*El Proyecto de un Hombre Aprovecha
el Poder Para Mantener Divido el País
*No hay Registro de que un Presidente
Mencione a su Partido el Día del Grito
*AMLO Selló sus Ínfulas de Gobernar
Para Unos u Marginar a las Mayorías
POR EZEQUIEL GAYTÁN
El 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo arengó a la multitud al pronunciarse en favor de la independencia. Nadie sabe lo que dijo y nada está escrito, por lo que hay múltiples versiones místicas y míticas acerca de “El grito”. Lo que es un hecho es que durante la lucha por la independencia algunos caudillos conmemoraban en la madrugada del 16 de septiembre ese llamado a la libertad frente a sus tropas. Después de 1827 la tradición comenzó a asentarse y los festejos comenzaban en la noche anterior y la arenga era aproximadamente a las seis de la mañana. Sin embargo, fue con Porfirio Díaz que se organizaron formalmente las fiestas patrias al dar el “grito” a las 23 horas del día 15. Seguramente a fin de aprovechar los símbolos del poder, pues coincidía con el día del cumpleaños del dictador. Desde entonces los mexicanos acostumbramos a acudir a las plazas de armas de nuestras respectivas localidades a fin de mantener esa sabia tradición de luchar por nuestra libertad e independencia y con ella iniciar la verbena popular. Tiempo después, con la televisión, prácticamente no hay adulto que no haya visto, aunque sea una vez en su vida, el grito transmitido desde el Palacio Nacional y gritando ¡Viva México!
Desde el porfirismo el 15 de septiembre es franca y abiertamente la festividad de toda la nación. Absolutamente todas y todos los mexicanos gritamos vítores en favor de los héroes que nos dieron patria y todos, sin excepción nos manifestamos en favor de la independencia, la libertad y por México. Sin embargo, esa unidad popular que era indiscutiblemente unánime, el pasado 15 de septiembre también fue fracturada por AMLO. Ese día no todos hicimos eco a las arengas presidenciales. Tristemente hubo silencios e incluso chiflidos, cuando el presidente de la república gritó “viva la cuarta transformación”. Algo nunca visto en la plancha del Zócalo. El primer mandatario que debe asumir la responsabilidad de conducirse con la investidura presidencial se desenmascaró y se asumió como un caudillo y no como un jefe de Estado y el presidente de todos los mexicanos. A todas luces su grito fue tendencioso y selló sus ínfulas de gobernar para unos y a marginar a quienes no se plieguen sumisamente a su proyecto.
Nunca se había visto un acto tan desfachatado y sesgado en favor de un partido político. El pasado 15 de septiembre el “grito” dejó de ser el símbolo de unión y fraternidad. Alguien me dirá que todos los presidentes cambian la arenga y que no existe un protocolo formal respecto al contenido y es cierto. También me dirán que no ha habido presidente, gobernador o presidente municipal que no se aprovechara, de alguna manera, a fin de tratar de obtener algún beneficio personal o partidista en el mes de septiembre. Lo cual también es vedad. Pero nunca lo hicieron de manera tan desvergonzada, descarada y cínica.
Nuestro presidente, aunque ya se va, no es el presidente de todos los mexicanos. En el mes patrio, todos nuestros mandatarios han cargado los dados a favor de su partido y de su persona porque así es la política. Pero ninguno lo había hecho durante la arenga del 15 de septiembre. Por lo menos cuidaban las formas y mantenían la unanimidad y aseada la verbena popular. El tabasqueño asentó inequívocamente que no es el presidente de todos los mexicanos y ni le interesa, que no gobierna para todos y que su estrategia por mantenerse en el poder es dividirnos. Desea que nos confrontemos al identificarnos como fifís o como chairos y, partir de ahí, esa masa morenista abstracta que se dice mayoría estigmatice de conservadores a quienes tachan radicalmente de minoría antipatriota por pensar diferente en términos políticos. Su intención es confundirnos y que perdamos de vista de que sólo con la unidad de los mexicanos y el consenso cultural de tener un proyecto común de mexicanidad podremos trabajar por la buenaventura de las futuras generaciones.
El Grito de Independencia era unidad, consenso, acuerdo y disposición cualitativa de construcción de identidad, de exploración imaginativa de referencias históricas, de alusiones respecto al sentido de la vida y la muerte, de tradiciones formativas, de circuitos de relaciones de amistad, de cohesión funcional, de elementos atemporales de los significados de los símbolos patrios, de la fundación anímica de la fiesta y el cantar. En fin, era la interpretación compuesta por millones de mexicanos dispuestos a desplegar unidos el sueño de libertad e independencia.
Pero ya no. Ahora es un ritual irresponsable de un partido político y de sus simpatizantes que excluye, divide, fragmenta y segrega con intolerancia a algunos mexicanos.