Por Edmundo Cázarez C
-Segunda de tres partes-
Foto Adrián Ponce
Tratar de narrar la historia de una mujer y de su hijo, que han sido víctimas de la violencia intrafamiliar, nos sirve para recordar que los seres humanos somos muy poca cosa… ¡Que, el mundo, quizás, no nos necesite, pero nosotros, lo necesitamos desesperadamente!! Como bien lo apunta el destacado historiador y escritor italiano Alessandro Vanoli, a través de su monumental obra literaria acerca de interesantes relatos sobre los océanos. Al adentrarnos en una interesante y estrujante historia vivida por una extraordinaria mujer, orgullosamente mexicana, la Maestra Delfina Careaga, nos llena de rabia al escuchar, de viva voz, los dolorosos pasajes que le tocó vivir y soportar al lado de un enfermo neurótico, su ex marido, quien, al parecer, no sentía la mínima compasión al causarles un terrible daño físico y moral, a una indefensa mujer, como a su pequeño hijo de tan solo 13 años de edad.
Con tenacidad, el coraje y un aferrado deseo de salir adelante, se armó de valor y optó por su independencia, poniendo a salvo su propia seguridad y la de su pequeño hijo. En esta segunda parte de la interesante conversación la prestigiada escritora y guionista Delfina Careaga, invita a todas las mujeres de nuestro país, para que no permitan la mínima agresión física ni verbal, por parte de sus parejas sentimentales, rechazando categóricamente que es totalmente falso, aquello de que “calladita te ves más bonita”, sino que es todo lo contrario, las anima a levantar la voz y hacerse respetar.
A sus 88 años de edad, sin preocuparle absolutamente nada, mucho menos, encontrarse postrada por el resto de sus días en una silla de ruedas, debido a un añejo padecimiento neuronal, la Maestra Delfina Careaga impresiona por su lucidez y una sobrada fuerza de voluntad para seguir adelante, quien disfruta seguir escribiendo en la intimidad de su muy humilde hogar, en una popular colonia de Toluca, Estado de México, auxiliada por una ya muy vieja computadora de escritorio, se da a la tarea de crear un sinnúmero de historias que comparte a través de su página de Facebook -Delfina Careaga-, en donde por cierto, tiene como foto de perfil a su inseparable y leal mascota, un hermoso perrito “licenciado Salustio” Es sorprendente que, a su avanzada edad, se mantenga tan ocupada y preocupada por el acontecer nacional y expresa: “La perversa pobreza que vive México, es de las más terribles injusticias que haya tenido en toda su historia”
Cuando se cansa de escribir, se refugia en el teclado de su inseparable piano, A lo Mero Macho, es que toca precioso, por lo cual, se ha convertido en una auténtica melómana, especialista en música clásica, a lo que añade: “Es una enorme tristeza que, hoy en día, nadie escriba canciones para los niños, tal como lo hacía Cri Cri”
La verdad, es que resulta una delicia conversar con esta gran mujer. Sencilla en su trato, amable, simpática y poseedora de una memoria y cultura envidiables, esto fue lo que me dijo:
– ¿La literatura, es el verdadero tesoro de la humanidad?
– ¡Qué bien lo ha dicho usted!!, en los libros, está absolutamente todo el desarrollo de la humanidad. Lo veamos por donde lo veamos. No se diga esa fantástica saga de ficción de Isaac Asimov
-Después de que había leído tantos libros a escondidos arriba de su camita… ¿Cómo se sentía cuando asistía a clases en la escuela primaria?
– ¡Me está haciendo hablar y le aseguro, que ya no me va a poder parar ehh… ¿Me pregunta cómo me sentía en la escuela, después de haber leído tantos libros en mi casa?, la mera verdad, me sentía bastante mediocre con lo que nos enseñaban a los niños, como si fuéramos retrasados mentales… ¡Me sentía absolutamente mediocre!!
– ¿De ese tamaño?
– ¡Sí, de ese tamaño!!… ¿Pero, quiere que le diga por que le estoy diciendo esto?
-Pues sí, yo no soy adivino…
-Porque pasaba de panzazo en la primaria, la máxima calificación que alcancé fue de un siete
– ¿Iba a la escuela por mera obligación, pero su mente estaba ocupada en libros que leía a escondidas?
