Tampoco han Funcionado los Jueces sin Rostro, Pero… 

Los Dados de Dios

        NIDIA MARIN

       ¿México está viviendo una situación similar a la de Sicilia de los años ochenta-noventa del siglo XX cuando la Cosa Nostra asesinó a 24 jueces?

        Pareciera que sí. 

        Y los Jueces sin Rostro aparecieron en los escenarios…

 Tal y como sucedería posteriormente en América Latina en Perú, Brasil y Colombia, hoy ocurre en México donde los asesinatos de magistrados -y juzgadores oficiales en general- se está traduciendo en la aplicación de la figura de “Jueces sin Rostro”.

     Nosotros lo advertimos en su momento. Así lo publicamos en Misión Política y en otros medios, en aquel tiempo, tras los asesinatos que, por cierto, en lo que va el siglo XXI ya suman cinco jueces y magistrados, todos tras, o durante, los juicios de integrantes de las diversas agrupaciones del crimen organizado que operan a lo largo de la República.

  En su momento, en El Sol de México, se publicó una entrevista (el 19 de octubre de 2016), realizada, por quien esto escribe, con el doctor universitario Carlos Daza Gómez quien explicó a fondo el caso de los llamados “Jueces sin Rostro” que estaba aplicándose en Colombia ante los asesinatos de juzgadores perpetrado por los integrantes del crimen organizado de aquella nació n sudamericana.

El maestro lo explicaría así:

“En los años ochenta del siglo XX, magistrados de las salas Penal y Constitucional de la Corte Suprema de Colombia eran constantemente amenazados de muerte por parte de los narcotraficantes, cuyo cabecilla del ‘Cártel de Cali’ era Pablo Escobar Gaviria, vinculado, aseguran, con la guerrilla del M19. Una vez que este delincuente fue detenido hubo el temor de que él y algunos otros denominados ‘Los Extraditables’ fueran enviados a Estados Unidos, por lo que las amenazas arreciaron”.

Y el entrevistado continuó con su espeluznante relato:

“Así, el 6 de noviembre de 1985, más de 35 miembros del M19 ingresaron al Palacio de Justicia en Bogotá, sede de la Corte Suprema y del Consejo de Estado. Apenas entraron, asesinaron a dos vigilantes y al administrador del edificio. Después se dirigieron al piso donde se ubicaban las salas Penal y Constitucional de la Corte y continuaron con su cometido.

“El saldo de aquella acción fueron 11 magistrados muertos, entre los cuales estaba Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema de Justicia. También fueron ejecutados 22 funcionarios, siete abogados auxiliares y 11 miembros de la Fuerza Pública, además de unos tres civiles. Por la intervención de las fuerzas armadas y de la policía colombiana murieron los cerca de 40 rebeldes, además de 11 que desaparecieron”.

Y los colombianos encabezados por sus gobernantes, buscaron el camino a seguir:

“Como consecuencia de aquel baño de sangre, se crearon los llamados “jueces sin rostro”. Sin embargo, al año siguiente fue asesinado otro juez el magistrado de la Sala Penal, Hernando Baquero Borda)”.

La entrevista con el doctor Daza Gómez también exponía:

 “Precisamente a raíz de aquellos hechos se instauraron los jueces sin rostro”.

El maestro continuó: 

“¿Qué son los jueces sin rostro? Supuestamente no se debería de saber quién es la persona que va a resolver un caso, para que no sufra la presión de aquellos que están involucrados. Aquí, en México, los grupos de la delincuencia organizada ven al juez y saben perfectamente quien es. Y empiezan las presiones, las intimidaciones y las ejecuciones de jueces. Lo que ya sabemos”.

“En Colombia –siguió diciendo- creyeron que introduciendo la figura de juez sin rostro podrían solucionarlo. El resultado fue terrible, porque yo diría que se encareció el producto. Los delincuentes pagaron cantidades enormes de dinero y al final sabían, debido a la propia corrupción, a la traición de muchos servidores públicos, quiénes eran las personas que llevaban los casos. También ejecutaron a los “jueces sin rostro”. De todos modos, los mataron. No funcionó”.

En la nota se explicó:

Y como en aquellos momentos habían asesinado otro juez, se le preguntó:

        “¿Entonces cuál sería la solución, ya que recientemente en Nuevo León fue asesinado el juez Tercero de lo Penal, Ernesto Palacios López y se supone que hay otros tres jueces amenazados de muerte en esa misma entidad, independientemente de los que hayan sido intimidados en otras partes del país?”

La respuesta fue:

“Considero que la solución está en que, en vez de tener un juez sin rostro, contáramos con un grupo colegiado. Que en materia de delincuencia organizada se pudieran resolver los asuntos en forma colegiada, es decir, que el proceso lo llevara un juez, pero la etapa del juicio, que es la parte final, la llevara otro juez y después formar un grupo colegiado, indistintamente, para que quienes lo conformaran se encerraran a deliberar y esas resoluciones las pudieran dar al azar”.

El remate de aquella nota…

“Y en esas continuamos en el año 2016”.

Hoy, podríamos señalar que ocho años después continuamos con la misma problemática, de tal manera que en el siglo XXI han sido asesinados (de 2001 a 2020) 5 jueces y magistrados, en Colima, estado de México y Zacatecas: Uriel Villegas, René Hilario Nieto Contreras, Jesús Alberto Ayala Montenegro, Benito Andrade Ibarra y Roberto Elías Martínez.

Está abierta en el Congreso de la Unión la posibilidad de que con las reformas haya jueces narcos en México, decididos en procesos electorales, y también que cuente con “jueces sin rostro”.

Como fuere, la situación es grave.

 

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