*Se Cierra un Capítulo de la Historia
Nacional y se Abre el Nuevo
*No Importa Quién Gane, el País Estará
sl Borde de la Quiebra Social
*México Está Dividido y Polarizado; no
hay Forma de Reunificarlo
*Si Gana el Oficialismo, Triunfan También
la Impunidad y el Crimen
*Los Prejuicios Afloraran en el Campo de la
Vida Nacional y los Rencores Fructifican
EZEQUIEL GAYTÁN
El próximo domingo 2 de junio se habrá cerrado un capítulo de la historia nacional y el lunes 3 empezará a escribirse uno nuevo. Serán dos días atípicos, México tendrá una mujer al frente del poder Ejecutivo Federal, una mujer que conducirá el destino nacional por los próximos seis años (espero) y a partir de ese momento esa mujer tendrá que ser otra diferente a la candidata. Se escribirán toneladas de tinta debido a que se nos explicará e incluso justificarán lo acontecido durante la jornada electoral y las apreciaciones serán objetivas y subjetivas y aunque haya impugnaciones y manifestaciones, difícilmente las autoridades electorales le retirarán el primer lugar a la ganadora.
Seguramente, las candidatas ya tienen listo su discurso de la victoria y será una invitación a la reconciliación nacional. La triunfadora nos estimulará a las y los mexicanos a sumarnos al nuevo esfuerzo con espíritu crítico y nos plantearán un mañana prometedor. El discurso de la noche del domingo 2 o de la madrugada del lunes 3 será optimista. Más aún, refrendará sus compromisos de campaña y posiblemente, nos informe que volverá a recorrer el país a fin de agradecer y mediar en el nombre de la unidad nacional. Por supuesto que todavía no sabremos cómo se integrará el Congreso de la Unión, aunque ya sabremos acerca de los resultados en los nueve estados de la República en los que habrá nuevo gobernante.
Ambas candidatas saben que México está dividido por diversos motivos. Algunos de ellos son los discursos dicotómicos y maniqueístas del presidente López Obrador. También es notable que esa división entre mexicanos la fomentamos cotidianamente al hablar de chairos y fifís como posturas irreconciliables. México, además, está fragmentado entre regiones, el norte estigmatizado como bronco y trabajador, el centro estereotipado como mocho y pujante y el sur etiquetado de pintoresco y con grandes retos por superar. Se trata de elucubraciones imaginarias en muchos sentidos, así como de generalidades poco sustentables, pero que de alguna manera los indicadores socioeconómicos más o menos confirman.
Lo que es una realidad es que la fragmentación entre mexicanos será uno de los principales retos a superar de la próxima presidenta. El diagnóstico y las razones arriba argumentadas son, en muchos sentidos, correctas o, si se prefiere, no están muy alejadas de la realidad. Por lo mismo, al día siguiente de la elección las divisiones entre mexicanos no desaparecerán y, lo que es peor, mucho me temo que tenderán a exacerbase.
El júbilo democrático por cambiar de gobernantes sin necesidad de derramamiento de sangre no creo que será completo. Morena fundamentalmente y el resto de los partidos políticos consecuentemente han sembrado semillas de discordias y confrontaciones. Los prejuicios han aflorado en el campo de la vida nacional y los rencores fructifican. El resentimiento social del que tanto se vanagloria el presidente López Obrador también ya se expandió como una plaga tóxica que se difumina por el aire y hace irrespirable el ambiente. Quedarán las sospechas, muchas de ellas fundadas, acerca del intervencionismo de grupos criminales en el proceso electoral y esa mancha parece imborrable e imperecedera.
Al día siguiente de la elección el crimen seguirá actuando impunemente, la inflación seguirá creciendo, le economía continuará su marcha hacia la recesión, los servicios de salud seguirán estancados, la educación prolongará su agonía deficitaria de contenidos formativos, la desertificación seguirá, como fantasma maligno que ya se deja ver, alterando el clima mundial con su consecuente falta de agua y así podríamos continuar describiendo el terrible diagnóstico que se avecina. Nada o poco cambiará la realidad con la noticia del nombre de la ganadora.
Al día siguiente de la elección la Administración pública acelerará los trabajos de la entrega-recepción. Si gana el oficialismo, las personas servidoras públicas no se esmerarán en la elaboración de los libros blancos, pues se abrirán las puertas de la impunidad. De ser el caso de que gane la candidata de la oposición la burocracia se aprestará a cambiar el color de su chaleco, pero en sendos casos el ritmo de trabajo descenderá y los ciudadanos de a pie seremos quienes paguemos el tortuguismo burocrático.
Al día siguiente de la elección habrá conformes y disconformes, por lo que el enfrentamiento político partidista se recrudecerá y el pleito por las curules será, metafóricamente hablando, una lucha de vida o muerte. El país, sobre todo donde se luchó por las gobernaturas también vivirá momentos de muchas tensiones y lo peor de todo es que familias se confrontarán por defender sus posturas sin que eso le importe a quienes contendieron por un cargo de elección popular. Por eso es importante que al día siguiente de la elección veamos hacia el futuro.