– ¡Exacto!!, era cumplir con una obligación, pero no para aprender cosas tan insulsas que los maestros nos decían a los niños, como si fuéramos tarados. Hasta la fecha, mi reducido intelecto, es gracias a los libros que he tenido la oportunidad de recetarme, porque yo no le llamaría leer a ese delicioso banquete de conocimientos que en cada libro pude absorber.
– ¿Hasta qué grado llegó?
-Los seis años de la primaria me los aventé completitos… ¡y hasta ahí!! No tengo secundaria, no tengo preparatoria y ningún grado más
– ¿La mejor escuela es la vida?
– ¡Pues eso dicen!!
– ¿Cómo vivió esa etapa de la adolescencia?
-Pues como todas las chamacas de mi tiempo, me atraían algunos chicos…
– ¿Fue muy noviera?
-Pues no eran mis novios en sí, sino que, cada tercer día, cambiaba de chico porque se me hacían muy mensos, además, no tenían tema de conversación, hasta que me enamoré perdidamente del papá de mi hijo. ¿Lo que se llama novio?, la verdad, es que nunca tuve y cuando llegó ese único… ¡zaz!!, con ese me casé…
– ¿A qué edad?
-Ni siquiera había cumplido los 16 años…
– ¡No es posible, era casi una niña…!!
-Con decirle que, a mi hijo, le llevo 17 años. Pero, ahora, mi hijo es más grande que yo… Ja, ja, ja.
– ¿Cómo se divertía, en los momentos en que no se ponía a leer?
-Escuchaba la radio, porque la tele… ¡todavía no!! Fíjese que escuchaba una estación de radio que se llamaba XELA, en donde tocaban pura música clásica. También escuchaba Radio Universidad, que también, era música clásica, con la diferencia que ahí, hacían entrevistas y en la XELA no.
– ¿No llegó a escuchar la XEW?
-No, porque en las tardes, pasaban radionovelas, y esas, sí que le encantaban a mi mamá/abuela, y hasta la XEQ…
– ¿Ninguna de esas radionovelas la atrapó?
-Quizás, la única que me llegó a llamar la atención, fue Anita de Montemar… ¡Dios mío!!, me aterraba ver llorar a mi mamá/abuela, lloraba verdaderos océanos con esa radionovela.
– ¿Y el Conde de Montecristo?
-Con su tocayo Edmundo Dantés, no escuché la famosísima radionovela, pero sí, me receté ese fantástico libro. Por cierto, había un programa en la XEW que me encantaba… ¡¡rayos!!, ya se me olvido lo que le iba a decir… -Su cara refleja angustia y me dice-: ¿Me perdona, ya me está invadiendo la demencia senil, ya me da miedo porque me pasa muy a menudo!!…
-No se preocupe, usted tranquila, además, yo no llevo prisa…
– ¡Ah, ya me acordé!!, era el programa del “Panzón Panseco”, que en realidad se llamaba Arturo Ernesto Manrique Elizondo, me hacía reír muchísimo y hasta el grado que tenía que irme corriendo al baño porque me ganaba la “pipi” de la risa… ¡Soy una bruta!!
– ¿Y ahora que…?
-Cómo es posible que no me acuerde del maravilloso programa de Francisco Gabilondo Soler Cri Cri…
-Pero usted, como que ya estaba muy “grandecita” para esas canciones infantiles…
– ¡No me amuele!!… ¿Acaso ya me ve adentro del cajón? Además, grábeselo bien… ¡el ser humano, nunca deja de ser niño!!
– ¡No quise ofenderla…!!
-Si me hubiera faltado el respeto, tenga la seguridad que mi fiel perrito, “el licenciado Salustio”, ya le hubiera mordido una nalga ja, ja, ja.
– ¿Qué es lo que más le gustaba del programa de Cri Crí?
-Tenía una fantástica manera de narrar cuentos y de cómo había escrito cada canción, eso, era precioso. También me acuerdo de “El Club del Tío Gambón”
-En la naciente televisión mexicana, ¿Qué es lo que veía?
