¿Está la Democracia en  Peligro de Extinción?

 

Steven Forti. Democracias en extinción. El espectro de las autocracias electorales. Siglo XXI Editores, Madrid, 344 páginas, 2024. 

DAVID MARKLIMO

Parece que la democracia es como un ajolote (axolot,en náhuatl): está en peligro de desaparecer y ser un recuerdo. De ser cierta esa afirmación, la democracia quedará en las bibliotecas como un sistema de gobierno ineficaz, como algo que se usó y no respondió a las expectativas de la gente. En el último informe del prestigioso Instituto V-Dem (que mide los valores democráticos en el planeta) se sostiene algo parecido. De este estudio se desprende que, en 2023, la libertad de expresión empeoró en 35 países; la libertad de asociación, en 20; y las elecciones limpias, en 23. Alrededor de 5.700 millones de personas viven actualmente en autocracias y apenas un 30% lo hace en democracias, aunque dentro de este grupo apenas la mitad son plenas. Las redes sociales, que nacieron como el máximo exponente de la libertad de expresión, se han convertido en un lodazal donde los extremismos y el odio campan a sus anchas, alentados además por sus propietarios, grandes empresarios millonarios. En este escenario es incuestionable el éxito de las extremas derechas en todo el mundo, donde, además de llegar a los Parlamentos nacionales, han alcanzado el poder en varios países del Viejo Continente.

Steven Forti, célebre historiador italiano, analiza en su libro Democracias en extinción. El espectro de las autocracias electorales, el auge de la extrema derecha europea, que amenaza con desmantelar el Estado de Derecho y de bienestar. Algunos puntos:

 

  • A partir de 2008, tras las elecciones que ganó Obama en Estados Unidos, se ha entendido la importancia de las estrategias digitales para hacer propaganda política. Esto no quiere decir que la manera tradicional de hacer campaña no sirva o no sea importante. Muchos de estos partidos han entendido la importancia de juntar las dos cosas, como hizo Salvini en sus momentos de mayor auge en Italia, lo que Luca Morisi llamó la estrategia de TRT (Televisión, Redes y Territorio). Hay que tener cuidado con quien dedica más tiempo a sacarse selfies con los simpatizantes que a lanzar propuestas. La selfie es difusión de la imagen, llega a muchas personas, pero es un acto vacio, cuyo aporte en contenido político es cero.
  • No es lo mismo la extrema derecha de hoy que la de ayer, puesto que el mundo ha cambiado respecto a hace un siglo. Evidentemente, las fuerzas políticas van cambiando y se van adaptando. En el caso de la derecha extrema, tuvo que transformarse por lo que ha pasado con la Segunda Guerra Mundial, la derrota de los fascismos en 1945 y el contexto democrático que se ha abierto tras esa fecha. Lo que tenemos hoy en día, desde la victoria de Trump y Milei en el continente americano, a los resultados en elecciones de ámbito nacional o en las europeas, donde la extrema derecha ha batido todos los récords, se debe a un largo proceso. Por un lado, hay un proceso de normalización, es decir, cómo las ideas extremistas se han ido normalizando y viralizando también a través de las redes sociales. Esto al final conlleva que estas ideas estén más en el centro del debate político y que puedan ser más aceptables por parte de muchas personas.
  • Por otro lado, los extremos ya no son marginales. Antes, la extrema derecha tradicional, con más vínculos con el fascismo histórico, se encontraba en los márgenes del terreno de juego de la arena política, mientras que hoy en día se encuentran en el centro. A veces, inclusive, son el partido más votado en sus países o han llegado a ocupar algunos gobiernos o la presidencia de algún gobierno. Pensemos en Hungría, en Italia.
  • Estamos en una época de profundos cambios: lo tecnológico, el mundo del trabajo, las relaciones sociales, la geopolítica misma. Y esto lleva a que mucha gente viva con una sensación de inseguridad, desprotección, miedo, inclusive pánico con todo lo que está cambiando. La extrema derecha ha sabido capitalizar este miedo porque ofrece respuestas sencillas a problemas complejos. Pero también hay otro tipo de identidades, como ‘el hombre enojado’ debido a los cambios por el movimiento feminista; o el proceso de tránsito de una sociedad fordista a post-fordista, donde hay una pérdida de identidad como clase trabajadora, como clase obrera. El caso de Trump es un ejemplo casi perfecto de todo ello.

No es momento de confiarse, sino de enfrentarnos al peligro más acuciante en la actualidad: podemos ser la generación que pierda los derechos conquistados.  En muchas regiones del mundo, como Rusia la democracia es cosa del pasado -o quizá nunca llegó-. Nada es como nos diejron que sería: están mutilando la democracia desde dentro hasta transformarla en una autocracia con escaso margen para revertir la situación.

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