Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Hace 87 años, Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de las empresas petroleras que extraían el crudo en suelo mexicano.
Los patrones se negaron a acatar un fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación -con todo y la corrupción que le atribuye la 4t- y desde entonces Petróleos Mexicanos se convirtió en ejemplo de eficiencia y dotó al país de recursos que sirvieron para el desarrollo.
Operada como empresa generadora de dinero y con dos excepciones de Antonio Doval´, ingeniero civil, académico, empresario y funcionario y Jesús Reyes Heroles un hombre vertical a todas luces, el resto de sus directores han sido de la misma camada y los resultados se acumularon hasta llegar a un “paisano” que logró lo impensable: la quiebra.
Mañana se gritará a los cuatro vientos que el gobierno de Andrés Manuel López recuperó Pemex para beneficio de los mexicanos y se dirá que la reforma energética fortalecerá la autosuficiencia en la producción de gasolinas y diésel.
Las falsedades se repetirán hasta alcanzar el millón y, entonces, siguiendo la lía de Goebbels, aparecerá “la verdad indiscutible”.
Se concede y virtualmente se acepta que la crisis de Pemex no es solamente responsabilidad del que ¿se fue? sino que data de décadas atrás, probablemente a partir del arribo de José López Portillo a la Presidencia de la República.
Por aquellos años México “nadaba” en petróleo y sus vastos yacimientos comenzando con el Ixtoc 1, cuyo incendio provocó la mayor derrama de crudo en el golfo de México, lo colocaron en el radar mundial.
Los siguientes directores no supieron, no quisieron o así se los ordenaron desde la Presidencia de la República, poner en marcha una reingeniería que le diera a la empresa la oportunidad de tener larga vida.
La falta de tecnología para perforaciones profundas, la inconsistencia de lograr acuerdos con Suecia para tal efecto y la “fuga” de recursos que fueron a parar a las cuentas de funcionarios, desde el más alto nivel hasta el de los trabajadores sindicalizados, sobre todo sus dirigentes, impidieron que se mirara el mañana y se concentrara en el día a día.
El pasado gobierno, con una arcaica idea “nacionalista”, derrumbó el edificio en construcción que permitía cuantiosas inversiones y una recuperación de pozos cerrados por “improductivos”, una falsedad más.
El costo de extracción por barril de crudo supera en 5 veces al de Brasil y en 9 al de Reino Unido. Todos y quienes participaron y lo hacen en la otrora empresa orgullo de México, se han beneficiado y enriquecido de manera exponencial sin que nadie, ni el cuatrotero de la honestidad valiente, lo pudiera evitar. Porque a quien designó su director general, el agrónomo Octavio Romero Oropeza, aceleró la caída de la producción y nunca supo enderezar la nave que se hundía hasta que la vio sumergida en el agua.
Mañana los fanáticos -no se les puede dar otro adjetivo- cuatroteros cantarán loas al “rescatador” de las riquezas nacionales, aunque en lugar de valor para cotizarse en el mundo, muestran pérdidas impagables bajo las normas con las que dicen se salvará para siempre.
El honor de estar con el que ¿se fue? habrá de convertirse en el deshonor de los aplaudidores que terminarán huyendo en el momento en que la salvación esté más lejos de la playa.
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