-El formidable “Club del Hogar” con Madaleno y Danielito Pérez Arcaráz, un programa que disfrutaba muchísimo…
-Eso, era hacer una verdadera televisión limpia y fresca…
-Tenían mucho ingenio, lo más curioso, todo el programa era pura propaganda, pero con un extraordinario sentido del humor… Me acuerdo, por ejemplo… “Señora, ¿su hijo no entiende sus regaños, sigue portándose mal?… ¡Dele de beber Emulsión de Scott y estará lleno de vitalidad y buena memoria!! Daniel Pérez Arcaráz decía que El Club del Hogar era el único programa de la televisión, en todo el mundo, que se transmitía en blanco y negro.
– ¿Qué sucede cuando fallece su mamá/abuela?
-Murió cuando yo acababa de cumplir quince años de edad
– ¿Pero, sí le hicieron su fiesta de XV Años?
– ¡Claro que sí!!…
– ¿Cuénteme, quien fue el “chambelán”?
-El papá de mi hijo, por cierto, no me dejó bailar con nadie, pero lo que se llama nadie.
– ¿Era muy celoso?
-Sí, la verdad es que sí, además, mucho muy inmaduro, lo había atrapado una pasión de esas tremendas. Por cierto, en mi casa no me dieron permiso para casarme con él, aunque, él, ya tenia 19 años
– ¿A los quince años, ya estaban decididos a casarse?
-Pues sí, pero eso sucedió hasta los 16 años…
-Ja, ja, ¿Se “comieron el pastel” antes de tiempo?
-No, no nos comimos el “pastel” antes de tiempo, así es que me agarró totalmente “virgen” Me acuerdo que el papá de mi hijo fue a gobernación para que le autorizaran la habilitación de edad y poder casarnos porque éramos menores de edad. En aquel tiempo, la mayoría de edad se adquiría a los 21 años.
– ¿Y qué sucedió?
-Nos dieron un permiso para casarnos sin el consentimiento de los papás… ¡Y nos casamos a rajatabla!!, y sin que nadie de nuestras familias fuera a la ceremonia por el civil
– ¿Cómo cambio su vida, ya formando un joven matrimonio?
-Durante el primer mes de casada, no me llegó mi periodo menstrual y me espanté mucho porque llegué a pensar en que no podría tener hijos…
-Es que, aún, era una niña…
– ¡Exacto!!, no sabia absolutamente nada de nada. Mi hijo nació a los diez meses de casados…
– ¡Picaros!!, no perdieron ni un solo minuto…
-Ambos, estábamos experimentando y hasta despertando al sexo. Nuestras familias estaban muy enojadas y furiosas con nosotros dos
– ¿Cómo fue ese proceso de convertirse en mamá?
-Desde que supe que tenia dos semanas de embarazo, me invadió un súper amor por mi hijo. No pensaba en otra cosa de cómo sería su carita, de cómo sería su voz, si era niño o niña…
– ¿Platicaba con él?
-Sí, muchísimo…
– ¿Qué le decía al bebé en proceso de formación?
-Palabras cariñosas que me salían desde lo más profundo de mi alma y mi corazón
– ¿Qué sintió cuando, por fin, llega el anhelado bebé?
-Acababa de cumplir mis 16 años, estaba completamente segura que había sido un milagro que naciera el bebé…
– ¿Por qué un milagro?
-Porque lo veía y más que mi hijo, era como si fuera mi hermanito menor, yo no estaba preparada para convertirme en mamá. Debo confesar que fui una muy mala mamá…
– ¿Por qué me dice eso?
-Es que fui una taruga para saber cuidar a un recién nacido. Nada más me la pasaba en estarlo besando y decirle cosas bonitas, pero, los bebés, requieren de muchísimas atenciones y cuidados especiales. Ni siquiera sabía cómo debería amamantarlo correctamente y lo que era peor, hasta se me olvidaban sus horas de alimentarlo. Fui una mamá muy mala y mi pobre hijo sufrió mucho.
– ¿Quién le ayudaba a cuidar al bebé?
– ¡Nadie!!…
– ¿Y cómo le hizo?
-Pues como Dios me dio a entender, a lo mejor, con mucha suerte. Pero tampoco caí en graves y extremosos errores en que se me estuviera muriendo… ¡No!!, es que se me olvidaba amamantarlo, yo me quedaba dormida y pobre niño llorando de hambre.
