SE COMENTA SOLO CON
CARLOS RAMOS PADILLA
Y continuamos con las inconsistencias. Veamos: en el dos mil se rompió la inercia de un partido, el PRI, que había controlado, dominado y administrado la política y administración de los recursos nacionales. Una maquinaria que aplicó el mayoriteo en todo, en el legislativo, en el gabinete legal y ampliado, en las gubernaturas, en los organismos autónomos e incluso la complacencia de la iglesia, del Ejército y de la iniciativa privada era absoluta.
El país caminaba y por qué no decirlo, bien y en paz. México bajo ese esquema era envidiado y admirado en el mundo. La creación de instituciones fue ejemplar, así como el fortalecimiento de escuelas y universidad y además de que la política exterior dejaba en claro el liderazgo mexicano. La clase media daba fortaleza a la estructura social. Pero algo pasó que todo empezó a desmoronarse.
Casos y cosas modificaron y sacudieron al país. El pleito que provocó la salida de Cuauhtémoc Cárdenas, Efigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo (entre otros) para consolidar una oposición no programada y pesimamente valorada, llegada de un solo candidato, sin competencia a la carrera presidencial de López Portillo que ya en el poder aplicó una dinámica frívola y de dispendio. Pedir perdón a los pobres, defender al peso como perro, el orgullo de su nepotismo y la colina del perro abrieron una fractura.
La caída del sistema bajo responsabilidad de Bartlett. El festejo por la imposición del IVA y el cambio estructural en el manejo de la economía dejó en claro que aún prevalecía la extrema pobreza en porciones importantes del país.
El sismo de 1985 dejó en claro la debilidad del gobierno para operar en situaciones de extrema crisis e inició la formación de la resistencia civil. 1994 con el alzamiento en Chiapas, los crímenes de Posadas Ocampo, de Ruiz Massieu y de Colosio abrieron la posibilidad de movimientos ciertos de mafias en el poder y la incrustación del crimen organizado.
El reparto de género en las oficinas públicas generó conflictos graves de liderazgo como por ejemplo entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo. Ernesto Zedillo se cortó el dedo, guardó una “sana distancia” y permitió que López Obrador llegara a la Jefatura de Gobierno del D.F y que Fox protestara como Presidente de México.
Y de ahí las divisiones y traiciones de legisladores y gobernadores durante el ejercicio de Peña Nieto que se desdibujó por no saber definir tres libros que le marcaron formación al presidente, la Casa Blanca y su espectáculo matrimonial, la “infraestructura”, el enriquecimiento absurdo de varios personajes y el caso Polet, reventaron la ya deteriorada imagen del PRI que se fue presentando como una gavilla de arribistas y no como un cuadro de patriotas con hombres de telemple y gallardía. Todo esto y más fue la suma de errores catastróficos que fueron penetrando en el ánimo y percepción social bajo un ataque sistemático de una oposición que no dejaba de llamarlos “asesinos”, “saqueadores”, “mafia de cuello blanco” y otras descalificaciones cotidianas. pero lo curioso es que hoy estamos peor que antes. El dominio del gobierno y de Morena son casi absolutos y todo bajo el mando de personajes señalados bajo sospecha de enorme corrupción.
La basura política la recogió el entonces PRD y Morena se encargó de encumbrar los bajo la sombra de una abierta y cíclica impunidad. Las instituciones han sido mandadas al diablo, los organismos autónomos desaparecidos, el nepotismo bien enraizado, el abuso de poder incrementándose, el mayoriteo a extremos de romper con la división de poderes, la imposición de candidatos, la premiación a reventadores y activistas callejeros, el sobregiro en presupuestos y el endeudamiento del país, la peor política exterior registrada, pero lo más grave: la tolerancia, complicidad y contubernio con el crimen organizador.
Es decir, pasamos de un partido único a otro, pero con más vicios y menos resultados.
Un regreso al México de los finales de los sesentas y principios de los ochenta, pero con muchísimos más muertos que en 1968 que siempre sirvió de comercio político a la oposición.
Sentencia una máxima popular “tenemos el gobierno que merecemos” y mejor ahí la dejamos. A vivir bajo la sombra de gobiernos paternalistas que compran la dignidad con programas asistencialistas.