Mafias y música: ¿qué hay detrás del asesinato del mánager Jesús Pérez en México?

El asesinato en Ciudad de México de un productor musical vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el auge del consumo de música en español en plataformas de ‘streaming’ pone sobre la mesa la relación del crimen organizado con esta industria multimillonaria, de acuerdo con el historiador Israel Álvarez Moctezuma.
La semana pasada, el exrepresentante musical y promotor del género regional, Jesús Pérez Alvear —ligado a artistas como Julión Álvarez y Gerardo Ortiz—, fue asesinado a tiros al interior de un restaurante en Polanco, una de las zonas más exclusivas de la capital mexicana.
En 2018, Alvear fue identificado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como un «narcotraficante especialmente designado», además de ser acusado de lavar dinero a través de conciertos para el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el brazo armado de la organización criminal, ‘Los Cuinis’.
El mercado de la música, que abarca desde conciertos, eventos, estudios de grabación y plataformas de streaming, es uno de las más lucrativos a nivel mundial. De acuerdo con el último reporte de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica, la industria global de la música grabada registró un valor de 28.600 millones de dólares en 2023, lo que representa un aumento de 10.2% respecto al año anterior.
El streaming, indica el documento, continuó su dominio de los ingresos globales nuevamente en 2023, aunque todos los formatos de música grabada aumentaron sus ingresos, con excepción de las descargas y otros digitales. Así, el streaming en 2023 obtuvo ingresos por 19.300 millones de dólares, lo que representa más de dos tercios (67.3%) del mercado musical global.
Ahora bien, tres artistas latinoamericanos —Bad Bunny, Peso Pluma y Feid— se posicionaron en el top ten de los músicos más escuchados a nivel global en el listado más reciente de Spotify, reforzando cifras del Instituto Cervantes que revelaron que el consumo de música en español incrementó 3,8% en 2024.

El crimen organizado, ¿mecenas?
Sputnik conversó con el doctor en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Israel Álvarez Moctezuma, que ha estudiado los aspectos sociales de la música, para indagar en los vínculos entre dicha industria y el crimen organizado.
De esa manera, el experto señaló que diversos capos del crimen organizado podrían fungir como mecenas de los músicos, al tiempo que les encargan narcocorridos y patrocinan sus discos, además de lavar dinero a través de las productoras. Esto, a decir del historiador, debido a que a partir del nacimiento de las plataformas de streaming, los artistas ya no ganan las mismas sumas de dinero que provenían de la venta de discos.
«Ahora ganan de los conciertos y de sus presentaciones, pero estoy seguro —digo, es un fenómeno que apenas está sucediendo y no se ha estudiado a profundidad—, pero estoy seguro de que existe lavado de dinero en todo este negocio, que es una empresa multimillonaria», señaló Álvarez Moctezuma.
Para ahondar en esto, recordó que, en septiembre de este año, fue detenido en Culiacán, Sinaloa (norte de México), el Piyi, presunto sicario de Los Chapitos —facción del Cártel de Sinaloa—, cuyas hazañas son narradas en un corrido de Peso Pluma.
«Nadie sabía quién era el Piyi hasta hace dos meses que lo agarraron, era el jefe de sicarios de una facción del Cártel de Sinaloa que, finalmente, fue como mecenas, mandó a pagar una canción al artista mexicano más importante del momento, que es Peso Pluma», observó el experto.

La prohibición en EEUU, el primer antecedente
Cuestionado sobre el origen de los presumibles vínculos entre el crimen organizado y la música, el historiador señaló que es probable que «este fenómeno exista desde que existe la venta de discos y el mercado musical como lo conocemos en el siglo XX».
Añadió que, aunque no hay datos precisos, es posible sostener que «en la época de la prohibición en Estados Unidos, que era la época del auge de las mafias y de los gánsters» nació «esta conjunción entre mafias, crimen organizado y música popular».
Para el caso específico de México y Latinoamérica, Álvarez Moctezuma ponderó que, si bien tampoco existe una fecha exacta, la relación podría datar de la década de los 70 —que es el auge de los primeros capos mexicanos— y los 80.
«No sé si el nacimiento, pero el primer gran momento del narcocorrido, que va a ser con bandas como Los Tigres del Norte, que sigue siendo importantísima, y varios cantantes más; [incluye] corridos muy famosos de la época de la Revolución o posrevolucionaria, de todos los conflictos armados del siglo XX mexicano, y el núcleo narrativo se sigue conservando hasta los corridos de ahora, de Peso Pluma y Junior H y todos esos que están de moda ahorita», relató el historiador.

«El corrido, como parte del romance, que es este macrogénero literario, es una narración poética que cuenta las hazañas de un héroe que, generalmente, es un bandolero o un criminal que burla a las autoridades (…). Este estilo lírico y musical, y mucho de lo que está ahora de moda, se generó o proviene de regiones que llevan años en conflictos serios, envueltos en violencia», continuó.

En cuanto a casos similares en otros países de la región, Álvarez Moctezuma mencionó que, en el Caribe, Colombia y Puerto Rico —el epicentro de la música latina desde hace medio siglo, «desde la época de la salsa o tal vez antes»— es muy clara la influencia del crimen organizado en producciones musicales, en específico dentro del género reggaetón.
«Uno de los temas favoritos del reggaetón y del trap y de todos estos estilos del Caribe puertorriqueño es, no la glorificación, sino la narrativa de la calle, de que muchos son narcomenudistas y terminan siendo estrellas de su barrio», observó el estudioso de la música.

«Es un poco el mismo tópico de ‘nací pobre y, a través del crimen, me volví rico’ y muchas de esas historias no son autobiográficas, tal vez están hablando de otros conocidos de ellos, de sus barrios originarios», agregó.
En ese sentido, el experto sostuvo que esta música popular, que «finalmente se usa como parte también de la identidad boricua y caribeña, finalmente sí forma parte, ya en estos años, de la narcocultura del Caribe, que es un punto que sigue siendo un punto de narcotráfico importantísimo, sobre todo para Sudamérica».
Asimismo, mencionó que el boom del reggaetón colombiano, con artistas como Karol G, Maluma, Feid o Ryan Castro, incluye una vasta lista de temas que hacen alusión al crimen organizado y a personajes como Pablo Escobar.
«Ahorita recuerdo 20 o 30 canciones donde lo mencionan explícitamente a él y a sus sicarios, porque ya forma parte de este imaginario legendario del barrio y la violencia en Colombia», señaló Moctezuma.

La música no genera violencia
Con todo, el experto ponderó que, aun cuando algún artista emergente, ya sea de México, Puerto Rico, Colombia u otro país latinoamericano, reciba dinero del crimen organizado, esto no es garantía de que se volverá famoso.
Finalmente, remarcó que este tipo de música que aborda las proezas de los capos y que refiere la violencia que lacera a toda la región, incluida la violencia en los barrios precarizados y la que es generada por los negocios ilícitos, siempre será mal vista por ciertos sectores de la sociedad, pues consideran erróneamente que estos productos culturales son generadores de dicha violencia.
Así, el experto concluyó que «un niño que escucha narcocorridos no se va a volver narco (…), es completamente al revés, pero la moralidad y las buenas conciencias siempre están tratando de acusar a este tipo de manifestaciones». Sputnik

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