– ¿A lo Mero Macho, se considera que fue una mamá muy cruel?
-Digamos que algo tonta y hasta “despistada”, pero de ninguna manera, fui de la calidad de mamá de la que me tocó a mí.
– ¿Qué sintió cuando tuvo al bebé entre sus brazos, la primera vez?
-Pensaba que ya había cumplido mi papel en la vida, que, de ahí en adelante, ya no había necesidad de hacer nada más por mí. Porque ser mamá, era el acto máximo al que puede aspirar una mujer y de lo más orgullosa que me podría sentir en la vida.
– En su pensamiento, ¿qué futuro construía para su hijo?
-Eso, jamás me había importado. Lo único que yo quería para él, es que fuera mucho muy feliz y que hiciera lo que quisiera
– ¿Para usted, ya convertida en una inexperta mamá, ¿cómo era el México de ese entonces?
-Un México muy bonito porque estaba encuadrada en una clase social, en la que me permitía vivir cómodamente.
– ¿No sabia lo que era pasar hambres?
-No, afortunadamente no. Nunca supe lo que era pasar “hambre” ni tenía noción de ese pueblo exterior…
– ¿Vivía en un castillo de la pureza?
-Estaba totalmente ajena a una realidad. Para mí, lo único que me rodeaba era mi familia y mi adorado hijo, pero veía a todos mucho muy felices con la llegada de un bebé a casa.
– ¿No lo le llamaba la atención ir a los teatros o al cine?
-Es que el recuerdo que tenia de un teatro, fue cuando me llevaron a uno, estando mucho muy chiquita, al majestuoso Teatro Hidalgo, que estaba ubicado en la calle de Donceles, en donde se presentaba pura zarzuela. Luego, cuando tendría unos nueve años de edad, me llevaban los domingos al Teatro Lírico a una revista musical que se presentaba
– ¿Qué figuras llegó a conocer en persona?
-A la inolvidable y talentosa María Conesa, quien era un verdadero fenómeno social, aunque no tenía buena voz ni tampoco era muy bonita que digamos. También vi en persona a don Jesús Martínez Rentería, mejor conocido como “Palillo”
– ¿Por qué le impactó tanto María Conesa?
-Porque proyectaba una fuerza espiritual terrible interior. Déjeme describir lo que yo veía como espectador: “Estaba la sala del Teatro Lírico completamente a oscuras, se levantaba el telón con un escenario completamente vacío, lo único que resaltaba, de manera impresionante, era la figura de María Conesa parada exactamente a la mitad del escenario y con un espectacular mantón de manila… ¡Sin moverse y sin hablar!!, y el teatro se venía abajo a causa de una estruendosa ovación por parte de los asistentes. Acompañados de un intermitente golpeteo en el suelo que producían los zapatos del público.
– ¿Qué le gritaba la gente?
-Era un entusiasmo desbordado, una exaltación tremenda y sin faltarle el respeto… ¡Esa era María Conesa!! Total, se ponía a cantar con una extraordinaria gracia y hasta se le ocurría bajar del escenario, era convivir con el público y hasta se sentaba en las piernas de los hombres que estaban en la primera fila, el público se volvía loco.
– ¿Qué edad tenía María Conesa en ese tiempo?
-Si no me equivoco, creo que tenia como 60 años, ya era una mujer madura y consolidada. La gente le pedía, una y otra vez, que entonara sus famosos “cuplés”
– ¿Un México que se nos fue?
-Si, un México que se nos fue a una clase social, porque, ahora, es todo violencia. Aunque había mucha pobreza, los delitos eran mínimos…
– ¿Ser pobre es delito?
-No, no es delito, pero sí, una criminal injusticia, pero una de las más terribles y perversas injusticias en toda su historia
– ¿A quién le conviene esa perversa pobreza que hay en todo México?
-Pues a los mismos gobiernos y al sistema político que impera…
– ¿Quién puede solucionar todo lo que nos está pasando?
-Nosotros mismos. Todos, pero todos, tenemos que hacer algo por nuestro país. No se trata solamente de los gobiernos
– ¿De ese tamaño?
