Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Tomar a broma, burlarse de sus afirmaciones, decir que se trata de palabras que no encontrarán eco y subirse al ring sin tener detrás a todos, absolutamente todos los mexicanos, no es una buena idea.
Lo que dice Trump podría concretarse el mismo 20 de enero. Esa “invasión suave” es el preludio de una fuerte y agresiva.
La presidenta Claudia Sheinbaum debe entender que, sin la unidad nacional, la real, la que se forja con el nacionalismo de quienes habitamos este país, no solamente aquellos que “cuentan por sus votos”, su gobierno y la PATRIA están en riesgo.
Como su antecesor, cacarean la expropiación petrolera y colocan a Lázaro Cárdenas a la altura de un héroe. La historia cuenta que el michoacano contó con el respaldo del pueblo, todo, para sostener su decisión. Tan fue así, que las fotos y películas de su tiempo, filmadas para conservar la verdad y no la actuación, mostraron cómo miles, millones de personas acudieron a la Plaza de la Constitución durante semanas para depositar dinero, joyas y hasta gallinas para cubrir la indemnización.
Sin la unidad de los mexicanos ningún gobierno es fuerte, lo suficiente, para hacerle frente las amenazas de quien gobernará con toda la fuerza del ESTADO al vecino del norte.
¡Basta de discursos y alegorías!
Afirmar: si Trump impone aranceles es darse un tito en el pie. Concediendo sin aceptar, el balazo para México será en la sien.
Desdeñar la “suave invasión” es un despropósito. Marcelo Ebrard conoce los alcances de las amenazas de Trump. Juan Ramón de la Fuente, psiquiatra, académico, político y diplomático, está obligado a descifrar el perfil de un personaje que en su propio país fue señalado de no estar saludable del cerebro.
No soy fan ni formo parte de los 35 millones que emitieron el voto por la presidenta, pero creo que es el momento de escuchar el llamado a la unidad para defender la soberanía, el territorio, la vida misma.
Y no encuentro en sus repetitivas mañaneras, al igual que su antecesor un show de monólogos y de negaciones a la realidad, que esté preocupada por reunificar a los mexicanos.
Por el contrario, el desdén hacia los 60 millones de mexicanos que no votaron por ella, por Morena y sus candidatos, impulsa la división.
El maniqueísmo de que ellos, comenzando con la presidenta, son los buenos y el resto somos los malos, provoca el fortalecimiento de la irritación quizá porque esperaban una derrota del oficialismo para “redirigir el destino del país”.
Nadie, en su momento, en el de la elección mexicana, suponía que Donald Trump arrasaría y desaparecería prácticamente de la política a Kamala Harris y al Partido Demócrata en el Congreso y varios de los estados que ganaron los republicanos. Y, sin embargo, logró lo impensable a pesar de ser un delincuente confeso.
Si fue capaz de convencer a los ciudadanos y más tarde a los consejeros electorales, no debe tomarse a la ligera las amenazas y, por el contrario, analizarlas con seriedad.
Si Canadá está preocupada más debiéramos estar los mexicanos.
Presidenta: Llame a la unidad nacional de a deveras y pulse su capacidad de convocatoria.
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