Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Quizá es la edad.
Probablemente la forma en que se interpreta.
A lo mejor se siente satisfecha de haber logrado el propósito de su nacimiento: derrocar al dictador.
Utilizada como símbolo de nacionalismo y como slogan del partido dominante durante 70 años, la sacrosanta Revolución nunca culminó la obra que se escribió en la lucha armada y que buscaba reducir la desigualdad, reconocer derechos de los pueblos originarios, que la tierra se repartiera y se entregara a los campesinos, ejidatarios y comuneros; se buscaba que todos los mexicanos fueran atendidos en centros de salud y que nadie quedara excluido de la educación.
En aquel choque de clases, que no se repitió hasta iniciado 2019, surgieron los adalides de una naciente democracia que se fundó en el sufragio efectivo y la no reelección, se clamaba por la separación de poderes y por una justicia para todos y no solamente para los potentados, lo que generaba la marginación de los pobres.
Han pasado 114 años desde que el pueblo se levantó en armas. Miles de mexicanos acudieron al llamado de Francisco I. Madero y la lucha comenzó. Tardaría 10 años en llegar a su fin y durante las batallas surgieron líderes que son recordados por su entrega y otros por sus traiciones. Personajes como Francisco Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Pascual Orozco, los Hermanos Flores Magón, Álvaro Obregón, los hermanos Serdán, José María Pino Suárez, Belisario Domínguez, Benjamín Hill, Plutarco Elías Calles, Joaquín Amaro, entre quienes se forjó la victoria. No faltaron los traidores como Victoriano Huerta o Felipe Ángeles, quien cambio de bando para combatir a Villa y Carranza.
La historia los ha juzgado.
EL pueblo lo ha hecho también.
El contenido social de la revolución mexicana fue tomado como bandera para que desde el partido único, el de Estado, creado por Calles en 1928 al declarar el fin de la era de los caudillos y el inicio del de las instituciones, y los avances se notaron.
Sin embargo, muchos de los participantes de las batallas, decidieron controlar el desarrollo del país y comenzaron pro apropiarse de miles de hectáreas para sus sembradíos, hurtaron miles de cabezas de ganado bovino y ovinos. Concentraron la riqueza y los campesinos regresaron a la pobreza y la explotación.
Entre los generales, coroneles y capitanes de los ejércitos que participaron, se repartieron el pastel surgido de la victoria y el destierro de Porfirio Díaz.
Hoy se cumplen 114 años de su inició. Y con el paso de los años, como todo ente vivo, registra achaques, enfermedades y muchos de sus propósitos han sido olvidado dando paso al resurgimiento de las clases opulentas a las que no se les toca con el pétalo de una rosa.
Hay desfiles. Como todos los años, se conmemora el inicio no la victoria del movimiento que llevó a México a iniciar el proceso de democratización que, con el paso de los años, fue frenado por el PRI hasta que abrió las puertas del poder y terminó por perderlo.
Ahora, con un gobierno autocrático, que gobierna solamente para los “siervos” y “fanáticos” de la mal llamada cuarta transformación, los principios de la Revolución afloran y exigen ser tomados cuenta, algo que no ocurre por los caprichos, venganzas y ambiciones personales de quien formó el llamado movimiento de regeneración nacional.
Se dice fácil, pero 114 años de resistir los embates “ideológicos”, no es cosa menor. La revolución de Rusia, la que derribo a los zares y que siguió a la mexicana, dejó de existir no por mal planeada ni por contenido, sino por el abuso de poder de los jefes. Revisar la historia y observar el número de personas que han gobernado el enorme país, exhibe la crudeza de gobernar imponiendo el yugo.
¿Pervivirá el movimiento encabezado por Madero?
Difícil asegurarlo. Las conciencias deben despertar y darse cuenta que la historia está encaminada a repetirse.
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