SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
El título del presente texto no se refiere a los temas de la política nacional como es la vida interna de todos los partidos políticos registrados y existentes en el país; tampoco estoy pensando en los resultados de gobierno implementados por distintas administraciones presidenciales desde el año de 2001; aun menos ha sido mi intención referirme al raquítico papel, discurso, personajes que han definido a la oposición política desde el año de 2018, y finalmente, no he querido tratar aquellos temas, asuntos y procedimientos oscuros, algunos francamente equivocados, que llevó adelante el gobierno del expresidente López Obrador. Sin embargo, es importante subrayar que los asuntos genérica y generalmente atribuidos al ámbito de la política han incidido en la decadencia cotidiana que quiero describir en el presente artículo.
Lo que el pueblo mexicano caleidoscópicamente lleva a cabo en diciembre sirve como análisis para entender, o tratar de hacerlo, respecto a aquellos asuntos que en lo cotidiano rebelan una decadencia innegable en el país. Lo anterior resalta sobre innegables logros y modernizaciones que solo la envidia del espíritu de partido no logra vislumbrar.
Diciembre es un mes donde nuestros compatriotas viajan por la república y fuera de ella. Son los estudiantes que regresan a pasar las vacaciones con la familia en sus respectivas ciudades y pueblos; son las caravanas de fieles que utilizando el sistema carretero del país se dirigen a la Basílica de Guadalupe; autopistas, carreteras federales y caminos secundarios son utilizados por turistas nacionales y algunos extranjeros. Si uno compara la red carretera de 1950 con la actual, indudablemente la República Mexicana es un territorio interconectado, pero, la decadencia se muestra en que el sistema de casetas de cobro federal sigue siendo insuficiente y ello hace larguísimo el tránsito en algunos tramos de las autopistas. Lo anterior olvidándose de las casetas de peaje concesionadas como el 2° piso en Puebla o las muchas que existen en el Estado de México. El país intentó copiar el modelo de carreteras estadounidense pero no lo logró; sin embargo, el más importante ejemplo de la susodicha decadencia se encuentra en los muy recurrentes bloqueos carreteros. El ilegal bloqueo hace perder carretadas de millones de pesos a transportistas, a los particulares, a los productores de un determinado artículo. Hemos subrayado la ilegalidad porque en la Constitución y en las leyes estatales está terminantemente prohibido bloquear vías primarias de tránsito, pero se delinque casi todos los días y no pasa nada: puede ser la carretera de Puebla, la confluencia de Insurgentes y Reforma, etc.
Diciembre es un mes que por tradición, por estrategia publicitaria y por estados de ánimo se come mucho. O se pretende comer como Dios quisiera. En este rubro es donde se aprecia una evidente decadencia de lo que sucede en el país.
Para cualquier persona mayor a cincuenta años, que sepa de comida y guste ir a los mercados, podrá afirmar que en términos generales el día de hoy no se encuentran en existencia la variedad de frutas, legumbres, pescados que antes era normal tenerlos en cualquier negocio de alimentos.
Estimado lector, vaya usted a un supermercado o mercado promedio y solamente encontrará un tipo de papaya, un tipo de papa; en cuanto a la reducidísima variedad de pescados, mejor ni hablamos porque ello nos llevaría al problema de la ecología y a la explotación de los mares. En cuanto a los productos elaborados la oferta de mermeladas es minúscula frente a la variedad que se vende arriba del Río Bravo o allende el Atlántico; la empresa panificadora del osito recibe premios internacionales por sus productos, pero lo que ella vende en México es de pésima calidad comenzando con el llamado “pan de caja” que es pequeñito y de sabor indefinible, sobre todo si se le compara con sus pares de otros países. Ya no hablemos de los bolillos de supermercado que se vuelven balones de futbol americano y muchas piezas de pan que se venden en las panaderías de moda no saben a nada porque no utilizan mantequilla, huevos, chocolate sino sucedáneos, peor, son carísimas. En México es difícil encontrar una buena panadería, especialmente del llamado pan blanco que es delicioso en los obradores españoles o franceses. Finalmente, el ramo restaurantero. En diciembre las comidas de oficina, familiares y turísticas suceden en restaurantes de todo tipo. La mercadotecnia habla de la magnífica comida mexicana, pero los restaurantes reseñados ofrecen platos de cocina de autor que muchas veces dejan mucho que desear; el servicio puede ser deficiente y majadero porque la profesión de meseros en México se ha acabado, salvo algunas pocas excepciones que son precisamente la de algunos restaurantes tradicionales.
Por último, pero sin el afán de agotar el abanico de ramos temáticos que reflejan la decadencia del país. La educación y la cultura. Ambos asuntos fueron preocupación de los ilustrados novohispanos, de los liberales y luego de los revolucionarios mexicanos, para que el pueblo pudiera elevarse de una condición definida por una mayoría de analfabetos. Hoy, en la música, las obras de teatro, los productos de radio y televisión y ahora, en lo que se reproduce en las redes sociales, la definición es: productos culturales dominados por un perfil zafio, ordinario, soez e incivil. Las pautas que se ven y escuchan en muchos medios de comunicación se reproducen en la violencia intrafamiliar, en la violencia que sucede en el tránsito vehicular, en la violencia que se reproduce al interior de las relaciones laborales, en la violencia a flor de piel que sucede alrededor del accionar de la política y los políticos. En fin, el México contemporáneo se caracteriza por muchos avances innegables, sobre todo si se le compara con el perfil de la república en los años de 1940, pero la decadencia en muchos aspectos comenzó a mediados de los años ochenta y lleva cuarenta de no corregirse. Como buen país subdesarrollado, conviven, pero no se juntan, logros de la modernidad y rémoras sociales del pasado, amén de una suciedad en las calles y plazas públicas que fuera reseñado por viajeros extranjeros desde el siglo XVIII. Una perlita histórica: para 1590 los mapas franceses ya utilizaban el nombre de Golfo de México, obviamente escrito en latín.