Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
En ocasiones reaccionar violentamente, es un arma con efecto bumerang.
Y mientras se de palabra y no de acción, podría pasar. Sin embargo, tendrá algún costo que podría ser elevado y no tener con qué subsanar la agresión.
Si se tiene en todos los sentidos, es una amenaza que deberá cumplirse y demostrarse la razón por la cual la irritabilidad es su carta de presentación.
Ya vivimos durante 5 años y 10 meses y habrá que añadir los 6 meses que se cumplen hoy. Ante las críticas, el jefe de la banda guinda que se cruzó el pecho con la tricolor, decidió descalificar a todos, negarles el derecho de réplica del cual en lo personal abusó desde el púlpito presidencial; con otros datos desmintió los oficiales y ocultó el manejo de los recursos públicos que, agotó y requirió de préstamos, aunque había una promesa: “no endeudaremos el país”.
Las baladronadas tabasqueñas no lo hicieron el “mejor presidente de México” y si bien su heredera lo considera así, es por la falta de espacio y libertad para actuar. Seguimos escuchando las descalificaciones y en los hechos a quienes se les cuestiona la razón les asiste.
No es el caso de Donald Trump.
Cuenta con los elementos suficientes para hacer valer sus órdenes ejecutivas y pareciera imitar a López, cuando manda al diablo las instituciones, se enfrenta con sus adversarios y aliados, porque allá, en el Capitolio hay dignidad legislativa, acusa a jueces que detienen sus decisiones, choca con otros de sus pares, como el caso de Putin que le provocó derrame de bilis por la agresión a Zelenski, también le echa la culpa al demócrata que lo antecedió de todos los males de Estados Unidos y, por primera vez en una década, se distancia de sus aliados de la Unión Europea, al tiempo que mete en cintura a las petroleras globales por exportar crudo venezolano.
Es un estuche de “monerías” que, a veces parecen payasadas y, sin embargo, a quienes están dirigidas las cumplen. Si se duda, hay que preguntar a los cárteles criminales de México cómo, en respeto a la soberanía aplicando la colaboración y la cooperación -sinónimos, por cierto- se rompe el muro de contención y se abandonan los abrazos para cambiarlos por balazos y detenciones.
A Trump le importa que las empresas automotrices originarias de Estados Unidos dejen México y regresen a sus centros maternos. Detroit recuperaría miles de empleos y resurgiría la industria ahora vapuleada por la china y la europea.
En un video difundido en YouTube, el residente temporal -quien no descarta un nuevo periodo presidencial, y para eso busca reformar la Constitución -¿a quién le recuerda?-, expresó que le importa “un bledo” si los autos que se vendan en Estados Unidos suben de precio, porque solo beneficiarían a los fabricantes en territorio estadounidense.
Si el mensaje no es claro para México y su gobierno insiste en trato preferencial arancelario, aunque tarde varios años, la llamada “industria automotriz nacional” probará la hiel y dejará la miel de la que ha disfrutado durante 30 años.
Nos dirán que México ya fabricará sus autos eléctricos y el nombre será Olinia. El miniauto será eléctrico, ha sido diseñado por jóvenes y su nombre se deriva del náhuatl, una lengua que se busca expandir en el país y, a lo mejor, la presidenta cambia la constitución y, como Trump que declaró idioma oficial el inglés, hace lo propio con el que se utiliza para nada, pero existe.
Habrá que en el “lanzamiento” del cohete mexicano se informó que la “cuantiosa inversión destinada a su fabricación” alcanzará la importantísima suma de ¡25 millones de pesos!
Vaya, el valor de 4 Ferrari.
Seguro que, siguiendo los pasos de su mentor, la presidenta mexicana nos mandará al diablo, pero la realidad es que satanás no existe.
Aunque algunos políticos se disfrazan para justificar la larga cola que les cuelga y arrastran.
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