Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Negar la ciencia y sus beneficios, retrasa el desarrollo de los países. Una de las vertientes más importantes para todo el mundo, es la producción agroalimentaria.
En la década de los, el científico en agronomía, Norman Borlang, eligió a México para su “experimento” conocido como “la Revolución Verde” que consistió en sembrar semillas híbridas para la reproducción de trigo y en 1953 el éxito coronó el proyecto.
Para ese entonces, México dejó de importar el cereal y se convirtió en uno de los primeros en exportar a diversos países.
No se tienen registros que el nuevo trigo haya producido efectos nocivos en los consumidores. Borlang e hizo acompañar de científicos que determinaron la forma de la hibridez y después de tiempo de ensayo, error y acierto, la producción agrícola quintuplicó el rendimiento por hectárea. El proyecto dio al agrónomo texano prestigio mundial y su nueva técnica, que requería de la mecanización del campo, se extendió por China, Filipinas y Tailandia. En Estados Unidos ya se seguía el ejemplo nacido en México.
La multiplicación de los panes y los peces -figuradamente hablando- se logró porque la ciencia estuvo presente. Los investigadores no tienen como objetivo generar dado en el cuerpo humano sino todo lo contrario: fortalecerlo y hacerlos vivir más mediante alimentos obtenidos con nuevas semillas.
Durante las dos últimas décadas, los avances en la modificación transgénica de granos, hortalizas y frutos, han sido aplaudidos y cuestionados. Las ovaciones, porque reducen el hambre. Los segundos, porque estiman que su accionar provocó la desaparición del llamado por años y denominado por Marx “estado del bienestar”.
Sin embargo, la realidad, el análisis médico completo, ha demostrado que las semillas trasformadas científicamente no generan degradación en la salud del ser humano. Quizá algunos presenten algunas molestias, pero nada de peligro.
Es la conclusión científica.
Con documentación sólida, investigaciones profundas y que ocuparon meses y años para avalar las modificaciones en semillas y granos, en muchos países del mundo se ha logrado la autosuficiencia en determinados cereales. Estados Unidos es, probablemente, el mayor productor de maíz amarillo, es transgénico, y se cosecha principalmente para alimentar ganado vacuno, porcino, caprino y ovino, cuyas carnes ingieren los humanos y, ni los animales ni los humanos sufren enfermedades por su consumo.
Ah, en México se piensa diferente. Y por ello, el expresidente López decretó en 2022 la prohibición de importar maíz amarillo, transgénico, para “cuidar la salud de los mexicanos” y con ello violó el T.-MEC por lo cual Estados Unidos y Canadá solicitaron el panel de controversias para que los expertos determinaran si México tenía razón o estaba cometiendo un desacato el tratado comercial entre los tres países.
Rondas y más rondas de discusión. Desde Palacio Nacional se insistía en que la razón asistía y que el fallo del panel sería favorable a México. Lo dijeron los secretarios de economía y agricultura. Víctor Manuel Villalobos, titular de la Sagarpa durante el sexenio que finalizó, es egresado de Chapingo y durante sus estudios dedicó el mayor esfuerzo a los granos transgénicos. Todo el conocimiento se fue por la borda cuando el jefe determinó que todo los transgénico causa daño a la salud.
Finalmente, este 20 de diciembre, el panel de controversia concluyó que México violó el T-MEC, que no está demostrado científicamente que el maíz transgénico produzca merma en la salud y por tanto los productores estadounidenses y canadienses deberán mantener sus exportaciones a México.
Perdió AMLO, sin duda alguna.
Muy probablemente en sus adentros tomó la decisión para rescatar el “estado de bienestar” -¿por qué todos sus programas llevarán esa palabra?- sin consultar a las mentes brillantes que podrían haberlo sacado de su error.
Sin embargo, incapaz de admitir una equivocación, se montó en su macho y al final del jaripeo rodó al suelo con todo el peso agolpado en el abdomen y producido por tlayudas, tamales de chipilín y frijoles negros.
Perdió AMLO y nunca aceptará la derrota y seguramente a través de la sucesora iniciará la campaña contra los integrantes del panel que falló en contra de México para acusarlos de “adversarios, corruptos, empleados de la derecha e hijos de la finca que tiene en Palenque”.
Y tampoco reconocerá que la ciencia vence a la ingorancia.
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