Yo Campesino
•Responsabilidad será para México; veremos estatura de la 4T
Miguel A. Rocha Valencia
Más allá de llamados a la unidad, genuflexiones de opositores y decisiones ajenas a nuestro control, la responsabilidad de sacar al país adelante es de México donde la responsabilidad de las políticas públicas y la posibilidad de una unidad quimérica dependen de un gobierno que debe superar los llamados patrioteros y las balandronadas para ponerse a trabajar al margen de doctrinas y dogmas cuatroteros.
No se trata de derecha o izquierda sino de todo lo contrario. Porque al final de cuentas cualquier decisión del gobierno estadunidense será ajena a lo que dicte la soberbia palaciega, donde en buena lid, deberá prevalecer la inteligencia más allá de revanchas y partidarismos.
Porque no se trata de llamar a una unidad donde se pregona el desdén por las minorías, los contrarios o los críticos por el simple hecho de que “yo mando y no acepto comentarios ni recomendaciones de otros”. Es decir, no se vale convocar a un frente común por parte de quien nos divide y polariza, sino de establecer una política incluyente donde todos somos necesarios en el aporte de un esfuerzo común y para eso es indispensable la confección y aplicación de políticas públicas que sean universales. Para todos los mexicanos.
Deberá alejarse el discurso y las acciones del Ejecutivo de las amenazas, acusaciones y extorsiones de que ha hecho gala en los últimos seis años no sólo contra políticos, periodistas, líderes de la sociedad civil, sino muy en especial de quienes ponen el dinero para generar empleo y que hasta hoy, se aplicaron la auto contención precisamente por la incertidumbre no únicamente por los cambios constitucionales y uso faccioso de las normas positivas, sino de los mismos cambios causados a la legislación por el actual régimen.
Porque en los hechos, ante la desobediencia reiterada a la ley por parte del Ejecutivo, Legislativo y los ex órganos autónomos como el INE y el TEPJF, es decir del régimen morenista, nadie garantiza que más adelante ellos mismos obedezcan los lineamientos vigentes y reformados.
Nadie puede asegurar que ante una sentencia de los nuevos jueces o magistrados federal o ministros de la Suprema Corte de Justicia, el Ejecutivo lo admita y lo obedezca y por ende sus garbanceros del poder Legislativo que con sus mayorías fraudulentas vuelvan a reformar lo que cambiado para ajustarlo a los caprichos de momento.
Esto es un hándicap para los inversionistas a quienes hoy se les pinta y ofrece un panorama determinado y se les otorgan seguridades, pero quién dice si mañana no se cambien a contentillo de quien tiene el poder político.
Por ello es importante que quien tiene el título de jefa del Ejecutivo lo asuma a plenitud y lo ejerza como president(a) de todos los mexicanos, no de una facción, mayoritaria o no, con el respaldo de menos de la tercera parte de la población y en ese sentido con hechos y políticas públicas envíe ese mensaje de unidad que tanto se cacarea y al que supuestamente se sumaron opositores.
De ahí podría surgir esa unidad que supere la demagogia, los llamados a misa y se concrete en acciones reales tanto en lo económico como en seguridad, salud, educación, cultura y todo aquello que contribuya al crecimiento del país en paz.
Políticas públicas incluyentes que den confianza y muestren un gobierno para todos con respeto a la disidencia en los puntos de vista, pero con la mira en un lugar común de desarrollo y crecimiento porque al fin y al cabo los mexicanos somos tan capaces como cualquier otro en el mundo; la diferencia puede ser el liderazgo.
No se trata de hacer las cosas porque “yo mando” sino ejercer un liderazgo nacional, que mande el mensaje de respeto al marco legal, a las personas y las instituciones, porque la tarea, no es de Estados Unidos y su presidente llámase como se llame.
Si México, su gobierno y fuerzas vivas somos capaces de asumir nuestra responsabilidad en vez de discursos patrioteros alcanzaremos desarrollo, crecimiento y desde luego respeto de los demás, pero para eso tendrán que abandonarse dogmas, revanchas y sobre todo, ese acendrado recurso de culpar a otros de nuestros males o esperar fórmulas mágicas que hacen depender nuestro futuro de otros.
Hagámonos responsables.