Por Edmundo Cázarez C.
-Primera de dos partes-
Foto Adrián Ponce
Dentro del marco de la presentación de su libro ¡Hay Justicia!!… “Testimonio de mis juicios y casos”, publicado por Editorial Planeta, Ernesto Canales Santos, abogado por la Escuela Libre de Derecho, así como una sobresaliente formación en las universidades de Columbia, Stanford, Texas y Tecnológico de Monterrey. Un jurista que ha realizado una destacada trayectoria legal por más de cinco décadas, desempeñado un papel de enorme importancia dentro del ámbito empresarial, académico y diversas organizaciones de la sociedad civil. Sin lugar a dudas, pieza clave en el cambio del sistema de justicia penal en México. Su constante esfuerzo y talento le rindió frutos, en 2006, se convierte en el Primer Fiscal Anti Corrupción en México con sede en su natal Nuevo León. Y, por si fuera poco, incursionó de manera brillante en la industria del cine como productor del exitoso documental Presunto Culpable.
Gracias a la intervención de una inteligente, atractiva y magnífica publirrelacionista: Lizbeth Pérez, nos permitió lograr la entrevista con el abogado Ernesto Canales Santos, de manera anticipada a la presentación de su libro “Hay Justicia”, quien nos recibió en su impresionante departamento, ubicado en el piso 17 de un majestuoso condominio, en pleno corazón de Polanco, teniendo la necesidad de pasar cuatro sofisticados filtros de seguridad para poder tener acceso, desde donde se puede apreciar una espectacular vista del Bosque de Chapultepec, Auditorio Nacional y Paseo de la Reforma.
A sus exitosos 75 años de edad, sorprende por su lucidez y vitalidad. Amable, educado y sencillo en su trato, transmite una extremada seriedad y poseer un carácter fuerte, aun así, logramos romper el hielo y arrancarle algunas risas al recordar interesantes anécdotas tanto de su etapa infantil y adolescencia.
En esta primera parte de la entrevista que concedió a MISIÓN POLÍTICA, nos narra como logró convertirse en el Primer Fiscal Mexicano, especializado en perseguir los delitos de corrupción, así como los retos que enfrentó y subraya: “Es muy perverso simular la impartición de justicia en México, porque, ni la maña ni la astucia, es lo que enaltecen a un buen abogado, sino un profundo conocimiento de la materia jurídica”.
-Señor licenciado, lo veo totalmente emocionado y entusiasmado por la salida de su más reciente libro “Hay Justicia”, que publica Editorial Planeta… ¿Cómo le va en la vida?
-Antes de responder, permanece en silencio pensativo, inhala profundamente, se relaja y me dice: “Esa interesante pregunta puede tener muchas respuestas, pero te puedo decir que me va a todísima madre, pero también, que me va de la chingada…”
– ¿Por qué a toda madre y al mismo tiempo, de la chingada?
-Es que la vida misma tiene muchos carismas… Me va a toda madre porque he tenido una vida de muchos éxitos relativos a mi profesión. Porque he tenido muchas coincidencias o casualidades que han salido totalmente en mi beneficio. Vamos, he tenido mucha suerte, repito, en circunstancias mucho muy favorables…
– ¿Y por qué de la chingada?
-Porque he sufrido mucho y he tenido grandes fracasos…
-Nadie es perfecto…
-Eso lo sé muy bien, pero nunca estoy satisfecho completamente, hasta tengo incrustado en la piel ese sentimiento de perfeccionismo que lo convierte a uno, hasta cierto punto, un tanto intolerable y hasta difícil de mantener relaciones a la par… ¡Puff!!, es algo que tengo que dominar…
-La derrota, es la madre de todas las victorias… ¿no?
-Si, efectivamente. Trato de sacarle provecho a cualquier evento, además, hay tela de donde cortar. Siempre, con una muy buena actitud se puede enmendar el camino y lograr el objetivo que uno está buscando.
– ¿Qué recuerdos atesora de su etapa infantil?
-Provengo de una familia numerosa, fuimos ocho hermanos, de los cuales, me tocó ser el quinto…
– ¿No había quinto malo?
– ¡Exacto!!, la pasábamos mucho muy divertido. Me desarrollé dentro de un ambiente muy protegido. Me sentía muy seguro de cruzar las muy diferentes circunstancias que se me presentaban y saber sacar provecho de todo.
– ¿De niño imaginó que se convertiría en un destacado abogado?
-No, no y no. De niño no imagine estas cosas…
– ¿A qué jugaba?
