La Anhelada paz

 

*Sin Seguridad, se Desatan los Demonios de la 

Incertidumbre y la Desconfianza

*El Presidente López Obrador ha sido Incapaz 

de Gobernar Para Todos los Mexicanos

*Las Candidatas y sus Discursos del Siglo XX;

no Hablan de lo que las Personas Interesa

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

Los seres humanos, en lo general, deseamos que la paz sea una realidad, pues nos permite extender el horizonte de oportunidades, innovaciones, tranquilidad, confianza y certidumbre en el futuro. En pocas palabras, el desarrollo de una persona y de una nación es más fácil que se logre en condiciones de paz que de permanentes tensiones, agresiones, violencia e incertidumbre acerca del mañana. De ahí que es más fácil ser productivos cuando se está en paz que en situaciones de conflicto. 

 

Cuando los conflictos se resuelven mediante el dialogo y el derecho y las tensiones disminuyen, a la vez que hay una clara ausencia de violencia que permite el desarrollo, es que podemos afirmar que una nación está en paz. Por el contrario, si un país se caracteriza por la inseguridad pública permanente, por la ausencia de la ley y el orden, por la desconfianza respecto al mañana y, sobre todo, porque un gobierno es proclive a no asumir sus responsabilidades de proteger y defender a su población, es que el escenario es el del imperio del crimen.

 

Lo que estamos viviendo los mexicanos en lo que va del siglo es una clara ausencia de paz. Es manifiesta la evolución de la delincuencia organizada y es una realidad que territorios de la república ya no tienen gobierno. Sobre todo, con la administración del presidente López Obrador que ha sido incapaz de gobernar para todos los mexicanos, de imponer el Estado de Derecho y que ha demostrado ser un timorato a la hora en que se ha necesitado tener mano firme. 

 

La paz como antípoda de la guerra es algo que, sobre todo con el actual gobierno, ha brillado por su ausencia. De ahí que resulta asombroso que el partido Morena nos diga que vivimos en paz y nos ofenda al decirnos que su estrategia de “abrazos y no balazos” ha sido exitosa. Las cifras de homicidios, la percepción de inseguridad y el temor de viajar por las carreteras del país por las noches es una realidad. México no vive en paz y el hecho de que cerca del treinta por ciento del territorio está dominado por el crimen organizado parece ser una realidad. Son cifras estimadas tanto por expertos nacionales como internacionales. Esa población vive con temor y sabe que cada amanecer podría ser la última vez que ve al sol. Sabe que los malhechores llegarán y le pedirán cuotas por el uso del suelo, por el trabajo que desempeñe o le pedirán que mate a alguien si desea que su familia viva. 

 

Tener paz es tener la posibilidad de ver crecer la cosecha o saber que los hijos pueden ir y regresar de la escuela sin contratiempos. Pero eso no es posible porque no hay seguridad pública ni rural ni urbana, con lo cual se desatan los demonios de la incertidumbre y la desconfianza. En otras palabras, el temor social se acumula y de ahí que se despliegan linchamientos y tomar la justicia por propia mano. Algo que no debe de ser pues desborda al Estado y se hace explicita y manifiesta la venganza personal y se pierde toda cultura de la legalidad.

 

La figura del Estado se funda en la idea de la organización social a fin de crear fuerzas del orden que monopolicen el legítimo y legal derecho de utilizar la fuerza y violencia de la represión y la coerción y consecuentemente haya paz. Léase, un Estado de Bienestar, tranquilidad, estabilidad cuyos valores se fortalezcan cotidianamente a través del pacto social y ensanche los vínculos de armonía y certeza del imperio de la impartición de la justicia y del respeto a los Derechos Humanos.

 

Hoy México no vive en paz, está inmerso en una situación de violencia sin tregua, de temor y recelos. Empero, con ese sentimiento de inseguridad, la gente honrada sale a las calles a bregar por obtener el pan y la sal. México vive un encharcamiento en sangre e intimidación contra las mujeres, un México dividido por un discurso de odio, venganza y fragmentación entre la población. Hoy México es una nación herida.

 

Por más absurdo que parezca, pues hace más de un siglo que terminó la revolución y que se proclamó la Constitución, aún anhelamos la paz. No basta con aspirarla como producto del desarrollo y de la justicia social, la queremos porque es posible y alcanzable si acaso el gobierno tuviese la decisión y voluntad política de procurarla. Pero no lo hace por motivos timoratos o porque al parecer hay cierto contubernio o un acuerdo de no perseguir a grupos del crimen organizado. 

 

Que tristeza que en el México del siglo XXI las candidatas nos ofrezcan un discurso de los años veinte del siglo pasado. Que escuchemos propuestas de prevención y combate a la corrupción, de inclusión social y de pluriculturalidad. Pareciera que hemos retrocedido en el tiempo o que nos estancamos o perdimos el rumbo. Que tristeza que los mexicanos tengamos un anhelo perdido y que lo que más deseamos es recuperar la paz en lugar de fortalecerla.

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