Fede Bonasso
Hay mucha gente angustiada por el golpe a las instituciones y nada preocupada por el posible golpe de las instituciones. Las instituciones, legitimadas como fines y no como medios, pueden, también, ser golpistas.
La conducta facciosa de un sector importante del Poder Judicial y las amenazas anticonstitucionales de la oposición («el proceso ya está viciado y no podrá levantarse la mano de la ganadora»), deben encender la alarma ciudadana. Distraídos con el cuco del populismo, los candorosos útiles desprecian la Historia y sus ejemplos de cooptación institucional. Los lobos de siempre, por su parte, salivan. Acaso estemos por enfrentarnos a una disyuntiva hasta hace poco inesperada en este proceso electoral y postelectoral. Porque ¿dónde reside mayormente la defensa de la democracia en esta coyuntura? ¿En combatir al fantasma de Stalin o en resistir los embates del poder económico y las élites furiosas? Acaso en México debamos prepararnos, en los próximos meses, para defender a la democracia de alguna de sus mismas instituciones.
(Me anticipo a una posible réplica tramposa: para nada sostengo aquí que el camino no sea institucional. Todo lo contrario. Debemos identificar qué significa «defender» a las instituciones: ¿darles el poder para que actúen de manera facciosa o monitorearlas y exigirles que cumplan con su razón de ser: el bien público? Las instituciones deben mantener autonomía de otros poderes, pero no pueden ser «autónomas» del mandato constitucional).
Fede Bonasso es músico y escritor