El Final de Sexenio, Falsas Verdades

 

ULISES CORONA*

 

El hecho de que los mitos se desmitifican es realidad, actualmente se caen los gigantes y los muros se derrumban, toda información es verificable, todo es ahora comprobable, y desde luego discutible, nada se cree en su totalidad, porque nada es certero, todo es cuestionable.

 

Si bien todo inicio llega a su fin, que todo ciclo se cierra y que nada es para siempre, la responsabilidad pública, al fin de cuentas se trasfiere, se delega y con ello la gloria del poder.

 

Permanecer más allá de ello, es válido en sistemas antidemocráticos, aún existentes en el resabio mundial, por lo que siempre se dará cuenta de los resultados que vienen con cada término de mandato.

 

La evaluación sexenal es tarea obligada de los estudiosos sociales -y de quienes formamos parte de ésta- preocupados en que las instituciones estén fortalecidas y engrandecidas en sus objetivos, que los planes se cumplan y con ello dar respuesta clara y efectiva a la transferencia de voluntad ciudadana quien cedió su particular soberanía mediante el voto popular.

 

Por lo que los indicadores básicos que todo final de ejercicio de gobierno debe tener son:

-Una comparativo de lo propuesto en el primer plan nacional de desarrollo y el último informe de gobierno.

-Revisión real de indicadores de canasta básica ampliada con medicamentos de consumo diario e insumos de trasporte, educación, y recreación personal y familiar.

-Cuantificar altas de los nuevos trabajadores en instituciones de asistencia social edificados en sexenios anteriores, sin los incluidos numéricamente en programas sociales.

-Datos de balanza comercial interna e internacional, no desde los números propios sino desde la óptica extranjera.

-Información real de extracción, transformación y exportación de hidrocarburos, diferenciada con los datos de hace seis años.

-Número de demandas jurídico/judiciales recibidas, atendidas y resueltas por las instituciones de impartición de justicia, y su nivel de satisfacción en la sociedad.

-Revisión de efectividad educativa y escolaridad en todos los sectores y niveles.

-Nivel de encono y diferenciación social.

-Tipo y modo de ahorro por ciudadano y familiar.

-Número de veces en las que a nivel personal o familiar pudieron acceder a vacaciones nacionales o internacionales, según niveles y estratos culturales y económicos.

-Atención de número de habitantes con movilidad social, voluntaria, obligada o forzada.

 

Si de entrada podemos reflexionar en cada uno de estos puntos, bien podríamos poder hacer conclusiones cualitativas y cuantitativas de satisfacción social, dar cuenta del real sentimiento social, pudiéndolo separar del afecto, cariño o devoción que todo gobernante pueda tener en turno, no digo que el efecto de liderazgo se minimice o deteriore, pero tampoco que éste sea el determinante para hacer una objetiva evaluación.

 

El vivir en pesadumbre del futuro, en la insospechada duda del hacia dónde vamos y no saber si ahí podremos llegar, hace en las sociedades un efecto de desatención social, de desgano y conformismo en el que, se cree que está bien, se acepta todo “siempre y cuando el gobierno me lo dé, y si este es gratis ¡Mejor! y no me importa ceder mi voto y con ello mi voluntad de erigir sociedades personalizadas y direccionadas a caminos diseñados por éstas y no por el líder o dirigente en turno.

 

La evaluación sexenal es obligado parámetro que dimensiona espacio público y la vida ciudadana, de ver si somos grupos sociales fuertes y de mediana cultura cívica, que tiene clara referencia de cuáles son sus orígenes, de dónde se encuentra ubicado en el espacio social actual, y junto con ello, hacia dónde vamos en lo particular, y en una sociedad que forja su futuro por lo menos por seis años más.

Académico Universitario*

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