Maniobras de la OTAN en el Mediterráneo: ¿por qué España también le muestra los dientes a Rusia?

Una flotilla de la Armada española con el portaviones Juan Carlos I al frente participa en el ejercicio Neptune Strike de la OTAN, en el que operan 21 buques en total. Después partirá hacia el mar Báltico. El objetivo es demostrar que se contiene a Rusia y así justificar el aumento del gasto militar, explican los analistas.

El grupo expedicionario de combate aeronaval Dédalo 24, que partió de la base naval de Rota a principios de abril en el marco de un despliegue de tres meses junto a otras marinas de la OTAN en los mares Mediterráneo y Báltico, prosigue su actividad en aguas cercanas a Grecia, en el mar Egeo.

La flotilla, compuesta por el portaviones de proyección estratégica Juan Carlos I, dos fragatas, un buque de asalto anfibio, varios aviones, helicópteros y un batallón de infantes de Marina, hasta el 10 de mayo realiza en el Mediterráneo actividades de «vigilancia reforzada de tiempo de paz Neptune Strike (NEST) de la OTAN», según la denominación oficial. A tal fin, ha ejecutado ejercicios combinados con las marinas turca y griega, así como labores de vigilancia en apoyo de la operación Sea Guardian de lucha contra el terrorismo internacional.

«El objetivo de estas actividades es mejorar la capacidad de la Alianza para trabajar en operaciones conjuntas y multidominio, integrar grupos de portaviones aliados y apoyar de forma directa la estrategia de disuasión y defensa aliada», reza en un comunicado emitido por el Estado Mayor de la Defensa de España.

Desde la parte turca se unió el portaviones Anadolu, diseñado en España por Navantia y gemelo del Juan Carlos I. Posteriormente, en aguas de la península del Peloponeso se llevaron a cabo operaciones anfibias y ejercicios de defensa aérea junto con una fragata griega y cazas F-16 y F-4 de este país. El objetivo de los ejercicios combinados es ganar coordinación y capacidad de ejecución conjunta en la proyección anfibia y aeronaval.

En combinación con cazas Eurofighter del Ejército del Aire desplegados en Rumanía, los aviones Harrier del Juan Carlos I ya han realizado un ejercicio de vigilancia aérea conjunta sobre el espacio aéreo de Bulgaria.

A lo largo de mayo, el ejercicio Neptune Strike discurrirá sobre los cielos de Eslovaquia, Macedonia del Norte, Bulgaria, Rumanía, Italia, Montenegro y Albania, donde se llevarán a cabo misiones de apoyo a los contingentes de la alianza allí desplegados. El contingente español está en Eslovaquia.

¿A quién se pretende disuadir?

Antes del 10 de mayo, el grupo también interactuará con el portaviones nuclear francés Charles de Gaulle y el italiano Cavour en el mar Adriático, donde parte del grupo Dédalo 24 –el buque de asalto anfibio Galicia y la fragata Reina Sofía– ya está efectuando maniobras frente a las costas de Albania. A finales de mes, el grupo pondrá rumbo al mar Báltico, donde en junio acometerá un ejercicio combinado con la marina de Finlandia y efectivos aéreos suecos.

Además de los cuatro portaviones mencionados, en el ejercicio Neptune Strike participan 21 buques, 48 aeronaves y dos batallones de Infantería de Marina (uno de ellos español). Toman parte en las maniobras un total de 4.600 militares de 15 países diferentes. En paralelo, el Grupo Dédalo-24 participa en el ejercicio anfibio Mare Aperto, organizado por Italia, junto con 6.000 efectivos de los países de la OTAN.

El objetivo declarado de todas estas maniobras, travesías, ejercicios y las naves implicadas es la «disuasión» a lo largo de todo el flanco marítimo de la alianza «desde Estambul hasta Helsinki», en palabras del contralmirante Gonzalo Villar, que declaró a los medios españoles invitados a bordo que el sentido de los ejercicios es «evitar una confrontación con Rusia». Pero cabe preguntarse si lo que se añade en realidad es precisamente más tensión.

«Esto no es para la seguridad, es más bien una forma de amenazar veladamente a Rusia», explica a Sputnik el historiador y analista internacional José Miguel Villarroya, que detecta una clave para el «consumo interno» de la opinión pública europea, a quien se trataría de persuadir de que «gracias a estas maniobras, se muestra a Rusia la fuerza de la OTAN y se la disuade de invadir Europa».

«Todo esto se da en el marco del conocimiento de que la guerra de Ucrania ya está perdida para la OTAN y es una manera de mostrar músculo a Moscú. Porque aquí el discurso belicista dice que hace falta una gran inversión en armamento para evitar que Rusia nos invada. A la población se le dice que si no se hacen estas demostraciones de fuerza, pues Rusia nos invadirá y que, por tanto, es más necesario que nunca aumentar el gasto en armamento», asegura Villarroya.

A propósito del incremento de los gastos militares y la renovación del armamento, apenas unos cuantos helicópteros y siete aviones Harrier de despegue corto y aterrizaje vertical componen la fuerza aérea embarcada en el grupo Dédalo 24. La escuadrilla de Harrier acumula más de 60.000 horas de vuelo y una antigüedad de más de 35 años, pues están en servicio desde finales de los años 80.

Más allá de la disuasión

La disuasión atiende a estrategias de influencia y coerción donde un actor puede recurrir directa o indirectamente a la amenaza para que otro actor desista de su supuesta pretensión. Es un componente de las estrategias defensivas. Los buques del grupo Dédalo 24 se distinguen por su capacidad de proyectar fuerza más allá del litoral propio y próximo a España; es decir, bien lejos de las fronteras nacionales y de la zona de influencia de los intereses legítimos del país.

La implicación del grupo Dédalo 24 en el ejercicio Neptune Strike de la OTAN discurre a la par que las maniobras de la Marina Real de Marruecos en aguas del Sáhara Occidental, a apenas 125 km de las islas Canarias, que causan inquietud en el Gobierno regional insular.

De resultas, hay quien se pregunta por el sentido de colaborar en un esfuerzo militar muy lejos de España y que no tiene parangón en el área geográfica propia. La situación puede provocar cierto nerviosismo, habida cuenta de los signos expansionistas que de cuando en cuando adornan la política exterior marroquí.

«Choca que estemos haciendo maniobras cerca del mar Negro y luego en el Báltico, pero que no haya esa presencia en Canarias, porque sabemos perfectamente que Marruecos está dando a entender que las islas Canarias también son parte de su hinterland», admite Villarroya.

A su juicio, la confusión generada en torno a esta paradoja puede ser atribuible al carácter «extraño» de las relaciones de España y Marruecos, marcadas por los complicados equilibrios de la política migratoria y, concluye, «por la influencia del tema de Pegasus», el sistema israelí de espionaje telefónico con el que supuestamente los servicios especiales marroquíes llegaron a intervenir conversaciones de alto nivel entre los miembros del Gobierno de España.

Información: @Sputnik

© Foto : Estado Mayor de la Defensa

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