ULISES CORONA*
Del proyecto nacional, mucho se ha descrito, pero considero que poco se ha aprendido, y menos lo hemos definido. Han sido descripciones someras, históricas, y coyunturales al momento de cada ejercicio de gobierno.
La debilidad del púlpito de la República, consiste en dejar pasar los mensajes de la sociedad, no atender que está pidiendo a gritos ayuda de respuesta y no de historia, es decir, ya no necesitamos referirnos cada momento a la pasada historia para poder entender y explicar el presente.
Muchas cosas de la actualidad están en la novedad de lo contemporáneo, no estábamos advertidos a este presente y los problemas de quinta generación, conflictos nuevos y complejos los asumimos como nuestros y sin darnos cuenta, cambiamos la escala de valores existente, con ello, la ignorancia avanza, y quizá sin darnos cuenta llegue el fatídico asombro.
El proyecto nacional no es de sexenio, presidente o momento histórico, no responde a género, o displicencia de clase social. Tampoco es sólo inter fronteras, o se sustenta en símbolos de identidad. Más allá de lo que el “cerdo Napoleón” impusiera como ideal en “La Granja” y provocara su consecuente rebelión (G. Orwell. 1945), los momentos de efervescencia nacional no son, ni al final de cada sexenio, ni a su inicio después de la victoria calificada en mínima mayoría.
Tampoco es victoria de equipo de futbol o partido político que presume preferencias, ni momento de endeble estabilidad económica de dineros ajenos en remesas, o guerras externas que mueven las economías. Las dimensiones del proyecto nacional son actitudes que asumir y aptitudes que comprometer, tarea de entrada ciudadana y de la fortaleza de las instituciones que ejercen para esta. Este proyecto, es un ideal de convicción social donde fortalecida la sociedad se fortalecen las instituciones, después de ello, su gobierno y la República.
Es por eso que no hay camino, justamente siguiendo a Machado, hay sólo «Proverbios y cantares«, (Campos de Castilla. 1912), cada país hace su patria en el diario acontecer de su movilidad social, satisfacción conjunta que lleva consigo estabilidad social y porvenir de identidad. Creo que esto sería lo más cercano al proyecto que dé nación, camino ya recorrido de mexicas en el que hoy somos su Aztlán, y de ser esto valido, ¿nosotros hacia dónde caminamos?
En la búsqueda de la meta, los mexicanos tenemos diferentes rutas, unos reflejados así mismo en nuestro pasado, reviven victorias cual “tropa vieja” (L. Urquizo, 1940), dando vida el autor militar retirado, a los valores que implican jura de bandera, como motivación olvidada a los jóvenes de hoy.
En las complicidades del tomento de violencia, escepticismo y dudas de presente, sortear los huracanes, tormentas en permanentes temporadas (F. Melchor, 2017), y respirar en suspiro de alivio al ver que medianamente puede haber futuro, en ello también estriba el proyecto.
No hay diagnostico bueno o malo, hay hechos diarios que reflejan presencia, decencia actual de la sociedad’-contrario a Dresser- el manifiesto no está perdido (D. Dresser, 2018), existente es nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y su vigencia está en función de su ejercicio diario, y lo es porque “Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los Tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión” Art 133 CPEUM 20024). La ley es ley, en su edificación y en su permanencia (Art 136), no sólo por membrete de su categoría.
Dibujar la nación inicia con la identificación de fortalezas, las debilidades ya las vivimos, conocemos y lamentamos a diario; la nación la dibujamos en la gama de multicolores (C. Lomnitz, 2016), aprendemos a ser ciudadanos, si a nuestros hijos e hijas les enseñamos a atarse las agujetas, a andar en bici primero y luego en auto, si les enseñamos un día a jugar en el error diario y corregir equivocaciones nuestras; por qué no enseñarles también a votar, a ceder el lugar en el autobús, a ayudar a cruzar la calle, las instrucciones para vivir en México (J. Ibarguengoitia 1969) inician dando cauce a niños, pequeños ciudadanos que amen su casa, su ciudad, su gobierno, sus instituciones, su soberanía, su nación. Primeros pasos iniciales que considero, darán cuenta al vislumbrar un proyecto personal y colectivo de nación, que supere adivinanzas sexenales, soledad en los laberintos de nuestra cohesión social (O. Paz 1950), que permita un paso afable, seguro a la cohesión y futuro nacional, ese sea quizá el proyecto.
Ulises Corona
*Académico Universitario