Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Nada nuevo bajo el sol y sí la corroboración de que piensan igual, actúan similarmente, defienden lo indefendible y reta al no se tentará loque no tiene: corazón.
Sorprendió que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, siguiendo el ejemplo de la presidenta de México -tutelada por su mentor- ordenara impedir el aterrizaje de 2 aviones militares en los que viajaban alrededor de 160 migrantes que ingresaron a Estados Unidos de manera ilegal y eran repatriados.
El anuncio del exguerrillero, ahora jefe del Estado colombiano, este domingo que desautorizó la entrada de dos aviones con inmigrantes deportados de Estados Unidos porque “un migrante no es un delincuente y debe ser tratado con la dignidad que un ser humano merece” y porque eran aviones militares.
“En aviones civiles, sin trato de delincuentes recibiremos a nuestros connacionales. Colombia se respeta”, acotó Petro.
La respuesta de Washington no se hizo esperar y brutal: imposición de 25% de arancel a todo artículo o producto proveniente de Colombia y, en una semana, aumentará al 50%.
Sin duda, una medida que debe ser entendida por todos los gobiernos mencionados para recibir el mismo trato, aunque con diferenciales económicos.
El expresidente López defendió no a los migrantes mexicanos que buscan la manera de sobrevivir, sino a los criminales de quienes considera ¡tienen derechos humanos! y jamás habló de los narcos y su gemelo, el crimen organizado que han sido aprehendidos y que son juzgados en tribunales de Estados Unidos.
Si el Departamento de Justicia y el de Seguridad Interior decidieron deportar a colombianos que son ubicados como delincuentes, Bogotá debió recibirlos. Eran ilegales en Estados Unidos y junto con mexicanos, venezolanos, haitianos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, ubicados como delincuentes.
Al regresarlos a sus países de origen, lo que hace suponer que los 2 aviones que México no permitió aterrizaran en el país, trasladaban a connacionales pertenecientes a grupos delincuenciales.
El argumento de México fue copiado por Colombia en dos sentidos: los delincuentes -aunque sean sanguinarios, corten orejas, decapiten a sus adversarios- deben ser “tratados como humanos”.
Habría que preguntar a las familias de los ejecutados que opinan de la defensa de los “derechos” de quienes asesinaron a sus esposos, hijos, nietos y demás. Y, la palabra “respeto” utilizada repetidamente por la mexicana que gobierna, “a México se le respeta”, la tomó Petro para decir “Colombia se respeta”.
“Me acaban de informar de que no se ha permitido aterrizar en Colombia a dos vuelos de repatriación de Estados Unidos con un gran número de criminales ilegales”, indicó Trump en un mensaje publicado en su red social, TruthSocial.
Trump atribuye la decisión al “presidente socialista de Colombia“, Gustavo Petro, de quien dice que “ya es muy impopular entre su propio pueblo”.
“El rechazo de Petro a estos vuelos amenaza la seguridad nacional y la seguridad pública de Estados Unidos, así que he ordenado a mi Administración la adopción de las siguientes medidas de represalia urgentes y clave”, explico.
Petro reconoció haber desautorizado el aterrizaje de los 2 aviones, Sheinbaum no ha admitido la razón para impedir que los expulsados quedaran en el país.
Desde el momento en que el entonces presidente electo anunció las deportaciones, confirmó que los primeros expulsados, sería todos aquellos que cometieron delitos en Estados Unidos o que actuaban violando las leyes.
Así que nadie debería sorprenderse que los presuntos criminales fueran los primeros en viajar, no en primera clase, en los aviones militares de Estados Unidos.
¿Por qué las similitudes entre los gobernantes de México y Colombia y seguramente de Venezuela, Nicaragua y Cuba?
Sin que en México haya una dictadura declarada, la autocracia está presente y en Colombia se disfrace con el toque democrático, los otros no niegan la distancia con el “imperialismo yanqui”.
El primer golpe ya lo asestó Donald Trump. ¿Par quién será el segundo?
La duda corroe hasta la médula.
Porque habría que decirles a la señora Sheinbaum y al señor Petro, que el respeto no se puede comprar en los almacenes o en línea. El respeto se gana con acciones y decisiones correctas.
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