*AMLO ya Escribió Personalmente la Suya: el
Será el que le dé su Lugar
*El EZLN Estuvo del Lado Correcto y Logró el
Reconocimiento Pluricultural
*Irracional Odiar a Cristóbal Colón por Haber
Tropezado con Estas Tierras
*A Fidel la Historia no lo Absolvió y Tampoco
lo Idealizó por su Lucha
POR EZEQUIEL GAYTÁN
Siempre me ha llamado la atención la expresión “el lado correcto de la historia”, pues remite a cierta arrogancia de una de las partes al afirmar que la razón está de su lado. En otras palabras, es una actitud difícilmente sustentable y usualmente cuando alguien afirma semejante término lo hace sin entender el relativismo de la historia. De ahí que la frase es a mí parecer un sinsentido distintivo del pensamiento acrítico o algo peor es una afirmación típicamente grotesca debido esa prepotencia de que la historia sólo la escriben los vencedores. Los ejemplos abundan, así tenemos el caso de Manuel Abad y Queipo, obispo de Valladolid, hoy Morelia, quien excomulgó a Miguel Hidalgo en 1810 por sublevarse y proponer la independencia de México. Hoy los mexicanos exaltamos la obra de Hidalgo y tenemos prácticamente en el olvido a ese obispo. Lo interesante es que ambas posturas estaban convencidas de estar del lado correcto de la historia y, sin embargo, a dos siglos de distancia queda claro, por un lado, que la historia la escribieron los vencedores y, por el otro, que la Nueva España tarde o temprano lucharía por su independencia. Pero en el momento de la contienda no era tan fácil sostener si acaso había “un lado correcto”.
Por lo anterior asumir en el presente que algún movimiento o alguien está del lado correcto de la historia es prematuro e incluso inmaduro. Sin embargo, existen excepciones, tal es el caso emblemático del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el cual emprendió hace treinta años una lucha en favor de la pluriculturalidad y del derecho a ser diferentes bajo el amparo del Derecho. Queda claro que ese movimiento insurgente triunfó al lograr que nuestra Constitución Política reconociera la diversidad y a los pueblos originarios. En este caso, en el relativismo histórico, si es posible afirmar que el lado correcto de la historia estaba de su lado, pero no todos lo entendieron, pues las minorías pueden estar del lado correcto y las mayorías equivocadas.
Por lo anterior, me queda claro que es temerario hablar en el presente del lado correcto de la historia. Así tenemos a dos contendientes a la presidencia de la República. Una es la física Claudia Sheinbaum y la otra es la ingeniera Xóchitl Gálvez. Ambas se dicen estar del lado correcto de la historia y eso es algo que está por verse, en efecto, una de las dos ganará la disputa electoral, pero eso no será sinónimo de estar del lado correcto de la historia. Simplemente una será la vencedora, asumirá su responsabilidad y la perdedora regresará a su casa. Queda claro, los hechos sociales acontecen y son irremediables. Por eso me parece irracional, con otro ejemplo, que alguien odie a Cristóbal Colón por su tropiezo con estas tierras; era inevitable la llegada de los europeos debido a su desarrollo científico y tecnológico. De no haber sido el marinero genovés, otro europeo habría llegado y el encuentro violento de nuestros dos mundos se habría dado. Ni Colón, ni los pueblos originarios estaban del lado correcto de la historia. Simplemente estaban ahí y las circunstancias los llevaron a ser y hacer.
Por lo anterior, es triste escuchar la expresión “sigamos haciendo historia”, como si esa ambigüedad colocara a los morenistas del lado correcto de la historia. Es obvio que lo que hoy acontece, mañana será historia. Léase, es una perogrullada esa frase del partido guinda y lo peor es que la divulgan como ofreciéndonos que mañana seguirá existiendo la ley de la gravedad. Sinceramente me parece una expresión fantasiosa y fetichista, pues es elemental que la historia se escribe todos los días. Ahora bien, tal vez la candidata oficialista pretende darle algún valor agregado a su campaña política y a su futura forma de gobernar o singularizar que tendremos una presidenta. Lo cual francamente es parte del proceso histórico de la afortunada incorporación de la mujer a la vida política nacional y de ninguna manera es monopolio del oficialismo.
Hay gobernantes que pasaron a la historia y su recuerdo es triste e incluso indignante. Así tenemos casos como los de Antonio López de Santa Anna o de Victoriano Huerta. Ellos hicieron historia, ni duda cabe. Lo mismo podríamos decir de Hitler o de Mussolini. Incluso, durante casi ochenta años la figura de Vladimir Lenin fue exaltada en gran parte del mundo; hoy indudablemente ocupa un lugar en la historia por sus esfuerzos de revolucionario, pero de un proyecto fallido. Consecuentemente, es claro que el relativismo de la historia es una realidad.
