
Si bien la polémica por la charla filtrada entre altos cargos del Gobierno de Trump ha copado los titulares, tanto medios como los demócratas se han enfocado en la inclusión de un periodista en el grupo y que se realizó en una app de mensajería y no canales oficiales, sin cuestionar qué implica un accionar bélico de esa magnitud y su costo humano.
En una columna de opinión publicada este viernes 28 de marzo por el diario New York Times, Hillary Clinton, ex secretaria de Estado y fallida candidata presidencial en el 2016, afirma que lo que «molestaba» del «Signalgate» (nombre que le ha dado la prensa a la controversia por el uso de la app Signal por parte de funcionarios de primera línea de la Administración Trump para discutir planes para bombardear a Yemén) es la «estupidez» que refleja.
«Estamos todos impactados de que al presidente [Donald] Trump y a su equipo no les importe proteger la información clasificada ni las leyes federales de retención de registros. Pero eso ya lo sabíamos. Lo que es mucho peor es que altos funcionarios de la administración Trump pusieron en peligro a nuestras tropas al compartir planes militares en una aplicación de mensajería comercial e, involuntariamente, invitaron a un periodista al chat. Eso es peligroso. Y es simplemente absurdo», dice Clinton, quien en el pasado sufrió críticas de los republicanos y expertos por enviar y recibir correos electrónicos por fuera de los canales oficiales (según ella, por descuido; según sus críticos, para poder eliminar material que la compromía y evitar que éste sea archivado).
De la misma manera, distintas figuras demócratas, entre ellas dos de las presuntos favoritos para ser los candidatos presidenciales en el 2028, el gobernador Tim Walz y el ex secretario de Transporte Pete Buttigieg, lanzaron duras críticas al gobierno de Trump por este episodio, pero solo limitándose a cuestionar lo que en sus opiniones era la falta de profesionalismo y el riesgo que conllevaba para los soldados de EEUU.
«Pete Hegseth enviando mensajes de texto con planes de guerra como si fueran invitaciones a una fiesta universitaria», ironizó el 24 de marzo Walz, ex candidato a vice de la fórmula encabezada por Kamala Harris en el 2024, en su cuenta personal de X.
«Enviar información detallada sobre un próximo ataque militar por canales no clasificados (e incluso a la persona equivocada) está mal, es una imprudencia y, obviamente, es una amenaza para las tropas estadounidenses», denunció Buttigieg dos días después en la misma plataforma.
En un mismo sentido, numerosos medios en EEUU con un presunto perfil progresista y una histórica cercanía con el Partido Demócratas, han publicado incontables notas sobre el tema, pero siempre haciendo foco en la falla de seguridad que representa mantener una charla en la que se revelan detalles sensibles de seguridad nacional en una app de mensajería (en un grupo que además se incluyó a un reportero), aunque evitando cualquier cuestionamiento de los ataques que discuten los funcionarios o analizando sus implicancias geopolíticas o éticas.
Para el New Yorker, por ejemplo, emblema de la intelectualidad izquierdista demócrata, el hecho es «grave» por la incompetencia que devela pero también «cómico», ya que exhibe que «el vicepresidente [JD Vance] y los jefes de las principales burocracias de defensa e inteligencia usan emojis con la misma frecuencia que los estudiantes de secundaria», de acuerdo a un editorial publicado en la revista titulado «El escándalo mayor del Signalgate».
El tono irónico de la publicación contrasta con el dramátismo de los hechos que se analizan, que implican una nueva escalada de Washington en la región, tras la ruptura por parte de Israel del acuerdo al alto al fuego en Gaza y la reanudación de los ataques contra ciudadanos palestinos y de varias otras regiones
Vale señalar que según informó la agencia AP, durante las casi dos semanas de bombardeos de EEUU a varias ciudades de Yemen, desde el ataque inicial del 15 de marzo discutido en el chat de la polémica, perdieron la vida 53 personas (entre ellos 5 niños) en Yemen y cientos de heridos a causa de los ataques del Pentágono, la operación más letal en Oriente Medio del país norteamericano de lo que va del segundo mandato de Trump.
Para Samuel Losada, internacionalista argentino egresado de la Universidad de Buenos Aires, «bombardear civiles en el exterior se ha vuelto una costumbre tan habitual por parte del gobierno de EEUU y tan aceptada por todo el arco político y los medios locales, que el foco, que debería estar puesto en el acto temerario y violento que representan los ataques, termina siendo puesto en un debate sobre procedimientos, evidenciando la falta de humanidad de todos los actores del sistema estadounidense».
Losada admite que si bien los demócratas «carecen de autoridad moral» para criticar los bombardeos ya que durante la administración Biden, el ejército de EEUU no solo también atacó a los hutíes sino que financió y apoyó la operación militar de Israel en Gaza, que los hutíes, que controlan 30% del territorio de Yemen, protestan con sus ataques contra barcos cargueros que pasan por el Mar Rojo rumbo al Canal de Suez, reclamando que se ponga fin a los ataques indiscriminados contra palestinos.
Sin embargo, el analista dice que figuras del ala izquierdista de los demócratas, como el senador Bernie Sanders o la represente Alexandria Ocasio-Cortez, quienes han sido críticos de las acciones de Israel, también se han matenido en silencio sobre los últimos ataques de EEUU en Yemen.
«Lo más llamativo del Signalgate es que ningún político de EEUU condene ataques que matan a civiles, ni siquiera aquellos que son críticos de Netanyahu o que presuntamente representan posturas críticas del establishment», afirma.
«Este episodio, más allá del debate sobre qué es material clasificado, si la inclusión del periodista fue un error o algo delibertado, o cuán imprudente es hablar de estos temas en una app de mensajería, demuestra que el Partido Demócrata no ha aprendido nada de su derrota presidencial y sigue siendo una formación pro-guerra y pro-intervenciones en el extranjero, incluyendo sus figuras supuestamente más progresistas», concluye.