
*Entender los Tiempos Políticos,
Tarea Compleja
*El que lo Tuvo Sabe que no Puede
Leer las Manecillas
*Quien lo Lleva en la Muñeca, Debe
Resolver Problemas
*Lo Tiene Claudia Sheinbaum y es la
Única Escucha que oye tic-tac
POR EZEQUIEL GAYTÁN
El reloj político es una metáfora que alude a que en cualquier sistema político el presidente o primer ministro de una nación posee el pulso político del acontecer de su país. En el caso mexicano ese reloj es exclusivo de la hoy presidenta Claudia Sheinbaum y aún lo está aprendiendo a leer. Es un imaginario que alude a las manecillas de los tiempos políticos y a una fina y delicada maquinaria a la que hay que darle cuerda, revisar los engranes y protegerlo de los golpes.
Un reloj descompuesto nos da dos veces al día la hora con exactitud, pero un reloj atrasado o adelantado nunca nos dirá el tiempo exacto. De ahí la alegoría tiene símiles con el acontecer de la vida nacional en lo político, lo económico y lo social. Consecuentemente no es un reloj de fácil lectura. Sobre todo, si uno de los engranajes del reloj no está armonizado con las manecillas.
La alegoría no puede llegar muy lejos. Basta con decir que la presidenta define su agenda con base en las coyunturas político-económicas nacionales e internacionales y, a la vez, con los elementos estructurales internos que son su soporte y bloque duro. En otras palabras, ella tiene la responsabilidad política de conducir a la sociedad y la de asumir las consecuencias de sus decisiones. Todo con base en la forma y estilo personal de leer el reloj político que sólo ella porta.
Ella, como cualquier mandatario, sabe que no domina pormenorizadamente todos los temas del gobierno y por ende necesita que la ayuden y apoyen los especialistas de las diferentes materias que integran la agenda nacional. Recurre a los expertos y supongo que los escucha, pues la única responsable de tomar la decisión es ella bajo el manto metafórico del reloj político que solo ella posee. Si acaso toma una decisión prematuramente, es decir, sin el consenso de los actores involucrados, las consecuencias serán tensas y difíciles de implementar. Si acaso toma una decisión tardía, los tiempos políticos la habrán comido y su propuesta de solución quedará inconclusa. Léase, es un reloj que no puede atrasarse, ni adelantarse.
Gobernar si es un arte y, entre las cualidades que debe poseer un jefe de Estado con características de “animal político”, está la de saber leer el reloj político con precisión, sensibilidad, contexto, circunstancias y en el corto, mediano y largo plazos, en el entendido en que se deberán realizar ajustes en la medida en que se instrumente la decisión tomada.
Dichos ajustes serán técnicos en cierta medida y políticos en otra, por eso el reloj político requiere sistemática y permanentemente ajustes. En otras palabras, hacer política demanda entender la importancia de los tiempos y los calendarios. También pide conocimientos de la economía, sensibilidad social y elementos culturales que, en su caso, se afectan positiva o negativamente el tiempo de un mandatario.
Por más esfuerzos que los cercanos colaboradores de la presidenta Sheinbaum se acerquen a ella, no podrán leer el reloj político, ni lo sabrán leer porque el pulso del mismo y la información que ella posee es un monopolio de ella y de nadie más. Por supuesto que algunos colaboradores podrán y sabrán, en algunos casos, intuir ese reloj, pero no lo podrán leer pormenorizadamente. También lo deseamos leer los editorialistas, los columnistas, las fuerzas vivas y los partidos políticos de oposición entre otros. Pero leemos, en el mejor de los casos solo una parte. Es decir, el misterio que envuelve a los presidentes y primeros ministros de cualquier nación es que se trata de un reloj imposible de enseñar y mucho menos de prestar.
Otra persona que realiza serios esfuerzos por leer dicho reloj es el hombre de Tabasco. Lo tuvo en su poder y, por el método deductivo, concluyo que desea retenerlo. Peor aún, él cree que ella se lo comparte e ingenuamente juzga que aún le entiende. Pero no, pues es una preciosa joya celosa de una sola dueña en el caso que nos ocupa.
La lectura del reloj político es compleja. La historia registra significativos hechos en los cuales los líderes de las naciones no pudieron o no supieron leerlo y las consecuencias fueron desastrosas. Cito dos ejemplos: el expresidente López Obrador con el aeropuerto de Texcoco y el de Enrique Peña Nieto quien sostuvo contra viento y marea a su secretario de Comunicaciones, Ruiz Esparza. Por el otro lado también registra situaciones en las cuales los mandatarios lo leyeron bien y oportunamente; por ejemplo, el expresidente Adolfo López Mateos quien logró que México fuese sede de la Olimpiada de 1968 y del mundial de futbol en 1970.
Hoy la presienta Sheinbaum, insisto, es la única dueña y responsable de portar e interpretar el reloj político de México. Habrá quien le pueda dar su punto de vista acerca de las manecillas y la hora aproximada que marca, pero no lo podrá con exactitud meridiana, pues ella y sólo ella es la garante de su interpretación.