El baño del diablo

 

El suicidio por proxy

El baño del diablo (Des Teufels Bad) película de terror austro-alemana dirigida por Veronika Franz y Severin Fiala; con la actuación de Anja Plaschg (Agnes), Maria Hofstätter (Madre Gänglin), David Scheid (Wolf), Natalija Baranova (Ewa Schikin) y Lukas Walcher (Lukas); su estreno fue el 8 de marzo de 2024 en Austria.

En 1750, en la Alta Austria, la joven Agnes se casa con un desconocido llamado Wolf; ella se siente alienada y sola en su mundo desconocido, pero como es muy devota y emocional, se aísla cada vez más de la vida rural y del trabajo. No ve escapatoria a su tormento interior, salvo un horrible acto de violencia.

Basada en registros históricos y desconocidos de la historia europea (de las mujeres), la película es un retrato profundo de una persona esperanzada, desesperada, que busca huir de su prisión interior a través del infanticidio a fin de evitar cometer suicidio.

UN COMIENZO IMPACTANTE

En los densos bosques austriacos del siglo XVIII, una mujer lleva en brazos a un bebé, camina por un acaudalado río hasta llegar a lo alto de una cascada, después de poner una especie de rosario en el cuello del infante lo arroja al vacío.

No sabe ni se ve el juicio de la mujer, pero pronto el espectador se entera que ha sido condenada a una ejecución pública de decapitación y su cuerpo quedará expuesto a los animales carroñeros entre tres postes que funcionan como parte de un ritual pagano.

Además, se hará la publicación de una imagen del crimen cometido y de la forma en que ha sido ejecutada, la cual se fijará en un árbol cercano al lugar de ejecución.

Pero ¿por qué se ha cometido este crimen atroz siendo la víctima un inocente menor de brazos?

LA BODA

Agnes, su madre y su hermano comienzan a realizar los preparativos de la dote matrimonial, y los suben a una carreta que ellos mismos jalaran para ir a comuna más cercana donde se celebrará la boda de Agnes con Wolf.

La joven protagonista debe adaptarse a su nueva vida como esposa, fuera de su hogar, pero todo comienza a cambiar radicalmente cuando advierte que su esposo no la toca ni tiene relaciones con ella.

Este punto es frustrante para una mujer de una zona rural donde su función, al menos así se concebía en aquella época, era engendrar hijos dentro de matrimonio; y esa frustración crece cuando Madre Gänglin (la madre de su esposo) va todos los días para ver cómo está su hijo y a cada rato recrimina las formas en que su joven nuera lleva las labores del hogar.

Agnes se ve incapacitada para realizar dos funciones básicas de la mujer: ser madre y buena ama de casa.

EL BEBÉ

En la comuna vive una madre soltera, la cual es vista con malos ojos, aunque no es rechazada del todo; ella tiene un bebé de brazos, y Agnes lo ve con dulzura y ternura; Agnes va siendo presa de la depresión crónica, un día llega a casa con un bebé que ha encontrado en el bosque y una serie de cosas extrañas comienzan a suceder.

Es obvio que la protagonista está desesperada por tener un hijo, pero esto no sucede y comienza a generar más problemas para ella y a afectar su salud mental. Y en un contexto lleno de supersticiones y donde se hablaba de cosas como posesiones o incluso brujería.

Este anhelo por ser madre y la imposibilidad por llevarlo a cabo determinan que Agnes, católica ferviente, busque la solución mediante la oración y rituales paganos que profundizan en la magia y el sentido de lo espiritual desde lo natural y lo material.

EL SUICIDIO POR PODER

En la época temprana de la Europa moderna, el suicidio era un pecado que debía ser castigado con la condenación eterna. Algunas mujeres encontraron una solución terrible: cometer un asesinato.

La pena por asesinato era la muerte; así que cometían asesinatos para ser ejecutadas. La historiadora Kathy Stuart denomina a esto «suicidio por poder», y su investigación descubrió un patrón de tales casos en el Sacro Imperio Romano Germánico, entre 1612 y 1839.

En el sistema de justicia de ese tiempo, las ejecuciones públicas ofrecían un espectáculo de castigo y penitencia. El condenado recibía los ministerios de un sacerdote y tenía la oportunidad de arrepentirse y recibir la absolución, así que, «sacrificaban» a un niño, a menudo cortándole la garganta: un acto simbólico en la tradición del sacrificio de sangre, que también se hacía eco de la decapitación que recibiría el asesino. Y todavía podían ser perdonados antes de morir. Los asesinos a veces explicaban su elección: al matar a un inocente podían estar seguros de que su víctima iba a la salvación por no haber conocido el pecado.

La investigación de Stuart mostró que esta práctica era más frecuente entre los protestantes que entre los católicos, y más común entre las mujeres que entre los hombres. 

Mientras tanto, las autoridades seculares también tuvieron un desafío para responder a esta clase de delitos. La pena por homicidio era la muerte. Pero no querían incentivar estos actos, por lo que algunos condados introdujeron castigos más horribles para los suicidios por poder (como la muerte por empalamiento, en lugar de la decapitación).

Los estados de Schleswig y Holstein tomaron otro camino, especificando en 1767 que aquellos que mataran con la intención de acabar con su propia vida no recibirían la muerte, sino que serían condenados a trabajos forzados de por vida, además de marcar, azotar en público y ser exhibidos anualmente encadenados en un día de mercado mientras llevaban un cartel que describía su crimen. Prusia también emitió un edicto en 1794 por el que se establecía que aquellos que cometieran asesinatos con la intención de ser ejecutados no debían lograr su objetivo, sino recibir cadena perpetua con azotes regulares.

Hoy en día, solemos pensar en el problema del suicidio como un problema psicológico y, a veces, de salud pública. Pero como escribe la erudita en religión Carole M. Cusack, para los europeos medievales era en gran medida una cuestión de pecado y criminalidad

La película está catalogada dentro del subgénero del Folk horror, pues además de tratar la depresión femenina, el elemento de terror se encuentra en la tradición, el culto a rituales paganos que resultan demasiado salvajes y extraños.

El nombre de la cinta viene de una frase de Martin Lutero que menciona que en ocasiones el diablo se apodera de los cuerpos para hacer un baño de sangre; pero ¿por qué la autoridad eclesiástica permitía el suicidio por proxy como una salida apropiada ante la desesperación y la falta de ganas de vivir? 

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

Acerca de misionpo 42251 Articles
Noticias nacionales e internacionales. Investigación y reflexión política.