La inflación en las economías más grandes de América Latina se ha disparado en el último año y lleva como principal vector el encarecimiento de los alimentos, cuyos precios han aumentado hasta 18 por ciento desde enero de 2020, advirtió el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El organismo detalló que en el primer año de la pandemia, la inflación media en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú —las economías más grandes de la región— estaba por debajo del promedio de otros mercados emergentes. Sin embargo, ahora es más alta, con un promedio interanual de 8 por ciento.
Tal encarecimiento en el costo general de la vida obedece “en parte a la escalada de los precios de los alimentos”, mientras, como contraste, los principales bancos centrales de la región elevan sus tasas de interés sin que la actividad económica se haya recuperado por completo.
Al final, “la región se enfrenta a difíciles disyuntivas, y tiene que encontrar un punto de equilibrio entre las inciertas perspectivas inflacionarias con niveles de empleo aún muy inferiores a los observados antes de la pandemia y una recuperación desigual del mercado de trabajo”, detalló el FMI.
La inflación por sí misma es un tema, pero la ahora impulsada por bienes básicos levanta preocupación. Y es que en América Latina los precios de los alimentos representan casi una cuarta parte de la cesta de consumo media; por ello, en los hogares que se recuperan de la crisis del coronavirus, la carestía en comida deja menos recursos para gastar en otros bienes, abunda el organismo.
Todo se traduce en una cadena de consecuencias que alimenta los problemas de la región más desigual del mundo. Al final, “la carga es más pesada para los hogares de bajo ingreso, que destinan una mayor proporción de sus ingresos a alimentos”, acota el análisis del FMI.
El mismo, estima que las presiones inflacionarias deben ser temporales y la inflación a mediano plazo probablemente retornará a los niveles fijados como meta por los bancos centrales, pero al final no hay certezas. “El shock de la pandemia es peculiar y resulta difícil determinar su impacto en los precios de las materias primas, los cuellos de botella de la oferta y los crecientes costos de transporte”.
A ello se suma “una larga historia de inflación alta e inestable”, como desafío de bancos centrales que recién han afianzado su credibilidad y el riesgo de que las condiciones financieras internacionales respondan a la inflación en las economías avanzadas y provoque una salida de capitales.
“Este posible shock podría poner en peligro la estabilidad financiera y depreciar las monedas en América Latina, exacerbando las presiones inflacionarias”, advirtió el organismo.