“Pobres Criaturas”

 

Un Experimento Social

 

HORACIO ARMANDO HERNÁNDEZ OROZCO

“Pobres criaturas” (“Poor Things”) película hiberno-anglo-estadounidense dirigida por Yorgos Lanthimos; con la actuación de Emma Stone (Bella Baxter/Victoria Blessington), Mark Ruffalo (Duncan Wedderburn), Willem Dafoe (Godwin Baxter), Ramy Youssef (Max McCandless) y Christopher Abbott (Alfie Blessington); se estrenó en el Festival de Cine de Venecia el 1 de septiembre de 2023.

Bella Baxter, una joven inglesa que vive en el Londres steampunk retrofuturista de la época victoriana y que, después de haber sido resucitada por un científico tras su suicidio, se escapa con un abogado libertino para embarcarse en una odisea de autodescubrimiento, empoderamiento y liberación sexual.

Es difícil definir el género cinematográfico de la cinta, pero es una mezcla de comedia oscura, fantasía, ciencia ficción, aventuras, romance gótico, misterio dramático y épico; cuya temática no tiene una interpretación única, sino que puede ser analizada desde distintos enfoques; el guion, de Tony McNamara, está basado en la novela homónima de Alasdair Gray publicada en 1992.

EL EXPERIMENTO

En Londres, el estudiante de medicina Max McCandles funge como asistente del excéntrico cirujano Godwin Baxter, quien le revela que ha resucitado a una mujer embarazada que se suicidó lanzándose de un puente al río, y que ha trasplantado el cerebro de su hija no nacida, dándole la mentalidad de una infanta.

Es inevitable la referencia a la novela Frankenstein de Mary Shelly (1818) para referir al personaje, en este caso, resucitado contra su voluntad, pues la mujer se ha suicidado, y al igual que ese Prometeo pre victoriano, Bella actúa como niña pequeña, pero ello es a consecuencia del trasplante del cerebro de un bebé.

La idea de resucitar a alguien es ya de por sí transgresora del derecho natural, aunado ahora a la colocación de un cerebro infantil en el cuerpo de una joven mujer.

La edad física no corresponde a la edad mental del personaje, pero la habilidad de aprender es sorprendente, lo cual tendrá consecuencias inesperadas.

LA CURIOSIDAD

Conforme su cerebro se desarrolla, Bella siente curiosidad por el mundo exterior, pues nunca ha salido de la casa del doctor Godwin, a quien llama God (Dios), sólo ha tenido contacto con la ama de llaves Mrs. Prim, y recientemente con Max; así que escapa con Duncan Wedderburn, un promiscuo abogado.

Bella, como todo infante, ha comenzado a conocer los placeres del mundo sensorial; ese placer sensorial fruto de las sensaciones corpóreas, especialmente a través de la estimulación de los sentidos, como el gusto y el olfato que están involucrados en el placer gastronómico y de la bebida, así como el placer sexual que se obtiene a través del tacto, lo cual descubre a través de auto tocamientos.

El nulo contacto con el mundo exterior ha creado que Bella carezca de restricción en su comportamiento, pues las reglas de trato social no imperan en su micro cosmos.

Y bajo ese aspecto, los placeres no son reprimidos y la protagonista los considera como una cuestión natural y normal, fuera de toda malicia; el pundonor y la moralidad no son tema para ella.

LA ODISEA 

LIBERTARIA

Bella y Duncan se embarcan en un viaje que comienza en Lisboa donde tienen sexo frecuentemente, pero cada vez Duncan pierde control sobre Bella, así que decide llevarla en un crucero; ahí ella se hace amiga de Martha y Harry, quienes abren su mente al libre pensamiento y la autocrítica a través de la filosofía.

Este viaje a Lisboa y el crucero por el Mediterráneo sirven para el crecimiento personal de Bella, quien aún no está consciente de lo bueno y lo malo, su libre albedrío no está sujeto a lo que impone la perspectiva de la sociedad; ella es el clásico ejemplo del buen salvaje, aquél que en 1755, Rousseau describía que en su estado natural es desinteresado, pacífico y tranquilo, y que males como la codicia, la ansiedad y la violencia son producto de la civilización; tan sencillo como una frase: “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”.

Y así es, durante una parada en Alejandría, Bella es testigo del sufrimiento de la gente pobre y niños ciegos muriendo; lo cual termina perturbándola.

No lo vive en carne propia, pero sus ojos no le engañan, sus sentidos son la más fiel forma de aprender, y a través de ellos conoce la injustica social; baja por unas escaleras que están rotas, lo cual le impide llegar a ayudarlos; eso significa que los pobres, en muchas ocasiones, carecen de los medios para poder lograr salir de su miseria porque siempre habrá alguien que rompa las vías para ascender.

LA IDIOTEZ 

DEL MACHISMO

Carentes de recursos para seguir pagando por el resto del viaje, Bella y Duncan son bajados de la nave en Marsella y llegan por sus propios medios hasta París; en búsqueda de dinero y un lugar para quedarse, Bella comienza a trabajar en un burdel, lo que enfurece a Duncan, y la abandona.

Esta reacción de Duncan es la de un hombre posesivo, que considera que la mujer le pertenece sólo a él, que no puede ser compartida; y es claro que la sociedad marca pautas de pertenencia entre parejas; sin cuestionar este punto, el personaje de Bella no sigue esos modelos de vida, por lo que no le da más importancia a la decisión de Duncan.

En el burdel, Bella queda bajo la tutela de Madame Swiney, pero no le agrada mucho eso de la prostitución porque considera que ellas son las que deben escoger al cliente con quien intimar, pero la madame le dice que las cosas no funcionan así, lo cual también es producto de las reglas del inframundo social.

En su regreso a Londres, Bella conoce la verdad de su historia y de su pasado, aunque molesta se reconcilia con Godwin, pero aparece el general Alfie Blessington, que se refiere a Bella como Victoria, declara que ambos estaban casados antes de que ella desapareciera y decide reclamarla. Bella descubre la naturaleza violenta y sádica de Alfie, dándose cuenta de que se suicidó para escapar de él.

Sin duda alguna se trata de una película muy sui generis, rara para algunos, extraña para otros y hasta molesta, pero no indiferente; habrá quien la califique de exhorto a la liberación sexual, y otros la tachen de libertina, pero Bella perdona a Godwin, y muy probablemente porque su hija recreada en ella misma no sufrió el maltrato y la violencia de una sociedad victoriana exacerbada de moralismos y disciplina, con rígidos prejuicios y severas interdicciones, donde los varones dominaban la escena en los espacios públicos y en la privacidad, las mujeres se debían a los lugares privados, con un estatus de sometimiento y del cuidado de sus hijos y del hogar.

Pero como diría Alejandra Ibarra ¿Se puede hablar de lo que no se vive en carne propia en plena era de la cancelación?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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