Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Durante décadas si no es que siglos, no han faltado aquellos que pretenden fusionar el agua y el aceite.
La Fundación Aquae, publica una definición que parece ser la correcta: La ciencia ha afirmado siempre con rotundidad que el aceite y el agua se repelen y no pueden mezclarse. La respuesta está en dos propiedades básicas de los líquidos: la densidad y la polaridad. No obstante, recientes investigaciones parecen haber encontrado una forma de mezclarlos.
Aunque no explica la forma de mezclarlos, suponemos que Marko Cortes, Alejandro Cárdenas y Jesús Zambrano se adelantaron al descubrimiento y por ello “destrozaron” la teoría de la imposibilidad de mezclar agua con aceite.
Los dirigentes, que no líderes porque no tiene tamaños para serlo, decidieron en 2020 “fusionarse” en una coalición electoral, no ideológica. Y, sin embargo, durante las campañas de sus candidatos a cargos de elección popular, los tres hablaban el mismo idioma. Seguramente lo estudiaron en cursillo de rápido y, presuntamente, lo aprendieron.
La falsedad está a la vista. Quienes votaban por el PAN eran aquellos que aborrecían Partido de la Revolución Mexicana, hijo del precoz Partido de la Revolución Mexicana -tenía 9 años de haber nacido- y fue fundado como el “adversario” para defender los espacios del catolicismo, el empresariado, las clases pudientes. El PRD surge como el espacio deseado por quienes buscaban romper la hegemonía del nieto, el PRI, que mostraba su clara inclinación por gobiernos que atendieran los reclamos de los participantes en la Revolución Mexicana.
Uno y otro, PAN y PRD, no podrían juntarse. Con el PRI habría alguna afinidad, pero ganó el odio y desprecio de sus fundadores. El PRI tampoco tiene nuevos elementos químicos para pasar de ser “revolucionario” a las filas del conservadurismo, como el PAN no tiene compromiso con la revolución y sus postulados.
Si dos elementos no se pueden fusionar, hay que tratar de examinar qué pasa si son tres.
Las distancias entre los tres son abismales. Ideológicamente, el PRI es de izquierda… dentro de la Constitución, como lo aclarara Adolfo López Mateos ante la presión del gobierno de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower. El PAN se creó bajo el concepto “humanista” y con la mira puesta en contra del militarismo, la opresión y represión; en defensa de la iglesia católica y a la que se sumaron algunas otras. Nada qué ver con ideologías comunistoides y el PRD presumió haber unificado las izquierdas, lo mismo marxistas que maoístas e incluso estalinistas, pasando por todas aquellas que se presentaban como admiradores de alguno de los caudillos de la revolución rusa.
¿Cómo esperar que los votantes, inmersos en sus ideologías que heredaron a sus hijos y nietos, tuvieran la opción de conjuntarlas?
Marko Cortés no representa a la derecha histórica, sino a la presente que nada tiene que ver con los principios del PAN. Alejandro Cárdenas se pinta de revolucionario y su actuar muestra lo contrario. No todos los que condujeron la lucha armada eran políticos que terminaron súper millonarios. Y Jesús Zambrano se quedó con la vieja izquierda hasta que fue convencido de que el PRD debía seguir la ideología socialdemócrata.
Imposible convencer a los votantes. La prueba está a la vista. Los tres partidos viven la crisis que representa el rechazo de los ciudadanos.
Ante el anuncio de la pérdida de registro del PRD, tanto en el PAN como en el PRI tiene que poner sus barbas a remojar. No tienen con qué convencer a los ciudadanos. No son opción ante un partido, el del gobierno, que aprovechó el corporativismo del tricolor y aprovechó para marcar su distancia con los fifís al tiempo de sumar a los marginados, en el papel no en la realidad, a un proyecto todavía sin aclarar.
¿México se quedará sin oposiciones políticas?
No es viable, pero sí lo es que será débil, inconsistente y tardará una década, cuando menos, en conquistar un nuevo segmento de los ciudadanos.
Por lo pronto, dos de los “tres amigos” tienen ante sí un futuro en el Congreso y el otro probablemente quede desempleado y se vea obligado a vivir de la pensión universal.
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