La Guerra Como Elemento  Cultural del ser Humano

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Los homínidos luego hombres, como bien lo retrató Stanley Kubrick en su seminal película “2001: odisea del espacio” se han estado peleando para obtener del opuesto, del vecino, del enemigo, del antiguo aliado, algo que el agresor no tiene y desea poseer fervientemente. La historia de Occidente como de Oriente lleva milenios de estar plagada de agresiones perpetradas por unos, en contra de pueblos enteros. 

Una buena parte de las temáticas que reproduce a diario el canal de televisión History Channel tienen que ver con guerras acaudilladas por un sinvergüenza, poca madre, que después de su triunfo y con el paso del tiempo, la historia lo coloca como un héroe, gran líder, preclaro soberano, mesías de un dios mayor que condujo a su pueblo a la tierra prometida o bien proveyó a ese determinado pueblo de las mies de una riqueza que siempre, en cuadros, frisos, leyendas, textos canónicos y demás mentiras gráficas y literarias muestra o refiere el trabajo esclavo, de otro pueblo, que tuvo la desgracia de perder la contienda y quizá su existencia en las oscuras regiones de la historia humana.  

Más recientemente, periodo que pudiéramos ubicarlo en los últimos quinientos años, una pisca en los faustos de la historia, la guerra ha sido el denominador común en el mundo occidental del que formamos parte los mexicanos. Coronas como las de España, Portugal, Holanda, Inglaterra, Francia exploraron las rutas desconocidas del Océano Atlántico en su porciones norte y sur; conquistaron lo que hoy es la costa occidental del continente africano, llegaron a su extremo sur, le dieron la vuelta, subieron hasta el llamado cuerno de África, recalaron en la península arábica, se adentraron por el mar índico y llegaron a la mítica tierra de las especias, esto es, la hoy India o subcontinente indio. Por otro lado, España, los reinos mencionados arriba más otras pequeñas empresas alemanas, suecas, danesas ocuparon, colonizaron e impusieron la civilización en territorios que van desde Terranova y el sur de Canadá, a lo largo de Norteamérica, Mesoamérica, Centroamérica y Sudamérica en su porciones septentrionales y australes colindantes con el Polo Sur. Todo un continente, carajo, como diría el presidente Milei. Las historias oficiales desde la anglo-francesa canadiense, la historia hagiográfica de los Estados Unidos, la historia oficial en México como en Guatemala, Panamá, Perú, Chile, Brasil, Argentina y un lindo etcétera. Todas, absolutamente todas, tienen su santoral de héroes conquistadores, luego libertadores, finalmente individuos revolucionarios como de tipos que retrotrajeron a sus países, a una etapa civilizatoria que se creía ya superada.     

Mientras lo arriba señalado sucedía en nuestra América, la civilizada Europa continuó enfrascada en innumerables guerras que venían de la padecida Guerra de Cien años (1337-1453). La carnicería, continuó flagrantemente materializándose en las guerras de religión entre cristianos fanaticados, católicos y protestantes, a lo largo de los siglos XVI e inicios del XVIII. Luego vinieron las rivalidades producto de los afanes expansionistas entre reyes absolutos como Luis XIV, los ingleses Carlos I-III, los españoles Felipe, Carlos y un muy desagradable etcétera que lo mismo involucró a suecos, germanos e italianos. En las inmensas planicies al este del Danubio el imperio ruso se peleó con todos sus vecinos, en algunos casos ganó los conflictos, en otros perdió la guerra y lo que se convirtió en un denominador común, fue que en la inmensidad del vecindario europeo-asiático que tenía colindancias con las dependencias rusas, todos los consideraron como el peligro más cercano a su integridad territorial; pero más preocupante, el peligro de que pudiera acabarse la cultura primigenia: llámese la Polituania, la alejada cultura finesa, la de los países azeries y demás kanes al este del Cáucaso.

Más recientemente, en el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el orbe continuó padeciendo guerras en territorios periféricos (Angola, Camboya, Palestina, El Salvador entre otros) porque las potencias metropolitanas no podían guerrear entre ellas, debido al peligro de que el conflicto escalara al uso de las armas nucleares. El continente africano como el sureste asiático y el Medio Oriente fueron, y han sido desde los años posteriores a 1945, el teatro de cruentas guerras que en la actualidad (Gaza, las Coreas, Somalia, Bosnia) son derivaciones de lo que hicieron y no hicieron los ganadores de la guerra del eje Berlín-Roma-Tokio. Hoy la guerra que se libra en Ucrania resulta de: los afanes expansionistas de la Rusia zarista y su política de la rusificación; de su breve independencia durante el periodo de entre guerras; de lo que les sucedió a los ucranianos durante la espantosa dictadura de José Stalin. Finalmente, hoy se define por lo que la Unión Europea, la OTAN y el propio nacionalismo ucraniano han desarrollado en las últimas tres décadas a partir de la desintegración de la URSS y la caída del socialismo real. Europa y los Estados Unidos de hecho están en guerra con Rusia, no tanto aunque sí muy importante, por las armas que le envían al régimen de Selenski sino por todas las medidas restrictivas que “occidente” le ha impuesto a Rusia en temas bancarios, petroleros, de diamantes, comerciales, aeronáuticos. En fin, la civilizada Europa se ha estado haciendo la guerra desde antes de que los Pictos derrotaran a las legiones romanas, en las pluviosas y ventosas tierras de la hoy Escocia.           

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