El presidente López Obrador ahora será juzgado por lo que hizo y no hizo, por sus frases y ocurrencias, así como por el legado en infraestructura que nos deja para bien y para mal. Él y sus seguidores están convencidos de que su gestión es un parteaguas en la historia de México, otros no lo estamos tanto. Su lema de campaña “juntos haremos historia” era el anuncio de que la izquierda a la que él pertenece llegaría al poder y desde ahí velaría por una sociedad menos desigual y de mejores y mayores oportunidades. Lo primero si lo logró, lo segundo no le alcanzó. Fue una gestión de claroscuros y a reserva que los historiadores del mañana sean quienes con mayor objetividad emitan un veredicto, queda claro que predominó la mediocridad en el terreno económico, que dejó mucho que desear en materia de política interior y gobernanza, sobre todo en materia de seguridad pública, que su política exterior fue errática y que su política social, proclive al bienestar, fue asistencialista y con déficits en materia de educación y salud. Y sin embargo le impuso a su posible sucesora el programa de trabajo de su administración, le endilgó al equipo de campaña, le encajó la estrategia y, por si fuera poco, le imputó el lema de campaña “sigamos haciendo historia” como si fuese una gracia el continuismo de un gobierno anodino.
Tal vez el ejemplo que mejor encaja en este ensayo crítico y comparable a lo que desea Morena es el del régimen de Corea del Norte, cuya dinastía familiar gobierna desde el año 1948, pues la fundó Kim Il-Sung, quien heredó a su hijo Kim Jong-Il y ahora el nieto Kim Jong-Un es el actual dirigente de ese país. En esa nación asiática el pueblo está convencido de que está en el lado correcto de la historia y que los descendientes del fundador de la familia están haciendo historia. Difícilmente alguien fuera de esa nación aplaude a esa forma de gobierno hereditaria que por cierto se dice república popular democrática.
Una vez más se aprecia que no existe el lado correcto de la historia y que los hechos sociopolíticos están cargados de ideología, la cual junto con las pasiones y emociones humanas despliegan afirmaciones y contradicciones, muchas de ellas sin fundamentos, que por un lado endurecen las posturas de gobiernos y sus simpatizantes y, por el otro, profundizan las diferencias. Consecuentemente tienden a la polarización con su peligrosa fragmentación. De ahí que los procesos de configuración histórica de las naciones y de sus gobiernos tienden a venderle a la población de manera exagerada sus logros y a minimizar sus desaciertos, que pueden ser crasos errores. Todo con el fin de apropiarse de la expresión “hacer historia” como si se tratase de un eufemismo de lo acertado y que en muchas ocasiones es lo falso.
Es interesante hacer notar que el sesgo ideológico no es el único que se adjudica estar del lado correcto de la historia, también lo encontramos en los conflictos religiosos y en la expresión “el dios verdadero”. Las cruzadas son un claro ejemplo de matanzas y derramamiento de sangre por asumir que en nombre de determinada deidad se defiende la única verdad. De ahí que en pleno siglo XXI aún vivimos conflictos fundamentalistas y de fanáticos que asumen y presumen estar del lado correcto de la historia.
Otro ejemplo es del cubano Fidel Castro Ruz, quien después de haber atacado militarmente sin éxito el cuartel de la Moncada el 26 de julio de 1953, fue hecho prisionero y en su alegato de defensa escribió el libro “la historia me absolverá”. Una obra brillante, bien escrita e inteligente en la cual planteaba soluciones a los múltiples problemas nacionales, entre los que destacó los asuntos del campo, el educativo, el político, el económico y el social. La obra del guerrillero fue y aún es admirable. Sin embargo, la historia no se escribió como él lo deseaba, por múltiples razones. El caso es que la historia no absuelve ni declara libre de responsabilidad penal al acusado de un delito. Ese no es su campo.
Lo que es un hecho es que la gestión del presidente López Obrador no está del lado correcto, ni en el incorrecto de la historia, simplemente él escribió las páginas de su administración. Él es quien se situó por encima de la ley bajo supuestos morales y políticos. Él es quien condujo a la nación y desarrolló sus programas en materia de educación, salud, trabajo, vivienda, alimentación, infraestructura, ecología y seguridad pública, por mencionar algunos ejemplos. Los resultados están ahí y esos no son temas ideológicos. Él ya no podrá sacar de la chistera otros datos, ni con su sonrisa socarrona podrá levantar el dedo flamígero y espetar a los cuatro vientos que está del lado correcto de la historia. La realidad es que hizo historia y, aunque en lo personal lo veo como un sopor político, no será esta la generación que le otorgue una medalla o un reproche.