“Pequeñas Cartas Indiscretas”

Grandes Verdades

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Pequeñas Cartas Indiscretas” (“Wicked Little Letters”), película dirigida por Thea Sharrock, protagonizada por Olivia Colman (Edith Swan), Jessie Buckley (Rose Gooding), Anjana Vasan (Gladys Moss), Timothy Spall (Edward Swan) y Gemma Jones (Victoria Swan); se estrenó 9 de septiembre de 2023 en la 48.º edición del Festival Internacional de Cine de Toronto.

Años 20, en la ciudad costera de Littlehampton, la devota Edith Swan y otros habitantes de la localidad empiezan a recibir cartas escritas con un lenguaje tan excéntrico como obsceno; las sospechas recaen sobre Rose Gooding, una vecina malhablada que ve cómo su libertad y la custodia de su hija peligran debido a estas acusaciones.

Basado en una historia real, los residentes de Littlehampton (Sussex, Reino Unido), en la década de 1920, comienzan a recibir este tipo de una fuente desconocida; el suceso ocupó las portadas de todos los periódicos británicos y llegó a debatirse en el Parlamento en Reino Unido; ahora esta historia es rescatada por la directora Sharrock, y nos muestra la situación real de la mujer en aquella época.

LA DEVOTA

Edith Swan es una mujer de mediana edad, soltera, muy devota que vive con sus padres Edward y Victoria, y no sólo es temerosa de Dios sino también de su padre, quien constantemente la está reprimiendo y como castigo la pone a hacer planas de versículos bíblicos.

Está protagonista tiene la peculiaridad de estar sometida al seno familiar, pero de forma patológica, su padre ha decidido qué es lo bueno para ella, tanto en educación religiosa como amistades, e incluso él se encargó del novio que ella tenía, por lo cual y para esa época, ella es una solterona.

La mayor distracción de Edith Swan es ir a Campaña de Whist un lugar para mujeres cristianas, pues les está prohibida la entrada a los casinos exclusivos para hombres; ahí convive con otras tres mujeres que viven solas: Kate una afrodescendiente que trabaja como empleada menor en los correos, Mabel, una anciana ya retirada, y Ann, una mujer gorda de malos hábitos higiénicos que cría animales.

Ahí las cuatro desahogan sus penurias sin ser juzgadas por la sociedad o por los prejuicios patriarcales.

LA INDEPENDIENTE

Rose Gooding es una mujer irlandesa que recientemente ha llegado con su pequeña hija a Littlehampton, ella es muy malhablada, liberal y no se encuentra sometida a una vida patriarcal propiamente, ya que su marido murió en la Gran Guerra.

Este personaje viene a desestabilizar el conjunto de condiciones que prevalecen en ese momento en la comunidad (Stutus quo), al menos en lo social, ya que la mayoría de la gente actúa públicamente bajo el orden preestablecido; ella no sólo se limita a maldecir, sino que toma alcohol y viste con colores no tan conservadores.

Sin embargo, la verdadera alteración al estado emocional, social y político, surge cuando Edith Swan comienza a recibir cartas anónimas llenas de blasfemias involuntariamente hilarantes, y esas cartas empiezan a ser mandadas a otros pueblerinos.

Rose es acusada del crimen, pues ella es la que públicamente usa ese tipo de lenguaje, así que es arrestada y se le fija una fianza bastante considerable para que pueda estar en libertad durante su proceso.

LA MUJER POLICÍA

La oficial de policía Gladys Moss comienza a investigar el crimen por su cuenta, sospechando que algo no encaja y que Rose puede no ser la culpable.

El padre de Gladys Moss, ya fallecido, también fue oficial de la policía, razón por la cual, ahora ella ejerce como tal, pero no tiene las facultades ni derechos que todos los demás elementos policiacos, debido a dos razones: no es anglosajona y es mujer.

Este tercer personaje despliega un toque de complicidad como una agente de policía altamente lista a la que sus ineptos superiores miran con desdén, y ello no sería raro puesto que la primera mujer que entró en la policía en Inglaterra lo hizo en 1915 y durante años se dedicaban solo a tareas subalternas relacionadas con incidentes femeninos.

EL PATRIARCA

Edward Swan es un enérgico padre de familia que impone su voluntad y un riguroso orden en lo religioso que raya en un fanatismo; no sólo está sometida su mujer Victoria, sino también su hija Edith.

La figura del padre simboliza el control y la represión que mantienen cautiva a la protagonista a través de la moral y los sentimientos de culpa; Edith está completamente controlada y reprimida por él, no se le permite expresar nada, vive en una represión y tiene que liberarse de alguna manera, y lo hace de una manera que es cruel con los demás.

El espectador podrá deliberar si en realidad la opresión del padre hacia su familia, en especial hacia su hija, es porque está convencido de que es lo mejor para ella, o porque, más allá de sus convicciones propias, la sociedad en que vive así lo exige.

Pero la rigidez de Edward se extiende hacia los demás, pues fue él quien denunció anónimamente a Rose para que recibiera una visita de los servicios locales de protección de la infancia.

Al final, desafiando las órdenes de sus superiores, Gladys Moss se embarca en una investigación paralela para descubrir quién está realmente detrás de estas cartas y con la ayuda de Ann, Mabel y Kate, atrapará al verdadero culpable de todo este embrollo. 

El impacto profundo que tuvo este escándalo en la sociedad mojigata de aquella época resuena aún en la actualidad; podría pensarse en una doble moral de esa sociedad y que se ve reflejada en la Edith Swan, pero en realidad, la idea se centra en la opresión sistemática que sufrían las mujeres a principios del s. XX, como en la falta de credibilidad otorgada a las mujeres en asuntos legales, evidenciando los prejuicios arraigados sobre el comportamiento femenino.

Pero el filme también invita a reflexionar sobre el bullying en las redes sociales, así como la importancia de la empatía y la amabilidad, pues las epístolas están en desuso, pero no los insultos y las agresiones; y aquí cabe aplicar un viejo refrán que dice: “Si no puedes decir nada amable, mejor no digas nada”.

En el juicio se descubre que en realidad Rose no estaba casada y que su supuesto marido no había fallecido en la guerra, por lo cual se considera que ha mentido y que ella es la autora de las cartas, pero ¿podrá juzgarse a una mujer por ser madre soltera?, o ¿se debe ver esa proeza como un triunfo?, pues de ser así, no era necesario mentir.

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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