MARIO ARTURO BERRA
El refrán dice que “El que por su gusto muere hasta la muerte le sabe”.
No se puede entender que haya algún candidato que haga las cosas pensando en perder.
Pues el caso de la candidata al gobierno de Veracruz. Pareciera que confirma la duda. A pesar de las innumerables críticas, sugerencias y recomendaciones de personas que se identifican con ella, de que debe modificar sus actitudes y su formato de campaña, nomás no hace caso.
Los errores que comete son demasiado frecuentes, y no rectifica. Lo peor para ella es que sus dislates ya adquirieron alcances nacionales. ¿Qué ha despertado el interés de personas que radican en otras partes por lo que pasa en Veracruz? Simple y sencillamente porque la señora estuvo a cargo de la construcción de la refinería Dos Bocas, obra que ha estado envuelta en escándalos por la falta de planeación e inexplicables sobrecostos.
La negativa de la candidata a corregir el rumbo ha dado pie al avance de una imparable inercia negativa que ha afectado considerablemente su imagen pública.
Su memoria se ha convertido en su principal rival. A los municipios les cambia de nombre, a sus invitados también. Su GPS personal no le funciona. La Laguna de Catemaco la confundió con el Golfo de México; confunde Tlapacoyan con Tlalixcoyan, cuando están separados por cientos de kilómetros. Anuncia en redes que visitó el municipio de Tamiagua, que no existe en Veracruz.
Los veracruzanos aseguran que su equipo de logística lo importó de su tierra natal: Zacatecas.
Esta falla bien pudiera corregirlas contratando a algún veracruzano que conozca de memoria los nombres de todos los municipios del Estado, y la ubicación geográfica de cada uno de ellos. Ni para que el gobernador le resuelva el problema, anda igual.
En lugar de presumir sus vínculos con los veracruzanos, presumió un convoy de 12 lujosas camionetas blindadas algunas de ellas, repletas de guardaespaldas encargados de su seguridad y de que nadie se le acerque.
No tiene claro que una campaña proselitista es para convencer a los ciudadanos que sufraguen por ella. Cree que su labor no es sumar voluntades, sino recordarles a los veracruzanos que votar por ella es una obligación.
Al momento de iniciar su campaña, aparecía como puntera en las encuestas. Había un importante sector de ciudadanos que la veía con perfil de ganadora. Poco a poco las cosas fueron cambiando.
Acostumbrada a moverse bajo el manto protector del poder presidencial, descuidó una de las principales máximas de la política: que los lujos no se conviertan en su principal carta de presentación. Y vino el primer golpe fuerte.
Quedó al descubierto que Nahle vivía en una fastuosa residencia en el fraccionamiento más elegante y caro de Veracruz, con yate a la puerta por si quería darse una vueltecita por el Golfo de México, o ir de compras a la plaza comercial. Y como en campaña todo sale a la luz, no faltó quien filtrara el costo de la mansión con documentos probatorios: superaba los sesenta millones de pesos. En su defensa argumentó que era alquilada. No lo demostró. Y le empezaron a salir propiedades por todos lados. Los que saben de números trataron de cuadrarle las cuentas respecto a sus ingresos, y no más no salían.
A la fecha, la prensa nacional ha tomado en sus manos la publicación de los descubrimientos de la riqueza de la zacatecana. La más reciente publicación se refiere a la red de factureras y testaferros de Rocío Nahle.
Por eso, cuando se presenta aquel domingo de vacaciones en el café de La Parroquia del Puerto de Veracruz, cuyos comensales procedían de otros lugares de Veracruz y del país por ser vacaciones, cuando la vieron entrar al unísono gritaron que se fuera. Y como entró, salió. Prácticamente la corrieron.
Doña Rocío políticamente nació en Morena, donde la disciplina es a una persona, a quien se le corresponde solo con lealtad. Si hay lealtad hay tolerancia. El poder monoteísta en Morena le cerró la visión de las cosas y pensó que todo era territorio MORENA. Sintió que esto le daba las prerrogativas para regañar y hasta insultar a quienes se atrevían a cuestionarla.
Las cosas han llegado a tal nivel, que su campaña está convertida en una contra campaña. Su situación se ha complicado tanto que en Palacio Nacional están preocupados, según ha trascendido.
Mientras tanto, José Yunes Zorrilla, reconocido como uno de los políticos más completos en Veracruz, conocedor de la problemática estatal y sus soluciones, además de su trato caballeroso, ha desplegado una campaña que avanza en dos vías para captar las simpatías de los veracruzanos: apostándole a su capital político, y dando cabida al apoyo de los neo morenistas molestos por el déspota trato de la candidata oficial.
Las caras con expresiones de desagrado de los forzados asistentes a los mítines que encabeza, presagian resultados nada favorables para la señora.