SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
La “máquina de lodo”, como la llamó el premier español, Pedro Sánchez, a la estrategia partidista y de grupos de oposición al oficialismo en España, respecto a todo lo que hace o deja de hacer el gobierno sanchista, en relación a todo lo concerniente del proceso independentista en Cataluña y en particular, en conexión a la denuncia penal contra la esposa de Pedro por asuntos relacionados con información y venta privilegiada de asesorías a dependencias gubernamentales. Todo lo mencionado y en la visión del presidente del gobierno español, resulta de los partidos políticos opositores, sus financiadores y entidades que simplemente no comparten la visión de gobierno que el PSOE tiene de España, en una campaña de propagación de mentiras, de exaltación de actitudes de odio contra el que no piensa como yo, y de oponerse en todos los temas, todos los ámbitos, todas las hipótesis y minusvalorar lo que evidentemente ha resultado positivo. Estimado lector, le suena lo arriba señalado con algo parecido a lo que en los últimos siete años se ha imputado, a lo que es y no es, el proyecto de la Cuarta Transformación en México.
La “máquina de lodo” en la república mexicana ha existido antes de que López Obrador ganara la elección en el 2018. Un amigo se preguntaba si el país y el pueblo soportaría tener semejante presidente por seis años. Hace cuatro semanas con su voto, aplastantemente mayoritario, los mexicanos refrendaron su respaldo al sujeto presidencial, al proyecto de gobernanza y a la candidata oficial que le aseguró continuaría con dicho proyecto de país, bajo ciertas modificaciones.
La “máquina de lodo” en México se quedó pasmada del lunes 3 de junio como hasta el viernes 7. No podían creer la derrota, repito, la aplastante derrota que le propinó el soberano popular al segmento social donde los integrantes de la Marea Rosa se desenvuelven –como si las querencias de éstos tuvieran dimensiones universales. Consecuencia de ello vino un muy reconfortante silencio de “la máquina de lodo”, como también del oficialismo en sus múltiples caras de la 4T.
En las calles se quitó la horrible y contaminante propaganda política; dejaron de reproducirse en la radio como en la televisión los sosos anuncios de tirios y troyanos; la comentocracia dirigió sus “sesudos” análisis al clima, al espacio, el arte y el género, porque todavía tenían dolor de estómago. Pero ello duró muy poco para desgracia de la fatigada ciudadanía: resurgió el asunto del poco conocido “segundo piso de la Cuarta Transformación” y en particular el proyecto presidencial de modificar de raíz el sistema judicial existente en la república mexicana. Desde los ministros de la Suprema Corte hasta los jueces menores y empleados que redactan todas las argumentaciones a ser leídas y ponderadas por los administradores de justicia.
¡¡De pronto!! Y en semejante contexto, apareció en el firmamento de la Ciudad de México un estudio que reúne las opiniones de diversos especialistas alrededor de temas que se derivan de las intenciones alrededor de la reforma del sistema judicial en México. El susodicho “estudio” resulta ser un libro colectivo de 599 páginas –Análisis técnico de las 20 iniciativas de reformas constitucionales y legales presentadas por el presidente de la república, febrero 5, 2024-, publicado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, coordinado por Sergio López Ayllón (quien fuera director del CIDE y se querelló contra el gobierno federal), Jesús Orozco Henríquez (exmiembro de la Junta de Gobierno de la UNAM), Pedro Salazar (exdirector del mismo instituto y proveniente del ITAM) y Diego Valadés (también exdirector de Jurídicas e hijo del ponderado y socialista historiador José C. Valadés).