-Estando en primaria y secundaria, me gustaba mucho el básquetbol. Asimismo, era integrante de los Boys Scouts, como lobato. Además, tuve el privilegio de ser integrante de la banda de guerra…
– ¿Un niño del montón o aplicado?
-Siempre fui un niño aplicado. Me gustaba mucho leer libros y sacar buenas calificaciones, tan es así, que me gustaba mucho me pusieran medallas en el cuello como premio a mi aprovechamiento escolar y presumirlas con mis hermanos, con mis papás y demás familiares.
– ¿Sus papás a qué se dedicaban?
-Mi papá se dedicó al comercio por los efectos de la revolución, no obstante, se encontraba estudiando la carrera de medicina en la universidad autónoma de San Luis Potosí, pero cuando la revolución mexicana estaba en pleno apogeo, su familia se tuvo que concentrar, es decir, recortar gastos y todo lo que ello implicaba, por lo mismo, se vio obligado interrumpir su carrera para llegar a ser médico…
– ¿Y qué sucedió?
-Se van para Monterrey, de donde era originario y como no tenia una carrera, opta por dedicarse al comercio como minorista. Con el paso del tiempo y basado en su propio éxito, crea una casa de mayoristas textiles, mucho muy importante que estaba ubicada en el norte de la República, surtiendo a fábricas del centro del país, vamos, desde Chihuahua hasta Veracruz, Puebla, Tlaxcala y el Bajío.
. ¿No hay mal que por bien no venga…?
– ¡Pues sí!!, tuvo una vida de éxito comercial importante
– ¿Cuál era su juguete favorito?
-Tenía varios porque todo quería, soldaditos de plomo, carritos, avioncitos, así como cuadernos de dibujo y todo lo que fuera entretenimiento, ahí estaba yo
– ¿Qué anhelaba ser de grande?
-No lo decía, pero sí, sabia lo que no quería ser…
– ¿Qué era lo que no quería ser?
-No quería ser comerciante…
– ¿Por qué…?
-Está malo decirlo, pero me parecía que había más cosas en la vida que ser comerciante
– ¿Cómo era su hábitat en su natal Monterrey?
-Mucho muy protegido, siempre jugaba con puros conocidos y únicamente íbamos a la casa de amigos. Recuerdo que, por las noches, teníamos una marcada protección de vigilancia y seguridad en casa. Además, mis papás se involucraban mucho en nuestras actividades escolares, de manera que, mis hermanos y yo, teníamos un lugar especial en el colegio y llevábamos a cabo nuestras actividades de manera un tanto fácil para nosotros y dentro de un ambiente óptimo.
– ¿Vivir tan cerca de Estados Unidos, de alguna manera, eso los motivaba a superarse?
– ¡Por supuesto!! Ahorita que lo recuerdo, mi mamá también sufrió los efectos de la revolución, con una familia próspera y propietaria de tierras laborables en Bustamante, un lugar muy cercano de Monterrey, a una hora de distancia.
– ¿Tuvieron que emigrar debido a la guerra de la revolución?
-En efecto, primero se fueron para San Antonio Texas, huyendo de México y como el dinero se les fue mermando, optaron por irse a Nuevo Laredo, Texas.
– ¿Una vida de migrantes?
– ¡Sí, pero siempre, con la suerte de tener una vida de cierta manera holgada
– ¿Considera que, en el México de antes, existían valores mucho más acendrados y diferentes al México de hoy?
– ¡Esa, es una muy buena pregunta!! Creo que eran diferentes. Yo no soy de los que creen que el pasado fue mejor. El progreso en el país, desde ese entonces y hasta la fecha, ha sido muy notable y le ha permitido al ciudadano, una serie de satisfactores muy importantes. No, yo no creo que la vida en el México de antes haya sido mejor.
– ¿Cómo vivió esa etapa de adolescencia?
-Ja, ja, ja, mucho muy inquieta y con muchas novias…
– ¿Era tremendo con las niñas?
-No tremendo, porque tenía amigos que eran peores… ¡y hasta me las quitaban!!
– ¿Qué recuerdos guarda de ese paso por la secundaria?
-Mucho muy divertido y bastante bien. Siempre lograba los primeros lugares en aprovechamiento y haciendo mucho deporte. Por cierto, en una navidad, logré que me regalaran una hermosa chamarra de piel color rojo, que era una copia fiel a la de James Dean. Que, a decir verdad, en todo México, la teníamos solamente Felipe Zambrano y yo.
-A todo esfuerzo, correspondía un estímulo…
– ¡Exacto!!, esa era la base. Sabía perfectamente que, para tener éxito en mis deseos, necesitaba, primero, demostrarlo en el colegio.
– ¿Alguna vez se fue de “pinta”?
