Sobre la ley de Amnistía en España

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

El día que se escriben las presentes líneas (14.03.24) el Parlamento español ha votado una ley que podría amnistiar a ciertos individuos que participaron en la dirección del movimiento que, tendiente a lograr la independencia de Cataluña, llevaron a cabo a partir de una serie de actos multitudinarios de desobediencia civil en octubre de 2017.

Hemos señalado que “podría” materializarse en una amnistía, porque la ley tiene que pasar por el Senado español donde domina el Partido Popular y es seguro que la rechace, para luego devolverla a los diputados que seguramente la volverán a aprobar. Si ello sucede, de todas formas, se prevé que en los juzgados se interpongan una serie de demandas contrarias a la amnistía y a los posibles amnistiados. Por ello, algunos editorialistas de tintes progresistas, han hecho un llamamiento a abogados, jueces y parciales partidistas -aunque suene como pleonasmo- para que pasen la página, y ello de pie a un ambiente donde se construya una reconciliación entre los españoles.

Hoy, unos, principalmente los partidos localistas e independentistas han manifestado su satisfacción en diversos grados; otros, como el gobernante PSOE, a soto voce han señalado que la aprobación de la ley ha resultado en una victoria en extremo costosa para el prestigio del gobierno de Pedro Sánchez. Para la oposición y su discurso electoral, principalmente del PP y Vox, el gobierno español está manejado por Carlos Puigdemenot -el ariete del independentismo-, y por el rey de Marruecos que ha impuesto temas bilaterales como el control marroquí o no, de la migración africana a España y el asunto del Sahara Occidental.

Asimismo, como tercera vertiente de críticas a todo lo que hace y significa “el sanchismo”, los líderes de ambas agrupaciones de la derecha española no dudan en afirmar que la Ley de Amnistía es un paso más para dividir a los españoles, traicionar lo que dice la Constitución sobre la integridad del territorio español y, como sucede en México con la irredenta y previsible oposición: la crítica es simplemente como vocifera el adagio español, “por joder hombre…por joder”.     

A partir de la unilateral declaración de independencia, suspendida por el propio Puigdemont y los desmanes que en Cataluña sucedieron en aquella jornada de 2017, al día siguiente, el estado español comenzó una total, irredenta y maniquea campaña judicial que terminó con el encarcelamiento de más de una docena de líderes del independentismo, la fuga al norte de Europa de  Carlos Puigdemont y adláteres; a nivel de calle se encarceló a diversos individuos que de una u otra forma apoyaron el acto independentista de octubre de dicho año, amén del ostracismo social y dificultades económicas que han sufrido las familias de tales individuos durante estos casi siete años.

Para la España recalcitrante, el independentismo es peor que insultar al rey Felipe; la España intransigente señala, enjuicia y califica a los líderes independentistas como terroristas, cuando claramente no lo son. A semejante España contumaz, y eso lo sabemos muy bien los americanos, cuando se ha tratado de temas independentistas, cuando se ha evidenciado actitudes neocolonialistas, cuando se les olvida que ya no son imperio y gritan su parecer frente a la moderación hispanoamericana: la historia y la experiencia humana demuestra que el único camino que entienden es, sacarlos a patadas. Callarlos con argumentos y demostrarles que más vale una buena negociación. Lo último, terminan por saberlo y entenderlo aquellos españoles que han vivido en América Latina.

     

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