No pudo ser de otro modo. La Ciudad de México regresó a celebrar la vida del semáforo verde vestida de negro. Una oda a la oscuridad: eso fue el primer concierto de Bauhaus en México. El país que ofrenda a la muerte recibió a estos cuatro ingleses que, para muchos, son más que una banda de post punk. La música, decía el viejo Lou Reed, es la que se vive.
Pasadas las nueve de la noche, las luces del Parque Bicentenario de la Ciudad de México se apagaron.
Oscuridad total. Sólo una luz en el horizonte: era Bauhaus con sus cuatro vampiros: Peter Murphy, David Jay, Daniel Ash y Kevin Haskins. Todos ataviados de negro, como la muerte circundante que acechaba al público, tan intrépido ante el miedo de morir por sólo respirar.
Todo comenzó con el profano de Peter Murphy. En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo. En Latín. Oración que recuerda a la peste, la peste negra, acaso tiempo que recuerda hoy.
Más de seis mil personas ensombrecieron la Ciudad de México. El protocolo anti Covid era la única distancia. La música de Bauhaus los unió en una velada casi ceremonial.