-Se queda pensativo y aprovecha para tomar un cuadrito de un delicioso queso Oaxaca que habían colocado las personas que le asisten en su confortable departamento de Polanco para que degustáramos… “Mmm… yo creo que sí…”
– ¿A dónde se iba de “pinta”?
– ¡Al cine!!…
– ¿Qué películas iba a ver?
-Todas las de Sophia Loren, una magnífica actriz. Así como las que hizo Brigitte Bardot en una candente escena con Alan Delon, cuando estaban en la playa, en la pantalla se ve que sale el bikini de ella volando, sin mostrar más…. ¡uff!!, a mi edad, era algo totalmente impactante. Me acuerdo que en esa pequeña sala de cine solamente se escuchaban suspiros y más suspiros…
– ¿Y la prepa?
-Estando en la prepa, fue muchísimo más divertido…
– ¡Cuénteme…!!
-Cursar la prepa, fue una etapa mucho más abierta, dentro de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Tenía compañeros que provenían de todo el país…
– Y ahí, ¿cómo le fue?
-También pude ocupar un lugar de ciertos privilegios como resultado del aprovechamiento y dedicación… ¡Ya contaba con mi primer cochecito!!
– ¿Quién “pompó”?
-Era un hermoso “vochito” que me regaló mi papá para que me trasladara a la prepa, en las instalaciones de la UANL. Como mi papá tenia un progresista negocio de mayoristas de telas y una flotilla de coches de la empresa, pues me regaló uno de esos…
-Ernesto Canales estaba joven, de ojos de color y con coche propio, las chicas no se resistían al cortejo… ¿o sí?
-Ja, ja, ja, solamente pasaba frente a ellas en sus casas varias veces y solitas se subían a mi amado “vochito”
-Vaya, juventud, divino tesoro…
-Por cierto, permítame contarle un detalle. Fui el consentido de mi mamá…
– ¿Y eso…?
-Digamos que me lo merecía…
– ¿Qué tenia de diferente Ernesto a los demás hermanos?
-Es que trabajaba mucho para ser el consentido de mi mamá…
– ¿Era “lambiscón” con su mamá?
-No a tal grado, pero hasta mis hermanos me reclamaban que fuera el consentido de mi mamá…
– ¿Y qué les decía…?
-Pues que se la ganaran. Pero ser “consentido”, también representaba para mí, cargas que me imponía mi madre.
– ¿Como cuáles?
-Una de ellas y que no me gustaba nada, era ir al nixtamal por la masa para las tortillas de la comida del mediodía.
– ¿Qué tenia de malo eso?
-Es que ir por la masa, en ese tiempo, la bicicleta que había en casa no funcionaba, porque en donde vivíamos, era un terreno todo montañoso…
– ¿Y…?
-Pues no me quedaba de otra que tener que irme a pie, además, todo mundo se me quedaba viendo que llevaba cargando la masa para las tortillas…
– ¿Era algo denigrante?
– ¡No!!, claro que no, pero como era un adolescente de 14 o 15 años, me sentía mucho muy incómodo…
– ¿Era una “afrenta” que el chico galán de la cuadra, llevara la masa para las tortillas de su casa?
-Ja, ja, ja… ¡era un chaval!! Era una tarea que no me agradaba del todo, pero la realizaba porque le evitaba el viaje y esfuerzo a mi madre
-Un chamaco de prepa y con su “vochito” ¿Cuál fue la primera novia que tuvo?
-Por respeto al recuerdo de esa niña, me reservo la respuesta…
-Bueno, cambiando de tema ¿Estando en prepa, ya pensaba ser abogado?
-En el ámbito familiar, ser abogado, era algo implícito de cierta manera. Un hermano de mi papá, Felipe de Jesús Canales, fue secretario de Gobernación con el presidente Emilio Portes Gil, desafortunadamente, murió victima de un atentado siendo secretario de Gobernación, lo que provocó una verdadera conmoción familiar, además, fue un tema de dominio nacional. Igualmente, otro tío, aunque no era político, sí, fue un destacado abogado y de mucho éxito, en fin.
– ¿Cree que su papá también hubiera sido un buen abogado?
-Como te comenté, mi papa, no tuvo la oportunidad de realizar estudios universitarios.
– ¿Para usted, elegir la carrera de abogacía, era romper con los planes familiares?
– ¡Que buena pregunta! No, ser abogado no era salirme del “cuadro” familiar, al contrario, de cierta forma, era algo esperado.
-Digamos que obedeció una cierta influencia familiar…
-De cierta forma sí.
– ¿Pero ser abogado, a lo mero macho, era la vocación a la que aspiraba?
