De opositores e izquierda

Poederico Bonasso

Creo que las burradas y mentiras de la oposición que critica al gobierno actual no deben inhibir las críticas que vengan desde la agenda de una verdadera izquierda.
Esa agenda de la izquierda la veo en tres dimensiones: lo urgente, lo necesario, y lo deseable.

En cuanto a lo urgente: López Obrador es protagonista de un cambio que esta sociedad, hecha trizas por el neoliberalismo, demandaba ferozmente. Él es causa y consecuencia de una creciente consciencia social.

Aunque no en la medida que exige la realidad de amplios sectores de la población, la 4T representa un avance en cuanto a justicia social y derechos.

Ahora bien: una sociedad conmocionada por el crimen cotidiano, el asesinato de feministas, ambientalistas y periodistas, la desaparición de personas y la extorsión, y el fracaso de la Fiscalía General y los insultantes niveles de impunidad que padecemos no puede ufanarse de haber abandonado el estado de emergencia. En la dimensión de lo urgente aun falta mucho.

En cuanto a lo necesario: a pesar de los berrinches de la oposición, (que es impermeable a la realidad, como diría Borges), este gobierno no ha tocado en sus pilares las reglas económicas del sistema. Eso sí: juega con un elemento que irrita mucho al poder económico: la ley.

La derecha medieval ha sido desafiada por reivindicaciones que no vienen de la 4T, como el feminismo. La derecha «liberal» no tiene verdaderas razones para quejarse. Lo que ocurre es que varios personajes que se auto proclaman liberales han dejado a la intemperie sus calzones medievales. Les gusta el estado de derecho como concepto pero no como realidad; cuando les toca, por ejemplo, pagar impuestos. Igual con la democracia: les gusta cuando ganan, pero no cuando la ejercen las “víctimas del populismo”. Para casos extremos, como el de Vargas Llosa, (catequista aun del neoliberalismo de cabotaje que padecemos en México), el valor supremo del mercado está siendo amenazado por la misma democracia. Porque “acarreados o “imbéciles” o “ignorantes” “arruinan” el derecho a votar “escogiendo mal”.
El solo hecho de que el mundo se resista a ese elitismo egoísta, y que una de esas versiones de resistencia ocupe hoy el poder político en México, amerita una celebración.

En la dimensión de lo necesario la 4T también ha alcanzado logros. En muchas áreas: la laboral, la hacendaria, la de salud, Y por eso se la apoya. La transformación cultural más poderosa de la 4T ha sido desnaturalizar el clasismo y el privilegio.

Ahora bien: con todo lo que podamos quererlo o criticarlo, para los que somos de izquierda es fundamental distinguir que López Obrador es un medio, no un fin.

Aplaudo y respeto el festejo popular. Celebro que el presidente coseche amor, reconocimiento, estadísticas positivas y se haya ganado, sin lugar a dudas, un puesto protagónico en el lado correcto de la Historia. Pero su proyecto personal, su legítima ambición y su propio ombligo, no pueden ser el fin del movimiento de izquierda de este país. Entendiendo como izquierda la búsqueda de una sociedad igualitaria, democrática y de ciudadanos libres. La lucha no se agota en él. La causa lo trasciende. Por más que algunos seguidores de miras cortas, subidos hace media hora al carro de la izquierda, esos que con dos twitts creen que han aportado más que Julio Astillero o Carmen Aristegui, nos anuncien que hemos llegado, otra vez, al fin de la Historia.

La izquierda es ética o no es. La izquierda es disenso o no es. La izquierda es feminista o no es. La izquierda es ambientalista o no es. Si la izquierda hace escarnio público ad hominem de la crítica que recibe sin dolo, se asemeja al enemigo, censor por naturaleza. Si la izquierda solo piensa en el rédito electoral, deja de ser izquierda y se transforma en el PRD. Si la izquierda instala la máxima de “conmigo o contra mí” subvierte su valor fundamental: el sentido crítico de la realidad, el monitoreo moral sobre sus fines. Si subordina la auto crítica a la lealtad personal pierde su esencia y se convierte en un remedo de sí misma. Conserva el apellido pero pierde el corazón.

En cuanto a lo deseable:
la pelota está más en la cancha del movimiento que en la del líder.

Si no construimos un movimiento de izquierda consciente de sus propias carencias y retos, y nos entregamos alegremente a este calorcito sicológico que ofrece la irrupción de un dirigente excepcional, lo estaremos traicionando incluso a él mismo. Cuando perdemos los matices de los que está hecha la realidad y abrazamos el maniqueísmo, usando el calzador de la justificación ideológica, traicionamos los valores que nos daban identidad. Traicionamos el ser mismo de la izquierda. Los verdaderos traidores son los que suprimen la crítica, no los que la ejercen. Ahí nos convertimos en otra cosa, y deberíamos tener la honestidad intelectual de admitirlo. Los extremos se tocan y se parecen. Espino, Tellez, Salgado Macedonio, Bartlett, Claudio X González, Quadri. Ahora todos son de izquierda. En el mundo de lo retórico, los ideales se vacían de contenido. Solo en el terreno de la acción podemos reconocer quiénes son verdaderamente de izquierda.

López Obrador ha cumplido un rol histórico como luchador social. Como presidente le quedan deberes. Y muchos más límites de acción política real de lo que sus enemigos le otorgan. Por eso la pregunta clave es si nosotros, como ciudadanos de izquierda, críticos de la realidad, vamos a cumplir nuestro propio rol. Porque nuestra misión es mucho más ardua que la de acompañar. O la de señalar al exégeta con el dedito de la pureza moral, poniéndonos los mismos antifaces que en otro tiempo le habíamos bajado a la sociedad. La tarea del ciudadano responsable requiere mucho esfuerzo y valor. Y, a diferencia de la del presidente, es una tarea que no termina en un sexenio.

Además de la voluntad, además del valor de un mundo solidario, nuestra principal herramienta para afinar el rumbo de la acción será siempre el pensamiento crítico y la honestidad intelectual.

Federico Bonasso es músico y escritor. Su último disco es La subversión. Su última novela es Diario negro de Buenos Aires.

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