Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
“Endurecer” su posición cuando está a punto de irse, muestra solamente que busca estar bajo los reflectores… cuidado, lo pueden ablandar y hasta quemar.
Acusar a funcionarios del Departamento de Estado y generalizar el señalamiento al país, a la casa Blanca, de ser “injerencista” con la región -Latinoamérica- es mirar la paja en el ojo ajeno y no la viga del propio.
El informe anual sobre derechos humanos que el Departamento de Estado publica anualmente, no está dirigido a México específicamente. Están los Estados que integran, ciertamente, la región.
Y como la calificación para nuestra Nación no es de “10”, es decir, excelencia, entonces se irrita quien los viola desde el púlpito presidencial y saca la “casta” para señalar a los funcionarios menores que realizan el informe y encarrerado el ratón afirma: “hay otros funcionarios del Gobierno de Estados Unidos que tienen una concepción distinta, muy prepotente y apegada a la antigua política intervencionista e injerencista”.
Frente a su sesuda reflexión habría que preguntarse cómo se definirían sus expresiones hacia la presidenta de Perú y a los presidentes de Argentina y Ecuador, Daniel Novoa.
Llamar espuria a Dina Boluarte, extremista a Javier Milei y de haberse robado la elección a quienes gobiernan democráticamente, no deja de ser una injerencia en políticas internas de otros países.
Quisiera que todos lo obedecieran y lo elevaran al rango de “líder regional”.
Siempre saca a relucir que cuando habla con el presidente Joe Biden “… siempre es respetuoso y dice que nuestro trato tiene que darse en un pie de igualdad. Y le creo”.
No entiende que el señor Biden es un estadista. No comprende que tener ese calificativo requiere de saber hacer política, de escuchar, de asentir y después actuar.
Es posible que en tratándose de jefes de Estado, oiga y no escuche y, si le hablan en otro idioma, quizá las traducciones no sean las exactas sino lo que le haga sentir el ego en las alturas.
Si colocan a México entre los países en donde los derechos humanos son violentados un día sí y otro también, no mienten.
Si otro revela que México es un “ejemplo de democracia y libertades”, entonces aplaude.
Los mensajes que le envía sus amigos Maduro, Díaz-Clavel, Castro, Lula, le alegran el oído, pero no comprende que se trata de elogios de quienes son iguales.
Cuestiona que Estados Unidos no apoye a los países pobres, que eviten la migración y que les permitan desarrollarse.
“Pidinche” diría la abuela. Y soberbio al decir que en su mandato no ha recibido “ni un dólar” desde Estados Unidos. “Y no les hemos pedido”. ¿Y los préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo, no cuentan?… y los miles de millones que envían en remesas los mexicanos que se van porque aquí no tienen oportunidades ¿no provienen de Estados Unidos?
¿Qué significa el señalamiento “la verdad es que ya llevan años sin ayuda humanitaria a los países de América Latina y del Caribe?
Desde cuándo es obligación “humanitaria” salvar a los países que no quieren desarrollarse y están gobernados por gorilatos civiles.
En fin, el injerencista mexicano se queja de lo que hace los otros, pero se cuida de no admitir cómo actúa a nombre de México.
Lo bueno es que todo lo que inicia termina.
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