“Justicia Para Todos” 

(Parte Uno)

Lo que Callan los Defensores…

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Justicia Para Todos” (“…And Justice for All”) película dirigida por Norman Jewison, protagonizada Al Pacino (Arthur Kirkland), John Forsythe (Juez Henry T. Fleming), Christine Lahti (Gail Packer), Jack Warden (Juez Francis Rayford), Jeffrey Tambor (Jay Porter), Sam Levene (Arnie) y Robert Christian (Ralph Agee); se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto el 15 de septiembre de 1979.

Arthur Kirkland es un abogado de Baltimore que ha tenido sus diferencias con el Juez Henry T. Fleming porque se negó a admitir, por pequeñas formalidades, pruebas irrefutables que demostraban la inocencia de uno de sus clientes; el Juez ha sido acusado de violación y le pide a Kirkland que lo defienda ante la Corte.

El personaje central es un abogado que, salvo uno de sus clientes, defiende a personas imputadas por delitos de bajo impacto social; lo cual le permite conocer y tratar a otros defensores en igualdad de circunstancias que advierten las injusticias que se cometen día a día.

EL DESACATO

Arthur Kirkland, un abogado defensor, está en la cárcel por desacato a un cargo judicial después de golpear al juez Henry T. Fleming mientras discutía el caso de su cliente Jeff McCullaugh, que fue detenido por un delito menor de tráfico, pero luego es confundido con un asesino del mismo nombre y ya pasó un año y medio en la cárcel; Fleming ha obstaculizado repetidamente los esfuerzos de Arthur para que se revise el caso. Aunque hay nuevas pruebas sólidas de que Jeff es inocente, Fleming rechaza su petición debido a su presentación tardía y lo deja en prisión.

Ningún desacato a la autoridad judicial debe ser permitido, pero se entiende que Kirkland está frustrado ante la rigidez e inflexibilidad del juez Fleming que prefiere que un inocente esté en la cárcel en vez de violentar las formalidades de la Ley.

Este punto de partida es esencial para entender la frustración que va creciendo a lo largo del filme en el protagonista, y lo cual le va a desatar que se convierta en un abogado que lucha no por la justicia, sino porque no se cometan injusticias.

UN NUEVO CLIENTE

Kirkland inicia un nuevo caso, defendiendo a Ralph Agee, un travesti que ha sido arrestado; Kirkland le exige a su nuevo cliente que no le mienta, por lo que éste cuenta lo sucedido; todo se trata de un pequeño delito, pero ahora Ralph es otra víctima del sistema legal, pues puede estar algunos años en prisión, lo cual le aterra dada su condición de homosexual.

El saber la verdad de los hechos para un abogado defensor es básico, pues no va a poder lograr una buena defensa técnica y profesional si desconoce los hechos reales, pues es factible que el Fiscal tenga más elementos de prueba, por ello se exige que el cliente revele la verdad.

El principio de confidencialidad entre cliente y abogado es un derecho de los acusados de que su defensor no esté ni pueda ser obligado a declarar lo confesado por el cliente; principio ético que se verá roto por Kirkland.

Kirkland pide al Juez en turno, que se permita presentar una corrección del informe de libertad condicional, lo cual es aceptado; otro colega se debe encargar del caso, pero olvida entregar el informe que ahora es favorable; Ralph es condenado a pena privativa de prisión, al saber la condena, se suicida; una segunda frustración para Kirkland.

LOS INESTABLES

Kirkland es amigo del juez Francis Rayford, quien lo lleva a un viaje en su helicóptero personal, queriendo probar hasta dónde pueden llegar antes de quedarse sin combustible; Rayford, un veterano de la Guerra de Corea, está continuamente flirteando con el suicidio, tiene un rifle en el juzgado y una pistola M1911 en la funda del hombro en todo momento, y come su almuerzo sentado en la cornisa de su oficina, a cuatro pisos de altura.

Jay Porter, amigo y compañero de Kirkland, también es inestable; ahora se siente culpable de obtener absoluciones para los acusados que eran realmente culpables de crímenes violentos, y aparece borracho en el apartamento de Kirkland al enterarse de que uno de sus clientes comete otro asesinato después de ser puesto en libertad.

Es innegable la presión a que están sometidos los abogados defensores, siempre buscando el resquicio legal para lograr obtener resultados favorables para sus clientes, aunque sepan que son culpables, pero el deber cumplido no exime el peso de conciencia que se acumula.

Y aunque no se crea, similar situación sucede con los juzgadores, que en ocasiones siente la culpabilidad de alguien y lo tienen que dejar libre por fallas en la acusación o por deficiencia en la integración de la investigación; peor aún, cuando un juzgador está consciente de la inocencia de alguien, pero por sistema lo debe condenar; vaya cargo de conciencia.

Para Kirkland ambos casos son una frustración ajena que la siente propia.

LA GOTA QUE 

DERRAMA

El Juez Fleming es acusado de agredir brutalmente y violar a una joven; le pide a Kirkland que lo defienda, pues al ser un abogado que lo odia públicamente, se entenderá que está defendiendo a un inocente; Kirkland se niega a representarlo, pero el Juez Rayford le informa que lo pueden chantajear con una vieja violación de la confidencialidad abogado-cliente, por lo que sería suspendido.

Kirkland acepta la defensa e intenta convencer al fiscal Frank Bowers, que desestime el caso de Fleming, pero Bowers se niega, pues reconoce que condenar a un juez le haría ganar prestigio, así que sólo le ofrece un trato de disminución de pena.

Carl, un cliente de Kirkland, le da fotografías que muestran a Fleming involucrado en actos de BDSM con una prostituta; Kirkland le muestra las fotos a Fleming, que admite libremente que es culpable de la violación, pero existe ese secreto de confidencialidad.

Cuando comienza el juicio, Fleming hace un comentario casual a Kirkland sobre querer violar a la víctima nuevamente, lo que empuja al abogado ya disgustado a un punto de ruptura.

Al final, Kirkland, en su alegato de apertura, especula sobre el objetivo final del sistema legal, e inesperadamente, explota y declara que la fiscalía no va a atrapar a Fleming, porque él mismo lo va a atrapar, declarando que su cliente es culpable.

Kirkland es reprochado por el Juez Rayford, y es aquí donde se da una célebre frase de la historia del cine: “¡Usted está fuera de orden! ¡Todo el juicio está fuera de orden! ¡Ellos están fuera de orden!”

Es claro que Kirkalnd estaba harto de frustraciones, pero sobre todo de las injusticias del sistema; pero ¿será lo mismo abogar por la justicia que luchar contra la injusticia?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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