*El Ritual sin Oxigenarse la Cargada a Favor de Quien Llega
y el Abandono Hacia el que se Despide.
*El Adiós Esta Cimentados en la Vanidad Política del Presidente
que ha Cumplido la Misión Sexenal
*Cada Cual ha Pretendido Imponer su Modelo de Partida Después
de “Servir Fielmente a la Patria”
POR EZEQUIEL GAYTÁN
Falta un semestre a fin de que acabe la actual gestión y es notorio que los presidentes de México asumen después de las elecciones, en lo general, una serie de actitudes y actividades que van desde reuniones de evaluación por sector administrativo a fin de hacer públicos sus resultados. De ahí que son reuniones largas, un poco tediosas, repletas de éxitos y se invita a la prensa a fin de que sean reuniones abiertas y por lo mismo se presuma transparecía y rendición de cuentas. También les da por viajar a todos los estados de la República a fin de inaugurar obras públicas y privadas, aunque sea una tienda Oxxo y una sucursal del banco del Bienestar. Por supuesto que en esas giras de despedida los gobernadores aprovechan su discurso, sobre todo si son del mismo partido que el del presidente, con el propósito de encumbrar al mandatario saliente, calificarlo de estadista y de agradecer los “históricos apoyos a su entidad”. Si acaso no son del mismo partido político de todas maneras alaban parcamente el trabajo sexenal. En sus últimos meses los presidentes se preocupan por dejar más o menos fincada su herencia mediante la publicación de un libro de prestigiada casa editorial (el tabasqueño lo intituló “Gracias”) y aprovechan las plumas de dos o tres intelectuales orgánicos a fin de publicar obras que alaben la gestión presidencial. También organizan sus archivos personales y le encargan, hasta donde se sabe, a la secretaría de Gobernación que compre una bodega a nombre de un fulano de tal, en la que deposita copia de los archivos confidenciales de sus colaboradores, así como de periodistas, empresarios y los opositores al gobierno. Ese archivo se convierte en un arsenal de grabaciones telefónicas, papeles y videos que potencialmente utilizará en caso de sentirse agredido.
Las despedidas presidenciales, aunque pretendan ser emotivas, son rituales cimentados en la vanidad política del presidente saliente quien utilizará reiteradamente palabras de agradecimiento a fin de escuchar el estridente aplauso popular. El cual, por supuesto estallará, pero no por una sincera reciprocidad popular, sino porque se tratará de personas acarreadas a las cuales se les prometió algún refrigerio, un sombrero o un delantal. Las mantas y pendones que cubran los edificios de las plazas de armas serán una típica alusión al culto a la personalidad que después se tirarán a la basura y serán parte del gasto público inútil.
La gente que acuda sinceramente a los actos de despedida por voluntad propia será la minoritaria, pues seguramente son personas bien agradecidas. Difícilmente acudirán inconformes a chiflar y arengar en contra de un personaje que va de salida. Hacerle el vacío al presidente será una de las formas de manifestación de rechazo a su herencia. Así que serán escenografías teatrales rápidamente olvidables, más aún en el sistema político mexicano que se caracteriza por hacer notoria la cargada a favor de quien llega y el abandono hacia quien se despide.
La historia registra, por ejemplo, que el presidente Luis Echeverría montó a finales de 1976 una gran exposición en el Auditorio Nacional con el lema “palabra cumplida”. Otros como Miguel de la Madrid hicieron su recorrido por las entidades y realizaron sus reuniones de evaluación, pero fueron discretos en su salida. Ahora habrá que ver cuándo empacará el presidente sus pertinencias y deje el Palacio Nacional a fin de que su sucesora realice las adecuaciones y se mude al palacio virreinal o escoja otra casa presidencial pues la histórica de Los Pinos ya es museo y terminal del Cablebús. Por supuesto que nosotros, con nuestros impuestos pagaremos ambas mudanzas.
Las personas servidoras públicas estarán elaborando los “libros blancos de entrega-recepción” y por lo mismo la Administración pública entrará en algún de tipo de atonía burocrática en la cual disminuirá el ritmo de trabajo y la productividad será ínfima. Todo mundo sabe que nuevos equipos de trabajo llegarán y que lo realizado será archivado, pues aunque se diga lo contrario, el pasado será cancelado y, en caso de permanezcan algunos programas se les cambiará de nombre. Habrá quien diga que eso no pasará en caso de llegar la candidata Sheinbaum, ya que ella se focalizará en la llamada construcción del segundo piso, pero tengo mis serias dudas, pues de gobernar mediante el continuismo lo que se percibirá es un tufo a Maximato. En el caso de que la triunfadora sea la opositora Gálvez se verán cambios desde el primer mes.
Ya no hay mucho que programar, ahora es tiempo de cierres, de viajes envueltos en vanidad y de cosechar gloriculamente la gestión, decir que los planes fueron célebres, publicitar que los compromisos de campaña se cumplieron, esgrimir a los cuatro vientos que México ya es otro y que en gran medida se lo debemos al presidente saliente. Aunque el discurso de posesión del nuevo mandatario o mandataria empiece a contradecir tanta belleza.