-Sí, me gustaba mucho el papel de ser un buen abogado. Me esmeraba ponerme el traje perfectamente arreglado para irme a trabajar.
– ¿Siendo abogado, pensaba que le daría una posición económica y social relevantes?
-Quizás, en asuntos públicos y hasta de la propia universidad…
– ¿Se perfilaba convertirse en un líder?
-No en un líder, pero, sí, estar presente en la “punta” del grito
– ¿Un abogado nace o se hace?
– ¡Qué buena pregunta!!, y me dejas sin poder contestártela…
– ¿…Por qué?
-Porque yo me hice, pero, a lo mejor, también nací con esa especialidad. Así es que no soy candidato para poder respondértela adecuadamente… Digamos que se nace, pero también, se hace…
– ¿Cómo fue esa experiencia adquirida como estudiante universitario y cuál era su visión hacia futuro?
-Me vine de Monterrey a estudiar la carrera de Derecho en la Ciudad de México, porque, en aquel entonces, los periodos de vacaciones escolares de la capital del país, con los existentes en la provincia, estaban completamente desfazados. En el norte del país, las vacaciones eran en el verano, mientras que, en la Ciudad de México, eran en la época de navidad.
– ¿Y que hizo?
-Me salgo de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en donde había cursado la prepa, además, no tenía a donde más ir, una escuela de derecho que estuviera abierta, solamente la facultad de Derecho de la Universidad de Nuevo León, que en esa época era mucho muy mala y con pésimos maestros que faltaban mucho a sus clases.
– ¿Quién le recomienda la Escuela Libre de Derecho, que siempre ha gozado de un enorme prestigio?
-Uno de mis tíos, hermano de mi papá, quien había estudiado en la Ciudad de México, fue quien me orientó sobre la Escuela Libre de Derecho…
– ¿Platicó con su papá al respecto?
– ¡Por supuesto!!, le repetí hasta el cansancio, que la Escuela Libre de Derecho era la mejor que existía en el país. De esa manera, era el verano de 1958 y decido venirme a la Ciudad de México. Era muy lógico que, en un principio, a mi papá, no le pareciera que me viniera para la Ciudad de México a estudiar lo que yo quería. Poniéndome de pretexto que en Monterrey también había esa carrera.
– ¿Le explicó sus razones?
-Sí, aun así, se le hacia muy pretensioso de mi parte. Me decía una y otra vez, que si quería ser un buen abogado, que lo podría llevar a cabo en Monterrey. Estaba muy renuente en que me tuviera que trasladar a la capital del país para estudiar una carrera que existía allá.
– ¡Vaya conflicto familiar!!
-Total, terminé saliéndome con la mía, aprovechando que mis papás se habían ido de vacaciones a Europa, además, coincidía en que se cerraba el periodo de inscripciones en la Escuela Libre de Derecho.
– ¿Estaba seguro de la decisión que iba a tomar?
– ¡Claro que sí!!, investigué por todos lados y me convencí que la Escuela Libre de Derecho era la mejor del país. En fin, me vine a la Ciudad de México sin la autorización de mis padres.
– ¿Hubo represalias?
-Se sintieron lastimados porque no los había obedecido y pensaron que, yo, iba asumir un acto de rebeldía hacia ellos.
– ¿Qué es lo que pesaba por la mete de ese joven inquieto…?
-Para mí, me parecía fundamental tomar mis propias decisiones porque estaba completamente convencido en que no iba a tolerar el ambiente tan bajo que reinaba en ese entonces en la Universidad Autónoma de Nuevo león, y quería lo mejor para mi preparación y mi futuro
– ¿Cómo resiente ese cambio de ambiente entre Monterrey y la Ciudad de México en aquel 1958?
-Ingreso a la Escuela Libre de Derecho en 1958 y termino la carrera en 1963. Me preguntas ¿Cómo resiento el cambio entre una y otra ciudad? Te puedo decir que, comparado con el ambiente en el que me desarrollé en Monterrey, en ese entonces, don Adolfo López Mateos era el presidente de la República y en la Ciudad de México se respiraba un ambiente de absoluta tranquilidad, aunque en Monterrey, nuestro circulo social era mucho más cerrado, es decir, todas las personas con las que convivía, conocían perfectamente a mi papá.
– ¿Estando ya en la capital del país, ese joven regiomontano Ernesto Canales, era un auténtico “don nadie”?
-Ja, ja, ja, era un perfecto desconocido…
– ¿Cómo lo arropan en la Escuela Libre de Derecho?
-Me percato de la existencia de ciertos grupitos, de los que ahora se les conoce como “fifís”, utilizando la terminología “amleana”
– ¿A lo Mero Macho, se sentía como pollo en gallinero nuevo?
