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Marta Marín-Dòmine. Huir fue lo más bello que tuvimos. Galaxia Gutenberg. 2020. 160 páginas
DAVID MARKLIMO
Hay libros que desde el principio dejan en claro de qué van. Con Huir fue lo más bello que tuvimos hablamos de la memoria, la intrahistoria y la historia. Aquí, la autora, la catalana Marta Marín-Dòmine reflexiona sobre el exilio y la errancia.
Es justamente con este verbo, errar, su origen y el uso, que empieza el texto. Porque errar viene de errare, de desviarse de un camino, de ir de un lado a otro sin rumbo. Ir errante es ir al olvido. Con esta premisa, el libro trata del exilio, de sus recuerdos y memorias, y se centra especialmente en el exilio de su padre, Joaquim Marín Caballol, quien, tras la guerra civil y junto con miles de personas, cruzó la frontera terminando en el campo de internamiento de Argeles, marcando así la vida de su familia en constante errancia, en intermitentes exilios. Con semejante bagaje, sorprende su figura: habla de bondad, benevolencia, debate elegante, sentido del humor…
La autora explica la historia de su padre (a través de las memorias que escribió a los setenta años) y la enlaza con su visión de esos sucesos siendo niña, reconstruyendo a partir de la historia el paisaje de su vida marcada por tener que abandonar su tierra y con ella parte de sus recuerdos. De igual manera, hay un paralelismo entre el exilio de su padre a Béziers y el suyo en Toronto, con recuerdos heredados y encontrando el confort en la literatura.
Aparecen autores como Jünger, Carmen Laforet, Ruth Klüger, Jules Verne, Louis Wolfson, Freud, Benjamin o Roland, que le ayudan a comprender el drama y, a veces, le dan consuelo.
Es interesante entender cómo los sucesos históricos tienen repercusión en las personas y en las familias. Veremos este impacto cuando Marta se traslada a Francia, ya en 2011. Aquí toca hablar de vulnerabilidad, puesto que desde siempre ha visto que cuando alguien habla de sus recuerdos de la guerra, se vislumbra su miedo, su ansiedad. La memora, además, es territorio. Europa tiene espacios vacíos de la Europa desde 1945, como si fuese un animal muerto al que hay que enterrar. Los campos de exterminio nos cuentan todo del horror, pero muy raramente de vértigo. Sostiene Marta que la diferencia es notable: el horror nos hace desviar la mirada, pero solo quien osa mirar siente vértigo del pasado.
En una narración íntima, breve, no puede ser de otra forma si tiene el carácter de confidencia, se suceden sus propias sensaciones y sentimientos. Las cicatrices de las víctimas de las guerras, el peso y el desasosiego de la sombra de los campos de concentración. El lenguaje es muy elegante, trabajado, en el que se nota el cuidado en la elección de las palabras y en la soltura de la narración. El texto fluye con sonoridad armónica y de quien encuentra en las palabras lo único capaz de explicar la nostalgia, las carencias y lo que pudo ser y no fue. ¿La lección? Los exilios rompen familias y vacían recuerdos.
Se nos habla de la guerra y de sus causas, sus defensores y aquello que supone en un libro que desborda nostalgia en cada una de sus páginas, una nostalgia que viene de la transmisión de la memoria, de los recuerdos narrados por un padre y que despiertan y asoman al desplazarse la narradora a las tierras que albergaron su infancia. Es un texto profundamente nostálgico. Ella misma lo escribe ella misma cuando habla del aprendizaje que ha supuesto compartir las experiencias de otros hijos e hijas de supervivientes de otras muchas luchas, guerras, persecuciones. La mirada se amplía, el oído se afina y se abren las puertas a una nostalgia productiva, jovial, sostiene. Esa nostalgia alimenta el libro, como lo alimenta, desde la primera página, la impresión de que el exilio también se hereda. Hay cosas, como el amor hacia su padre, que nacen, pero otras, se transmiten como por mensajería instantánea.
Estamos ante un libro con una mirada particular, fina, reflejo de una vida que pasa ante sus ojos y se detiene, de manera permanente, y luego sigue como si nada hubiese sucedido en realidad. ¿Quién en Europa se acuerda ya de 1945? ¿Quién aprendió algo?
El libro ha sido reconocido en los Premios Llibreter 2019. Ganó, también ese año, el Premio Ciutat de Barcelona a la mejor obra de Ensayo, Ciencias Sociales y Humanidades