Xóchitl y la Mala Educación 

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

 

Hace casi una década, cierta universidad privada invitó a la entonces jefa delegacional por Miguel Hidalgo para que diera una conferencia. Un conocido mío que estuvo en la organización del evento y asistió a la charla me comentó por aquellos años: ¡¡qué mujer tan vulgar y lo peor, la manera como trataba a sus subalternos!! a punta de majaderías. Lo anterior, como constante en su vida, ha salido a relucir durante la actual campaña presidencial de Xóchitl cuya última perla fue darle, de mala manera, un chicle a su asistente. ¿¿Quién sabe qué horribles microbios tendría semejante goma de mascar?? Este texto se escribe días antes del segundo debate presidencial donde ella ha amenazado que discutirá (doble sic) y se plantará como Xóchitl es; olvidándose lo que sus asesores podrían imponerle como una manera de comportarse para el debate presidencial. Si lo cumple con sus groserías, gritos y malos modales, ello será un plus para la estrategia de los morenistas y como lo escuché en la calle: la señora cree que por ser pobres “nosotros hablamos así…con muchas vulgaridades”.

 

Me parece que algunos lectores de Misión Política, cuando recibieron su educación primaria o secundaria, era una regla no mascar chicle. Los alumnos que lo hacían y eran cachados por sus profesores recibían en reprimenda que iniciaba con un regaño señalándoles que solo las personas de baja ralea mascaban chicle y parecían rumiantes, igual que los presidiarios y seres de baja estofa. Me tocó ver (en escuela privada a la estadounidense) que a niños o niñas les pegaran el chicle en el pelo y la prefecta o prefecto en turno, no se preocupaba por una demanda de los ahora muy consentidores padres/madres de familia. En aquellos años se decía que eran las empleadas en las tortillerías quienes mascaban chicle. ¡¡Claro, las cosas han cambiado y para mal!! Toda una observación conservadora, señalarían los secuestrados por lo políticamente correcto.

 

El anecdotario histórico indica que fue en los años cuarenta del siglo XIX cuando Santa Anna, en una de sus múltiples salidas del país debido a asuntos de la política, se encontró con un estadounidense apellidado Adams; le contó el veracruzano acerca de que los indígenas de las selvas mexicanas mascaban una goma. Ello tranquilizaba a aquellos seres violentos por naturaleza. Y semejante relato, a la larga produjo que el señor Adams construyera una industria que hoy tiene alcances mundiales. Antes, a uno le decían que eran los gringos los que se la pasaban mascando chicle y en el peor de los casos, los jugadores de beisbol mascaban tabaco para luego lanzar escupitajos de un color ocre…¡¡qué bonito, qué fino!!  

 

Hoy, los mexicanos, y sobre todo si le les compara con el comportamiento que en sociedad se reproduce en otros países, evidencian una mala educación que además de lo señalado líneas arriba, se caracteriza por hablar a gritos, utilizar la muletilla de “güey” para todo, funcione o no, sea dirigido al género masculino o su mal uso si es para el género femenino. Xóchitl toma cerveza a pico de botella -o así se le muestra en los videos que salen en las redes sociales- cuando lo educado es que se la sirvan a uno en vaso o tarro bien helado. Ella lo hace la candidata como los verifican muchos otros compatriotas, sobre todo cuando en la informalidad de un evento donde sí está permitido. Pero, no debe ser olvidado por nosotros, los electores, que ella quiere ser presidenta de la república y al menos de inicio, debe ser un ejemplo para la ciudadanía. 

 

La mala educación se aprecia en la conducción de autos, camiones, motocicletas, bicicletas. Ya no dijéramos dar el paso a otro auto y que el de atrás de inmediato toque el claxon, sino las respuestas francamente groseras de muchos conductores cuando se les señala una falta y la respuesta en automático es la grosería. Ello se extiende a los dueños de perros, a los padres de familia que no dirigen el comportamiento de sus hijos y no soportan que uno evidencie la mala compostura de vástagos y progenitores.

 

De lo anterior se deriva la mala convivencia social que se percibe en México y en otros países, ella tiene como causa una mala educación que fue inducida por políticas educativas irresponsables y omisión en el ámbito de las relaciones familiares. El resultado más dañino es la preponderancia de un clima encolerizado y de violencia extrema, que lo mismo produce muchos episodios de rabia intrafamiliar que aquellos asesinatos diarios que salen en los pasquines, disque noticieros, los cuales reproducen la nota roja en la radio como en la televisión.

 

El apasionamiento resultante de las campañas políticas es tan histórico como la existencia de las facciones partidistas, pero, como pueblo mexicano, éste debe exigir que sus autoridades sean un ejemplo. Ello se ha venido desdibujando desde que López Portillo “lloró como un perro” y Porfirio Muñoz Ledo fue pateado por un priista durante un informe del presidente De la Madrid. De aquellos dos episodios que han quedado en el anecdotario, los incidentes con groserías, malos tratos e inclusive cosas peores, se han convertido en moneda de uso diario en los pasillos donde aflora más que la discusión política, la gritería facciosa.    

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