonora, San Luis
Potosí, Estado de México, Ciudad de México, Chihuahua, Tlaxcala, Quintana Roo, Querétaro, Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Coahuila, Guerrero, Puebla y Baja California Sur.
¿Y por qué los periodistas? ¿Cómo llegamos a esto?
En la revisión respectiva nadie se salva. La explicación está contenida en un trabajo de Edgar Guerra,
del Conacyt, denominado “Crueldad y brutalidad en las Formas de Morir de los Periodistas en México.
Una Aproximación Desde la Microsociología” publicado en 2019 por la Universidad Autónoma Metropolitana. Es conveniente leerlo para entender mejor lo que está sucediendo con tantos homicidios de informadores.
Explica que “…en México se pasó de un mercado de drogas ilícito, en gran medida regulado mediante acción u omisión por las autoridades gubernamentales, hacia un mercado en el que los particulares, es decir,
los líderes de la delincuencia, ya no necesariamente tejían acuerdos con los representantes del Estado.
Peor aún, este ambiente de incertidumbre entraría en una fase crítica a partir del 2000, con la llegada de
Vicente Fox a la Presidencia, pues el país se adentraría en un proceso de alternancia de los partidos políticos en los gobiernos municipales y estatales, lo que hizo más inestables los acuerdos y pactos implícitos
entre ambas partes. De tal suerte, el espacio criminal y las complicidades entre delincuencia organizada y autoridades políticas y de gobierno comenzaron a construirse en una lógica estratégica, de alianzas contingentes e instrumentales entre los criminales y los gobernantes”.
Pero agrega:
“Sin embargo, ni la tesis de la fragmentación ni la de la alternancia son suficientes para explicar un importante número de muertes en que los comunicadores son ultimados con brutalidad y crueldad. La evidencia muestra que conforme la guerra contra las drogas se ampliaba y profundizaba entre
2006 y 2011; los enfrentamientos entre organizaciones criminales y fuerzas armadas y federales se intensificaban, y la violencia se generalizaba, la brutalidad y la crueldad se ahondaban”.
Especifica también:
“Si bien una tesis sumamente sólida mantiene que la mayor brutalidad y crueldad que se muestran
en México es parte de las estrategias de comunicación del miedo de las organizaciones delincuenciales, lo cierto es que mucha de esa violencia, con su brutalidad y crueldad, no se puede explicar únicamente a partir de racionalidades de costo/beneficio y medios/fines.
La evidencia indica que conforme ocurrían casos de violencia extrema y de sevicia sobre los cuerpos, los
dos tipos de racionalidad se muestran insuficientes para explicar la muerte.
Más aún, elementos adicionales en el escenario del crimen o en la escena en que se encontraba el cuerpo de
la víctima apuntarían a considerar procesos ritualistas y elementos simbólicos y subjetivos para comprender
mejor la racionalidad subyacente a este tipo de muertes. En efecto, ni la racionalidad costo-beneficio ni la
racionalidad medios-fines son suficientes para explicar la crueldad en el asesinato de periodistas”.
Santiago Roel, de Semáforo Delictivo ha señalado que las zonas del país con tasas más altas de homicidio
son aquellas en donde dos o más cárteles se pelean la plaza, ya sea para producir, importar, traficar o vender alguna sustancia prohibida.
El asunto es que, de acuerdo a una investigación del CIDE y con base en el Programa Política de Drogas
2020, de los 148 grupos criminales que operan en México, las zonas más afectadas donde maniobran
entre 20 y 24 grupos son: Michoacán, Guerrero, Estado de México y Ciudad de México; seguido por Chihuahua, Sonora, Sinaloa y Baja California, con 16 a 19 grupos; y a continuación, Veracruz, Jalisco, Quintana Roo y otros, con menor cifra de agrupaciones.
El asunto es que la mayoría de tales grupos, hoy están asesinando a periodistas.