La Priandilla en la Benito  Juárez y la República

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

De sexenios atrás, por lo que se refiere a lo que sucede en la república mexicana y en el ámbito local, lo que ha pasado en la Delegación Benito Juárez, ahora alcaldía, tiene como denominador común la concesión indiscriminada de permisos que se otorgan para proyectos gigantescos como la Torre Miticah y su centro comercial, o a nivel estatal/federal, los permisos otorgados para desarrollar en cientos de kilómetros, del todavía paradisiaco estado de Quintana Roo, muchos condominios y hoteles, campos de golf, aeropuertos, centros de diversiones y demás lindezas que generan ganancias descomunales. El abarrotamiento en la costa caribeña, más pronto que tarde, acabará arruinando la naturaleza selvática y sus playas, las cuales son el atractivo para los turistas nacionales y extranjeros; ello ya sucedió décadas a en Acapulco, Cancún, etcétera. Pero volvamos a la sufrida Ciudad de México.

En el argot señalado por el expresidente Vicente Fox y por lo dice la conseja popular, la alcaldía Benito Juárez ha sufrido cada vez más y de manera constante un proceso de “changarrización” por los permisos que a diestra y siniestra se otorgan para colocar en calles y avenidas: heladerías, churrerías, cafeterías, restaurantes italianos-de comida mediterránea (sic), tiendas de venta de zapatos, cientos de nuevos salones de belleza y barberías woke, concesionarias de automóviles, más centros comerciales, tiendas de gramíneas,  misceláneas, muchos OXXOS, puestos móviles de barbacoa, bicicletos que venden tamales, bísquetes “calientitos”, esquites, y las inefables camionetas que con bocinas piden les sean “vendidos” (doble sic) metales y artículos viejos. En síntesis, los panistas de la BJ, a ciencia y paciencia en sus planes de gobierno, han abaratado la alcaldía que hoy ya sufre como la Cuauhtémoc, un agotamiento de espacios públicos, insuficiencia de drenaje por todo lo que arrojan tales negocios, inseguridad porque al otorgar permisos a restaurantes, bares, cantinas, cervecerías y demás antros: el crimen florece. Pero la BJ es una mina de oro, porque unos y otros, micro y no tanto empresarios, tienen que “caerse” con las cuotas semanales que le piden los inspectores de la alcaldía y que además se hacen presente en los mercados populares que disque fueron modernizados; todo ello es un poderoso aliciente para seguir controlando la demarcación política que genera pingües ganancias -no necesariamente lícitas.  

Frente a lo anterior que puede corroborarlo cualquier habitante de las colonias Nápoles, Del Valle, Narvarte, Portales, Mixcoac, San Pedro de los Pinos, Noche Buena, San Simón y otras más, en sentido inverso todos en su conjunto pueden atestiguar que a la alcaldía Benito Juárez le hace falta obra pública, como el re-encarpetamiento de muchas calles con asfalto y no concreto: pero este último es el quid del negocio. Y sin ser parcial de Clara y la cuatro T, los juarenses podemos dar fe de que la construcción de edificios grandes y chicos donde antes había casas unifamiliares, ya provocó escasez de agua -mucho antes de la actual sequia-, ha ocasionado falta de espacios para estacionamiento donde alguna vez eran calles tranquilas. La construcción indiscriminada, en comunión con un sinsentido ecológico y con una visión de negocio (dependiente de las mies de papá gobierno), los panistas de la BJ llevan trienios deforestando calles, avenidas, camellones que hace cuarenta años eran la característica arbolada de la demarcación. Se han talado cientos, quizá miles de jacarandas, fresnos, pinos, liquidámbares, haciendo caso omiso últimamente, de la enfermedad que ha matado a muchas palmas datileras que caracterizaban avenidas como Vértiz, Rébsamen, algunos tramos de avenida Universidad, etcétera. Todo lo anterior quiere decir que no han sido tan buenos gobernantes/administradores como clama el candidato Taboada, que busca replicar su modelo a lo largo y ancho de la Ciudad de México, capital de la república.

Para finalizar y redondear volvemos al ámbito de la república, la priandilla, que si queremos ser juntos también incluye a muchos funcionarios estatales de MORENA y partidos afines, han sido responsables de llevar a cabo obra -pública y particular- que ha dañado el entorno ecológico de la nación. La construcción del Tren Maya es el claro ejemplo del pararrayos de todas las críticas. Yo vi a la derecha de la carretera Cancún-Chetumal el trazado de la vía y obvio la deforestación de millones de árboles. Sin embargo, y es una maldición de la vida moderna aquí en México como en China o España, toda obra de ampliación, comunicación, de vocación habitacional destruye el entorno. La idea es que sea en poca cantidad y que exista programas viables de reforestación, limpieza de arroyos, ríos, bahías y demás cuencas hídricas amén de cambios que regeneren el entorno urbano.

Queretanos no panistas pero tampoco morenos, se han quejado de las obras “faraónicas” del gobernador azul Kuri. Señalaban que una cosa son trabajos de mantenimiento y otra es construir vialidades innecesarias; sobre todo, realizadas por constructoras que se han tardado años dañando la vida diaria de miles de conciudadanos. Esto último nos lleva a la razón primigenia de lo que deberían ser los trabajos públicos: éstos deberían realizarse en beneficio del pueblo. Sin embargo, la realidad diaria es que las autoridades en los tres niveles de gobierno llevan a cabo obras que molestan a la ciudadanía. Son innecesarias como los alcaldes y presidente municipales “banqueteros” que destrozan las vialidades anteriores, quitan letreros metálicos con nombres de calles y avenidas, y los sustituyen por otros de plástico que poco duran, sin olvidarnos de inútiles carriles para bicicletas y focos de colores que no alumbran en camellones, jardines y plazas: todo ello lo han realizado los diversos titulares de la demarcación Benito Juárez de esta ciudad.                      

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