Lo primero que se debe hacer ES LEER EL TEXTO Y DARSE TIEMPO PARA MEDITAR EN SUS ARGUMENTOS JURÍDICOS. Segundo, considerar que un libro de semejantes dimensiones no se cocina en medio año y mucho menos de un día para otro. Tercero, aceptar por unos y otros, que el volumen colectivo es resultado de la autonomía de investigación que gozamos los miembros de la UNAM –garantizada por todo el entramado de leyes que sustentan el trabajo diario en la Universidad. Cuarto y como sucede con los libros editados por la UNAM, en las revistas científicas y arbitradas como la que yo edito, en los programas de radio y televisión producidos por la UNAM, amén de las obras artísticas que se exhiben en las instalaciones universitarias: todas estas expresiones de investigación y difusión del conocimiento humano son responsabilidad del autor que las analiza, y no constituyen una posición oficial de la UNAM. La Universidad tiene en su rector, el doctor Leonardo Lomelí, en el equipo de rectoría y en sus canales de difusión, las vías para anunciar a la opinión pública cuál es la postura oficial de la institución, lo mismo frente a temas nacionales que cuando un grupo de encapuchados destrozan mobiliario de la UNAM.
Sin embargo -palabras que conjugan algo molesto- la “máquina de lodo” volvió a hacer de las suyas y magnificó por igual, la repentina aparición del susodicho libro e insistió negativamente en lo que dijo el Presidente de la República, cuando expresó su molestia de que un grupo de académicos de la UNAM, que “ya se sabe cómo piensan”, se metiera a analizar la reforma que está planteando el gobierno federal.
Como lo dije párrafos arriba, en la libertad de opinión que garantiza la Constitución federal de 1917 y en la libertad de investigación que sanciona el Estatuto del Personal Académico de la Universidad Nacional, los investigadores del IIJ son libres de publicar sus trabajos y emitir sus opiniones, siempre y cuando sean razonadas, transparentes y no tiendan a fomentar disturbios públicos. Lo anterior ha sido la norma en el devenir de la institución a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Repito, la Universidad Nacional opina sobre los temas nacionales. Pero la diatriba presidencial volvió a tocar el asunto de “la derechización” en la UNAM; de inicio ello es subjetivo, pero con bases muy concretas.
Mi padre fue funcionario de la UNAM, desde los niveles de jefe de departamento hasta secretario general en la institución, y en cuanto a mi persona llevo 42 años como parte de su personal académico, en las actividades de investigación, docencia y editorial. La derechización, “whatever that means”, en la UNAM comenzó en tiempos del rector Carpizo y si no pregúntenselo a Claudia Sheinbaum cuando participaba en el proyecto del CEU; vinieron luego rectorías más liberales como las de Sarukhan y De la Fuente, o más conservadoras como las del doctor Narro y Graue Wiechers. Ellos han sido los jefes de la institución, pero lo interesante al interior de la Universidad es la genuina y evidente tendencia hacia posturas más conservadoras por parte de sus autoridades, personal académico e inclusive adentro del izquierdista(?) y guadalupano STUNAM.
La composición de órganos colegiados como el Consejo Técnico de Humanidades, de la Investigación Científica, Consejo Universitario, la Junta de Gobierno de la UNAM y otros órganos que se me olvidan, muestran que sus miembros tienen evidentemente posturas muy conservadoras, -habría que preguntárselo a David Kersenovich que durante muchos años fue miembro de la Junta de Gobierno y ahora se encuentra en el equipo asesor de la presidenta electa.
Pero más allá de aquellos miembros de los cuerpos colegiados, que además son autoridades de acuerdo a las leyes de la UNAM, me parece que mucho del personal académico, comenzando con Guillermo Sheridan, ha sido muy crítico respecto a la 4T. Están en su derecho de expresar sus opiniones, pero ellos no constituyen la totalidad de la comunidad universitaria. Hace días una editorialista afirmó que ni López Obrador, ni Sheinbaum podrían caminar por los pasillos y jardines en la UNAM, por lo que han opinado sobre la institución. Ello revela ignorancia y ensoñaciones de lo que sucede a pie en las facultades e institutos de la UNAM. Pero no dudo, ni por un tantito, que “la máquina de lodo” pudiera organizar una demostración de repudio en las instalaciones universitaria si ambos personajes decidieran volver a visitar la UNAM; quizá semejante escenario se vería eclipsada -horror para la editorialista- por los apoyos que los personajes de la 4T recibirían de muchos alumnos, personal académico y trabajadores administrativos de la institución. La Universidad Nacional, que no todas las universidades, por definición es diversa y plural en cuanto a sus posturas y producción de conocimiento.