Ciudadanos de Diez

 

ULISES CORONA-

No hay democracias no completas, ni permanentes, ni tampoco exactas; gobiernos como generaciones van y vienen, y nada nuevo bajo el sol (Ecle 1-18), no cambia la forma de Estado, sólo el tipo de gobierno, y a veces… tampoco. Lo que mantiene viva la idea del Estado Nación es la sociedad viva y su vigencia, es la exigencia lo que le nutre.

Por ello los gobiernos replican propuestas y formas de convencimiento electoral, unas acertadas y otras acorde a las necesidades propias de una sociedad en evolución, sin embargo, lejos de señalar errores de tipo de algunos gobiernos como incompetencia, no transparencia, opacidad, negligencia profesional, corrupción o nepotismo y por supuesto la falta de resultados; quien considero es el centro de la discusión: es el ciudadano cliente-comprador, quien mediante el acto de su voto como ceñimiento de su soberanía decide optar por un tipo de gobierno que le sea afable.

Aclaro que el ciudadano, hombre o mujer, tiene que aprender a levantar la mano y decir “no estoy de acuerdo”, tarea no siempre aprendida en la escuela, por miedos o atavismos, incluso anidados desde casa; no es ser rebelde en sentido guerrillero, tampoco contestatario. “En arte, la rebelión termina y se perpetúa en la verdadera creación, no en la crítica o el comentario” (A. Camus. Hombre rebelde 1957), considero que no es la rebeldía en sentido estricto lo que te puede hacer diferente, pues si carece de un objetivo más que personal, de moda u ocasional, únicamente la rebeldía será pasajera.

Lo que diferencia a población -en general como ciudadano y ciudadana- es, de acuerdo con Paz: “No toda la población que habita nuestro país es objeto de mis reflexiones, sino un grupo concreto, constituido por esos que, por razones diversas, tienen conciencia de su ser en tanto mexicanos”. (O. Paz. Laberinto de la Soledad 1968), un grupo de hombres y mujeres que tienen sentido y vida por sus raíces, orígenes, contexto cultural e identidad de su entorno y contorno, y con esto poder explicar o por lo menos expresar su preocupación y ocupación en atender sus complejidades como grupo social, es ciudadano.

Y es que la ciudadanía modelo o perfecta no está instruida en latitudes o estados nacionales ideales, no se construye en un lapso de gobierno o bajo el mandato de una persona en particular: Ser ciudadano modelo es tan fácil que parece imposible, (K Butcher, Asociación Más Ciudadanía, A.C.), un ciudadano “ejemplar” no se sabe el número exacto de las estrofas del himno nacional, o las efemérides más acertadas del calendario cívico, tampoco el respetar las reglamentaciones básicas de tránsito y conducta social. 

La ciudadanía modelo es el diario ejercicio de entendimiento de nuestras muchas complejidades sociales, sin exclusiones o señalamientos de clase, género, nivel económico, social, cultural de raza u origen. Entendimiento y comprensión para explicar de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos llegar. 

La sociedad modelo se forma en la educación y la cultura, en el entendimiento y en la discusión, en la inclusión, tolerancia y en la aceptación de que estamos en un sitio en el que pertenecemos, pero podemos, debemos anhelar y poder cambiar.

Sabemos que la convivencia entre personas no es sencilla, pero la clave está en saber comprender y tratar al prójimo (F. Savater Ética para Amador, 2005), y esto lo divulgamos como experiencia cotidiana, siendo justos al hacer y emitir críticas, honestos al señalar nuestro papel y tarea en la vida pública, más acción y menos reacción, serenidad y convicción, no política menos partidista, sólo de interés ciudadana y con ello colectiva. 

Si iniciamos uno a uno tratando de comunicarnos con nuestros vecinos, amigos, amigas, compañeros, compañeras, familiares y con ellos evangelizar (difundir con pasión) los problemas comunes, quizá podamos acercarnos a ser ciudadanos de diez, una ciudadanía modelo y con ello tener gobiernos de diez, gobiernos modelo, tener exacto y justo lo que merecemos.

Académico universitario*

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