MIGRACIÓN, LUCHA COTIDIANA POR SOBREVIVIR

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  • Mario Luis Fuentes Alcalá, Anel Pérez Martínez, Bruno Velázquez Delgado y Yael Weiss abordaron este fenómeno en el panel Por el derecho a migrar

 

Hoy en día no solo hay fronteras horizontales, esas que tratan de detener los flujos de seres humanos, sino verticales, es decir, obstáculos, riesgos y amenazas que evitan que sigan caminando, aseguró el titular de la Cátedra Extraordinaria Trata de Personas de la UNAM, Mario Luis Fuentes Alcalá.

 

El también vicepresidente de la Junta de Patronos de la Universidad Nacional abundó que se trata de retenes o la lluvia que los disuade, que los llevan a esperar en bajopuentes, parques y plazas públicas, o atrios de iglesias, porque los albergues y casas de migrantes están colapsados.

 

Ante la titular del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), Anel Pérez Martínez, Fuentes Alcalá afirmó: numerosos migrantes, provenientes de una gran diversidad de países, lo que desean es refugio, quedarse en México. En 2023, 381 mil personas caminaban por el territorio nacional, y se rompió el récord de 140 mil solicitudes de asilo, de acuerdo con cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR, 2024).

 

Dentro de la noción de quiénes son los migrantes, hay otra dimensión, mexicanos moviéndose por la amenaza del crimen organizado o desastres naturales, ocho mil 659 en lo que va del año, y hasta 392 mil de 2008 a 2023, quienes buscan oportunidades económicas o simplemente seguridad, y dejan sitios como Zacatecas o los Altos de Chiapas. También hay personas migrantes jornaleras; se trata de más de un millón 200 mil que son invisibilizadas, alertó durante el panel Por el derecho a migrar.

 

En el auditorio José Vasconcelos, del CEPE, Fuentes Alcalá destacó que en ese grupo de quienes caminan y esperan hay mujeres (30 por ciento del total, varias de ellas embarazadas); hombres (70 por ciento; 46 por ciento de 18 a 34 años); familias y menores (tres de cada 10 no acompañados).

 

Futuros imposibles

 

Al dar la bienvenida a la sesión, la titular del CEPE, Anel Pérez Martínez, refirió que en la actualidad migrar no tiene que ver necesariamente con el privilegio de ir a estudiar de un país a otro, sino con abandonar el lugar de residencia por una condición de violencias de género, militares, sociales o económicas, que obligan a un desplazamiento y a dejar atrás, entre otros aspectos, la lengua y la cultura.

 

El arte, dijo, brinda la oportunidad de pensar el fenómeno migratorio, en particular, y los derechos humanos, en general, y abre la posibilidad para reflexionar, “movernos y conmovernos”. Por eso fue importante recibir la exposición itinerante de carteles “Movimiento y permanencia: Por el derecho a migrar”.

 

Bruno Velázquez Delgado, coordinador de la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en las Artes, de la Coordinación de Difusión Cultural, consideró que no se puede hablar de migrantes que persiguen un sueño sin saber que incontables personas, muchas de ellas infancias desplazadas, están en fuga, aterrorizadas, escapando de una pesadilla donde lo único cierto es que nada más les queda, que tienen una lucha cotidiana por sobrevivir en la precariedad de la angustia y la incertidumbre permanente.

 

Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, se estima que hay aproximadamente 2.5 millones de personas víctimas de esclavitud, y que, por cada una, reconocida e identificada, existen 20 más sin identificar. Es decir, habría cerca de 50 millones de seres humanos esclavos, la mayoría mujeres y niñas víctimas de explotación sexual.

 

Desigualdad entre el norte y el sur

 

De acuerdo con la escritora, traductora y conductora de TVUNAM, Yael Weiss, la libre circulación en México no es para todas las personas, en especial cuando el rumbo es al norte. En cambio, hacia el sur no hay obstáculos; los retenes son de camino hacia los Estados Unidos.

 

Hay más de un millón de estadounidenses viviendo en nuestra nación, y esa migración es bienvenida, no tiene ningún problema. “Lo más espantoso es la desigualdad entre el norte y el sur, donde unos no pueden vivir, viajar, ni aspirar, por pobreza y falta de recursos, y los que sí los tienen pueden hacer lo que desean”.

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