Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Guerrero no tiene gobierno. El crimen se apoderó de la capital, de Acapulco, de Iguala, de Taxco y de cuando menos 7 de los 17 municipios de la Montaña.
La guerra entre Los Tlacos, Los Ardillos y la Familia Michoacana por el control del territorio, ha devenido en violencia extrema. En un choque frontal, Los Tlacos ejecutaron a 17 de la FM y los quemaron.
La intervención del obispo Emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Guerrero pacificó temporalmente las acciones delincuenciales y la normalidad parecía haber vuelto a la capital del estado.
Hombre respetado por tirio y troyanos, desapareció el sábado y nadie sabe de su paradero. Está enfermo y requiere medicamentos para conservar la precaria salud.
Su desaparición podría estar relacionada con sus actividades pacificadoras y se sospecha que se trata de un secuestro, lo que hace temer por su vida.
Ayer por la tarde, la Conferencia del Episcopado Mexicano confirmó la desaparición del prelado. En un breve mensaje, señala: “La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) informa con profunda consternación sobre la desaparición de Monseñor Salvador Rangel Mendoza, Obispo Emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Guerrero, de quien se desconoce su paradero desde el día 27 de abril de 2024″,
Además, la CEM hizo un llamado a las autoridades tanto de Guerrero como de Morelos y del gobierno federal a que actúen de manera coordinada para que el obispo pueda regresar a su hogar. De igual manera, el Episcopado mexicano aseguró que ya fue iniciada una carpeta de investigación por parte de la Fiscalía General del Estado de Morelos.
Chilpancingo, la sede de los Poderes estatales, se ha convertido en el centro de la lucha de los grupos criminales por controlar el territorio. Extorsiones, derecho de piso, abastecimiento de carne, pollo y huevo productos a los que les fija el precio de venta; droga, narcomenudeo, cuotas por tonelada a los productores que sacan sus cosechas. Los criminales actúan con plena impunidad desde el cambio de gobierno estatal y el municipal. La alcaldesa Norma Otilia Hernández ha sido señalada de mantener relaciones con los líderes de Los Ardillos, con quienes se ha reunido en lugares públicos. Niega protegerlos o dejarlos hacer lo que les venga en gana. Sin embargo, la realidad la desmiente.
El muy probable secuestro del obispo Rangel Mendoza es la mecha que faltaba encender para una desestabilización mayor del gobierno estatal y un reto para el federal que, órdenes presidenciales, cerca de 10 mil elementos de la Guardia Nacional se encuentran destacados en la entidad, principalmente en las zonas focalizadas por el exceso de violencia. Las ejecuciones no para, sin embargo.
La gobernadora formal y el gobernador tras el trono, han sido incapaces de darles paz a los guerrerenses y no son pocas las voces que los relacionan con el crimen organizado.
El temor de que quienes hayan operado su desaparición, es totalmente válido: su vida está en peligro.
De siempre, el obispo emérito ha buscado pacificar la región que le corresponde. Sus intervenciones negociadoras con los criminales, ha n dado resultados.
Mientras, el gobierno estatal está paralizado y la población no entiende porqué los criminales se han apoderado de grandes extensiones de la entidad. El gobierno federal niega que haya violencia.
El presidente no se ha presentado ante los habitantes de Acapulco al ocurrir el huracán Otis. Ha ido 7 veces al Puerto y siempre se refugia en la Base Naval de Icacos. “Teme una emboscada” y le preocupa salvaguardar la “investidura presidencial” en tanto se desmorona el tejido social.
sin entender las razones
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