-Ja, ja, ja, me concretaba en expresarles, a mis nuevos compañeros, que no había mucha diferencia entre Monterrey y la Ciudad de México, excepto que, en Monterrey, yo conocía a las personas de las que se hablaba y en el Distrito Federal no.
– ¿Le costó mucho trabajo incrustarse a una nueva forma de vida?
-Más que nada, fue muy interesante ir ampliando un circulo de nuevas amistades, mucho mayor a lo que tenía en Monterrey
– ¿Qué catedráticos y compañeros recuerda de la Libre de Derecho?
-Tuve la suerte de contar con extraordinarios maestros de Derecho Romano, desde luego, otro gran abogado que fue mi maestro, a quien se le conoce como el decano de la Libre de Derecho y que fue todo un personaje en la vida del país, don Manuel Herrera y Lazo, impartía unas clases deliciosas, tanto nos gustaban sus clases, que terminábamos en la cantina de la esquina. Así como quienes me impartieron clases de Derecho Mercantil y Derecho Penal, por cierto, en esa materia de Derecho Penal, mi maestro nos decía: “En México, para ganar un juicio penal se necesitan dos cosas: tener la razón y una bolsa de un gran tamaño repleta de dinero. Pero si no se tiene la razón, la bolsa de dinero tendrá que ser del doble de tamaño
-No puede negar que, en la Ciudad de México, le estaban abriendo los ojos…
– ¡Indiscutiblemente!! Me resultaba un tanto difícil aceptar el grado de corrupción que había… ¡y que sigue existiendo!!, en la impartición de justicia. Con aquel ambiente cerrado y hasta privado en el que crecí en Monterrey, no pensaba que eso pudiera existir en la capital del país, con un comportamiento jurídico totalmente ilegal.
– ¿Estaba espantado de ver apenas una pequeña muestra de la corrupción?
-Todo era nuevo para mí.
– ¿Esos estudiantes de la Escuela Libre de Derecho estaban ahí por amor a la carrera o esperando convertirse en millonarios?
-Sabíamos que teníamos que aportar algo para tener éxito.
– ¿Qué era lo que les apremiaba?
-Más que nada… ¡aprender!! Que las cátedras que recibíamos tuvieran un valioso contenido y que las entendiéramos a la perfección.
– En lo personal, para usted, ¿qué era lo más valioso que tenía la Libre de Derecho?
-En a Libre de Derecho se tenía la costumbre, que, en los exámenes finales de cada año y en cada materia, eran orales y ante la presencia de tres sinodales. Eran verdaderas pruebas de aprovechamiento y objetivos. Pero me di cuenta que…
– ¿Una pequeña “mordida” al sinodal…?
– ¡Exacto!!, digamos que era una “mañita”, era como podíamos asegurar muy buenas calificaciones
– ¿Cómo se califica como estudiante de la Libre de Derecho?
-No es un acto de vanidad, pero, siempre obtuve las calificaciones más altas de mi generación.
– ¿Cuál era su “mañita” que aplicaba con sus maestros?
-Antes que terminara la clase en el salón, levantaba la mano y le lanzaba una pregunta de fondo sobre la clase de ese día…
– ¿Preguntas para impresionar a los demás?
-Les formulaba preguntas acerca de lo que acabábamos de ver, y no, una simple bagatela.
– ¿Cuál era la respuesta de sus maestros?
– Se quedaban encantados…
– ¿Aplicaba el arte de saber preguntar?
– ¡Exacto!!, alguno que otro se interesaba con ese tipo de preguntas de fondo. Así, es que llegaba el examen final y frente a los sinodales, esos maestros decían que yo era un excelente alumno en clases
– ¿Despertaba la envidia entre sus compañeros?
– ¡Por supuesto!!, hasta se burlaban de mí, cuando veían que levantaba la mano en el salón de clase empezaban a gritar… ¡Ya bájale Canales!
– ¿Cuál era su actitud con sus compañeros…?
-Delante del maestro les decía… ¡Si no les interesa, se pueden salir, ya váyanse…!!
– ¿Qué sucedía cuando el maestro se retiraba del salón…?
– ¡Me daban “pamba” entre todos por payaso y presumido
– ¿Para ser un abogado se necesita maña o astucia?
-Vaya que tú, también tienes ese arte de saber preguntar…
– ¿Me va a contestar o no?
-Se necesita un profundo conocimiento de la materia jurídica. Ni la maña ni la astucia enaltecen a un buen abogado, porque resulta muy perverso simular la impartición de justicia en México.
-Continuará-