Los Dados de Dios
*Descanse en paz, Brillante y Respetuosa Señora, Economista y… Política
NIDIA MARIN
Hay personas que dejan huella en la historia de las naciones y de la gente. Ifigenia Martínez de Navarrete es una de ellas. Su labor en la política, y fundamentalmente en el Congreso de la Unión, hablan de toda una vida (en sus fructíferos 99 años), dedicada a la economía, a las leyes, a los preceptos, a México y al bienestar de los mexicanos.
La enorme economista (con maestría en Harvard) luchó desde siempre por el respeto a las normas y a los seres humanos, hombres y mujeres.
Así la conocí…
La recuerdo con reconocimiento, respeto y agradecimiento.
Fue en los años setenta, durante el gobierno de Luis Echeverría y cuando la crisis petrolera estaba en su apogeo en todo el mundo. Las escaramuzas no cesaban tras la rauda guerra de Yom Kipur y el encarecimiento de los precios del petróleo.
México no se escapaba de aquello. Su problemática era severa. Lo mismo la confrontación entre trabajadores petroleros, luego del nacimiento de los “independientes” opuestos a los denominados “sindicatos charros”, -así eran calificados los integrantes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana-, y el levantamiento de obreros en la refinería de Tula.
En ese entonces esta reportera (ya había salido de la “Sección de Sociales” para incorporarse a “Información General”). Como suplente cubría Pemex y sus sindicatos para “El Universal”, en ausencia del titular.
Fue el caso.
El Jefe de Información me había ordenado entrevistar al subsecretario de Finanzas de Petróleos Mexicanos, el gran economista Alfredo Navarrete Romero (primer mexicano en obtener la maestría en Harvard, según se ha publicado) sobre la situación que prevalecía en la materia en nuestro país, la posible subida del precio y las presiones sindicales.
UNA REPORTERA EN
LA AVENIDA JUAREZ
Diariamente esta reportera acudía a las oficinas ubicadas en la Avenida Juárez y esperaba sentada en un sofá que informaran de la cita solicitada con el funcionario. Así fue durante ocho días, hasta que los directivos de la paraestatal hablaron con el director del diario y lo invitaron a tomar un café en un restaurante cercano a la calle de Bucareli. Él no fue, pero envió “a un propio” en su nombre.
Por mi parte, recibí la orden de acudir también a esa cita. Cuando llegué, el funcionario de finanzas de Pemex estaba acompañado de su esposa, nada más y nada menos que Ifigenia Martínez de Navarrete, en ese tiempo aspirante a una curul en la L legislatura.
Así la conocí.
Y ese día, simplemente expliqué que nunca se me recibió, pero que tampoco me habían informado que no me recibirían.
Doña Ifigenia frunció el ceño y muy molesta le reclamó a su esposo aquella descortesía. Así fue ella. Sin lastimar a nadie me dio la razón y yo le di las gracias.
No, no hubo entrevista, pero… quedamos tranquilos en ambas partes gracias a ella.
Viene a la mente aquel recuerdo, porque previo a su muerte, con la escasa vida que le quedaba y el desorden imperante durante el evento de la reciente toma de posesión presidencial, no leyó completo su mensaje, en el que también decía:
“Desde esta soberanía le decimos (a la presidenta Sheinbaum) que no está sola, que nuestras diferencias no nos dividan, sino que sean fuentes de propuestas y de soluciones compartidas a los distintos retos qie hoy enfrentamos. Hoy, más que nunca, necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir juntas y juntos un país más justo y solidario. Es tiempo de altura de miras; es tiempo de construir nuevos horizontes y realidades”.
De ahí el recuerdo de aquellos hechos. Por cierto, el funcionario tampoco aceptó hablar para otro medio. Mucho menos el titular de Pemex, Antonio Dovalí Jaime.
Pero la situación en la materia seguía grave en el país. Era insistente el reclamo salarial de los trabajadores petroleros, las marchas constantes y la situación inestable, por lo que fui enviada por el periódico a Tamaulipas para entrevistar al máximo líder sindical de aquellos años Joaquín Hernández Galicia, alias “la Quina”.
En aquel tiempo, gobernaba la entidad Manuel A. Ravizé Richer, quien estaba por concluir su mandato.
Viajé a Tampico. El líder no estaba en su oficina y me trasladé, muy temprano, a las puertas de su casa. No me abrieron y se negaron a recibirme.
Me senté en un pequeño escalón de ladrilló de la puerta por donde tendría que pasar cuando saliera. Una hora después (a las 8.00 de la mañana) las puertas se abrieron y el líder se dirigió a su carro, pero… yo aproveché un descuido y me subí primero.
– ¡Bájese señorita! – dijo molesto “La Quina”.
– No, sólo que responda unas preguntas, vengo desde la Ciudad de México…
– ¡Por favor bájese señorita!
-No, don Joaquín. Aquí me quedo.
-Entonces vámonos al aeropuerto- le ordenó al chofer.
En el trayecto no pronunció palabra alguna. Y al arribar a la terminal volvió la mirada al asiento trasero donde yo viajaba…
-Le invitó un café- dijo muy seco.
Y fuimos a la cafetería donde contestó todas y cada una de las preguntas.
Después se despidió y me explicó que recibiría a Enrique Cárdenas González.
Así fue. El avión arribó y del mismo descendió el que posteriormente sería el nuevo gobernador de Tamaulipas.
El conflicto petrolero continuó por años.
Pasaron décadas después de la reunión con doña Ifigenia, aunque nos encontramos en diversos eventos políticos. Inclusive cuando Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ingresó como el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, electo por votación (y no priista), en 1997, ella estuvo presente como integrante del Partido de la Revolución Democrática al que también pertenecía el ingeniero.
En este siglo XXI, al recibir la medalla Belisario Domínguez en el Senado de la República en 2021, doña Ifigenia dijo:
“El refrendo del respeto a la división de Poderes, debe mantenerse incólume, sin amenazas ni presiones”.
Hoy, se observa, no la escucharon.
Descanse en paz una gran mexicana.