-De ese tamaño y mucho más grande…
– ¿Cómo le hizo para salir adelante con el nacimiento de su hijo?
-Tuve que empezar a trabajar durante dos turnos en la dirección general de caminos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y Obras Públicas, que, en ese entonces, se le conocía como la SCOP. Ahí, mi tía, era jefe del departamento de construcción de caminos y me metió como secretaria, pero como me pagaban muy poquito, tenía que quedarme dos turnos para sacar lo suficiente para cubrir los gastos de mi bebé.
– ¿El papá de su hijo no trabajaba?
-Ante las exigencias de su familia, le dimos la oportunidad que pudiera continuar con su carrera…
– ¿Qué estudiaba el joven?
-Cuando nos casamos, como le dije, él, tenía 19 años, apenas comenzaba a estudiar la carrera de arquitectura en la UNAM, y no faltaba quien me apostara que no iba a terminar su carrera, que nada más se estaba aprovechando de mi
– ¿Pero, sí termino la carrera?
-Sí, afortunadamente sí concluyo con sus estudios y logró recibirse
-Vaya que usted estaba muy enamorada de él….
-El amor… ¡mueve montañas!! Además, fue un arquitecto muy famoso y se hizo mucho muy rico. Construyó muchos edificios en todo el país…
– ¿Usted seguía trabajando, no obstante, que su esposo ya había terminado la carrera?
-No, ya no. Él, me pidió que dejara de trabajar el mismo día en que se recibió de arquitecto. Ya no me vi en la necesidad de aportar absolutamente nada ni para mi hijo ni para el sustento de la casa en donde vivíamos.
– ¿Cuánto tiempo duró su matrimonio?
-Tiempo después, me divorcié de él…
– ¿Por qué?
-Porque se convirtió en una auténtica bestia…
– ¿…Qué le hacía?
-Me golpeaba mucho…
– ¿Era alcohólico?
-No…
– ¿Entonces…?
-Porque entró en un delicado estado de neurosis, sumamente enfermo.
– ¿Por qué le aguantó que la golpeara?
-Al principio, yo pensaba que era producto de la enorme presión de su trabajo…
– ¿…Y después?
-No me cabía ni siquiera la rabia, sino un espantoso miedo…
– ¿Llegó a pensar que la iba a matar?
-Sí, la verdad es que si, y es por eso que tomé la decisión de divorciarme y terminar los quince años que estuve al lado de él. Un día, me invitan a un baby shower, cuando regreso a la casa, él, fue quien me abrió la puerta y me pregunta ¿Cómo había estado el convivio? Le dije que bien, pero que había regresado a casa solamente para recoger mis cosas porque estaba decidida a separarme de él…
– ¡Pácetelas!!… ¿Cuál fue su reacción?
-Totalmente sorprendido, me dice ¿A dónde te vas? Totalmente tranquila y sin perder la cabeza le dije: “Eso, todavía no lo sé, pero me voy de tu lado y es para siempre” ¡Y jamás, volví con él!!
– ¿Y qué sucedió con su hijo?
-Víctor, ya era un adolescente de 13 años y permanecía con sus abuelos paternos. El único favor que le pedí a mi ex marido, fue que no le dijera nada al niño acerca de nuestra separación, para que continuara viviendo feliz al lado de sus abuelos, que tiempo más adelante, yo hablaría con mi hijo.
– ¿Cuál fue la reacción de su hijo?
-No la exteriorizó mucho, porque también a él, su papá lo golpeaba demasiado. Como a los cuatro meses de todo eso, nos volvimos a reunir en una casa y jamás nos hemos separado, mi hijo y yo, hasta la fecha.
-Vaya historia que le tocó vivir…
-Es por ello que invito a todas las mujeres de mi país, a través de EL UNIVERSAL, para que no permitan que se conviertan en víctimas de violencia intrafamiliar.
– ¿La música de su piano, fue ese valioso instrumento que le devolvió la alegría de estar viva y en paz?
– ¡Qué bonita pregunta!! La música de mi piano, me trajo otra realidad y no la situación incoherente y absurda que estaba viviendo con el animal que tenía como marido, que nos golpeaba brutalmente… ¡No cabe duda, el arte y la música salvan al hombre!!
-Continuará-