Ciudades Santuario

 

*Los Argumentos que Replica hoy

Donald Trump

*Organizaciones de la Sociedad

Civil, Marginadas

*Sheinbaum y Brugada Tienen la

Oportunidad de oro

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Una de las políticas públicas más importantes y trascendentes que existen en muchas partes del mundo son las ciudades Santuario. Se trata de un concepto de articulación entre el gobierno y la sociedad civil organizada a fin de desplegar acciones que protejan a los migrantes documentados e indocumentados de abusos de poder por parte del pequeño poder; léase algunos policías inescrupulosos, autoridades corruptas de mandos inferiores o empresarios que prejuzgan, extorsionan e incluso los explotan. La idea nació en la ciudad de Los Ángeles, California y se ha extendido por muchas urbes del planeta. 

 

Se trata de que los gobiernos locales emitan el equivalente a los bandos de policía y buen gobierno mediante los cuales se provea a los migrantes de paso o asentados, documentados e indocumentados, de albergues, se les garantice el derecho a la alimentación, se les proporcionen servicios básicos de salud y, en ocasiones, se les facilite gratuitamente asesoría legal, así como cursos de adiestramiento de artes y oficios. 

 

De ahí que una ciudad Santuario tiende a ser laxa al aplicar ciertas leyes en materia de migración, pero no permite que se violen las leyes o se rompa el orden social. De lo que se trata es de proteger al desamparado bajo el manto de los Derechos Humanos. Consecuentemente no debe de ser monopolio de Estado dicha política. Es ante todo una corresponsabilidad del acto solidario entre el gobierno y la ciudadanía a fin de que en el espacio público los migrantes, sin importar si están de paso o piensan asentarse en esa localidad, tengan posibilidades de incorporarse al tejido y al pacto social.  

 

La capital política de nuestro país se declaró Ciudad Santuario en abril de 2017, bajo la administración de Miguel Mancera y yo aplaudí la decisión. Sin embargo, rápidamente escuché críticas al laudo bajo el argumento de que esa forma de gobernar está bien en la Unión Americana, pero no en México, pues ya tenemos muchos pobres y marginados, que se trata de gente que está de paso, que no pagan impuestos, que no saben de oficios y que se trata de indigentes e incluso de potenciales delincuentes. Me sorprendieron esos argumentos a los que me atrevo a calificar absurdos. De hecho, me indignan y lo peor es que esas mismas frases banales y racistas están presentes en el discurso del señor Donald Trump y sus seguidores. 

 

Por supuesto que la pobreza y la marginación son una realidad en los ámbitos urbano y rural de México y también es cierto que somos un país sin oportunidades para muchos jóvenes. Pero esos argumentos, aunque realistas, no me parecen que sean lo suficientemente imperativos a fin de no amparar a los migrantes. Sobre todo, porque las ciudades santuario se asientan, ante todo, en los principios de las políticas públicas. Es decir, políticas colaborativas entre el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil nacionales e internacionales, agencias de las Naciones Unidas y beneficencias privadas, ya que dichas entidades aportan recursos materiales y financieros, esfuerzos, experiencias y cursos de capacitación y adiestramiento. Son organizaciones cuya razón de ser se fundamenta en el ánimo hospitalario de servir. De lo que se trata es de propiciar que los gobiernos no sean los únicos responsables de atender a la población migrante. 

 

Empero, desde la gestión del expresidente López Obrador se realizan esfuerzos por hacer de lado y marginar a las organizaciones no gubernamentales en materia de democracia participativa. Si por democracia participativa entendemos que es la acción de mejorar la calidad de vida mediante la concurrencia responsable de la acción cívica, cultural y política entre el gobierno y la sociedad. Al tabasqueño le molestaba la participación ciudadana y al parecer la presidenta Sheinbaum lo secunda (que raro). Lo cual es a todas luces una postura reaccionaria y anacrónica en materia de gobierno abierto. 

 

En la medida en que la Ciudad de México siga siendo santuario de gente que huye de su país de origen por violencia, falta de oportunidades o persecución política, tenemos una oportunidad de apoyar una causa legitima y políticamente correcta. Pensemos en los chiapanecos que ahora viven en Guatemala y que viven en condiciones precarias.

 

Las gobernantes Sheinbaum y Brugada tiene una oportunidad de oro que les abre tres caminos. El primero es el de solidarizarse con los migrantes que están de paso y ser consecuentes con su discurso humanista. El segundo es reconocer y aceptar que algunos centroamericanos y caribeños ya se asentarán en la zona metropolitana y habrá que abrirles oportunidades y la tercera es que se fortalecerá la democracia participativa. Lo importante es quitarse el prejuicio contra los migrantes.

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