Inclusión y Exclusión

*La Inexperiencia del Joven Willy Brandt, 

Logró la Hazaña de Remontar Todo

*Aires Frescos que Presentó la Primera

Transición Democrática en México

*AMLO se Enmascaró de Moderado y

Alcanzó el Anhelo de su Vida: la Victoria

 

EZEQUIEL GAYTÁN 

 

En la década de los años sesenta del siglo pasado un joven político de la República Federal Alemana de nombre Willy Brandt (1913-1992) del Partido Socialdemócrata expuso su candidatura mediante un discurso osado cuya arenga fue “aventuremos más democracia”. Fue una candidatura que en esos momentos no representaba fortalezas, ni estaba entre los momios de ser la ganadora. Sin embargo, la frescura, agilidad mental, inteligencia y carisma del joven candidato lo fueron proyectando poco a poco entre los jóvenes germanos que deseaban un país más abierto y menos autoritario debido a las restricciones que les imponía la guerra fría. La novedad y el atrevimiento de Brandt, así como el respaldo juvenil fue permeando entre los estratos de la sociedad alemana y para sorpresa de los observadores políticos de esa nación y del mundo, fue remontando y triunfó. Entonces los sociólogos y politólogos empezaron a buscar explicaciones acerca del éxito de Brandt. Algunas de ellas fueron: a) la gente puede cambiar su intención del voto debido al empuje y forma de remontar del candidato opositor; b) a las personas, en lo general, no les gusta estar o sentirse excluidas del acontecer de su país cuando se vislumbra un cambio en los escenarios de la política y, c) la secrecía del voto es una garantía de seguridad personal. A ese hecho se le dominó “el fenómeno de inclusión–exclusión”. El cual, por supuesto ya existía, pero desde entonces se le tipificó con ese nombre. En otras palabras, la lealtad de la ciudadanía se fundamenta en sus deseos de seguridad pública y económica y no necesariamente en su lealtad a algún partido político y recurre al voto útil si así se siente incluida, pues el voto tiende a ser emotivo.  

 

Lo anterior puede comprobarse en México, cuando en el año 2000 se percibían aires frescos y renovadores con la candidatura osada y dicharachera de Vicente Fox ante la acartonada y esclerotizada campaña de Francisco Labastida. Lo mismo podemos argumentar de la campaña de 2018 de Andrés Manuel López Obrador, quien ocultó su radicalismo de las dos campañas anteriores y se enmascaró de moderado. Sendos triunfos se explican, en términos de sociología política, a partir de las enseñanzas alemanas: la gente desea estar con el candidato que remonta y sentirse triunfadora. Ese ejemplo también se aprecia con los equipos de futbol ganadores o con los artistas exitosos.

 

Lo anterior nos lleva a concebir que el fenómeno inclusión-exclusión tiene, al menos, dos planos: a) el político que se dirige, en primera instancia a convencer a los indecisos e indiferentes y, en segunda, a quienes ya definieron su voto, pero que están abiertos a cambiar de opinión, y b) el administrativo que obliga a los gobernantes a servir a todos y ejercer las políticas públicas bajo los principios de igualdad, tolerancia y pluralidad.     

EL VOTO DEFINIDO

NO CAMBIA EN LA URNA

 

Respecto al plano de lo político, la relación entre la inclusión y la exclusión es un fenómeno binario que en política es claramente observable. Léase, no se puede estar con la señora Sheinbaum y al mismo tiempo con la señora Gálvez. Por lo que la lucha de ambas es afianzar el voto duro de sus respectivas coaliciones y convencer a los indecisos y a los apáticos. Las personas que aún no deciden serán el fiel de la balanza el día de la elección. De ahí que la candidata del Frente por México, Xóchitl Gálvez, trata de incluir y a convencer a la ciudadanía acerca de la importancia del voto útil al poder ejecutivo y sobre todo hace manifiesto su deseo de que la composición del legislativo sea plural e incluyente. Por su parte, la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, ya radicalizó su postura al estigmatizar de hipócritas a quienes no están con ella, lo cual es una clara exclusión de los indecisos. Léase, la señora Gálvez puede remontar. Sobre todo, porque a la gente nos gusta que nos tomen en cuenta en ciertos asuntos de la vida pública nacional. De ahí que sentirnos incluidos y representados por una candidata a la presidencia es el primer paso de una inteligente estrategia electoral. Consecuentemente, ya no bastará con expresar el qué ofrecen, sino ahora deben dejar entrever cómo lo piensan cumplir. 

 

Aquí debe señalarse que la gente, sobre todo los mexicanos tendemos a sentir y somos emotivos, lo cual es contagioso. También se debe tomar en cuenta que los discursos políticos ya no pueden, ni deben ser los de antes, hoy deben contener narrativas cuyas propuestas deben ser producto de las demandas y necesidades sociales y desplegarlas argumentativamente mediante el siguiente esquema: técnicamente posibles, socialmente necesarias, ecológicamente sustentables, económicamente posibles y políticamente incluyentes. 

EL VOTO DE CASTIGO

O EL DE LEALTAD

Además, recordemos que la gente vota de seis maneras diferentes. En primer lugar se observa el voto en favor del o de la candidata; luego viene el sufragio de castigo al partido en el poder; en tercer lugar se identifica el voto de lealtad al partido sin importar quien sea el o la candidata; posteriormente se identifica el voto diferenciado, lo cual se manifiesta en votar por el partido “X” a la presidencia y por el partido “Y” al poder legislativo; la quinta es el voto frívolo, en donde la gente escribe el nombre de Cantinflas o anula su boleta, por citar dos ejemplos y, finalmente la sexta es el terrible abstencionismo que se traduce en dos explicaciones, la primera es el  derrotismo de antemano y la segunda es por falta de consciencia cívica y política. 

 

A mi parecer, hace casi seis años el Partido Revolucionario Institucional perdió, en buena parte debido al voto de castigo y también por el sentimentalismo popular de “ya le toca a López Obrador”. En otras palabras, el fenómeno de “inclusión-exclusión” estuvo presente.    

 

Más aún, dicho fenómeno se volvió a manifestar, hace tres años, cuando el sufragio popular no le dio el voto absoluto a Morena y reconfiguró la composición de la Cámara de Diputados. Léase, mientras el partido oficial sueña con regresar al “carro completo”, la sociedad anhela la inclusión pluripartidista en el Congreso de la Unión.         

Por lo que respecta al plano de la Administración pública la inclusión debe traducirse en oportunidades académicas, laborales y de atención en la prestación de los bienes y servicios públicos, sobre todo en educación y salud. Lo fundamental es entender que la inclusión debe ser ofrecida por el gobierno como una responsabilidad del Estado y no como una dádiva generosa. Más aún, la inclusión debe concebirse como una oportunidad de participar y contribuir en la construcción de un proyecto. De ahí que el Estado es el primer responsable de concebir e implementar institucionalmente políticas públicas incluyentes, plurales y tolerantes. Sobre todo, porque la exclusión es un acto de marginación social que segrega y por lo mismo engendra resentimientos sociales. 

MÉXICO VIVE EL MOMENTO

DE EXCLUSIÓN-INCLUSIÓN

México vive en estos momentos el fenómeno inclusión-exclusión en el plano político y hasta el momento pareciera que la señora Sheinbaum será la ganadora de la contienda. Así lo dicen la mayoría de las encuestas. Tal vez digan la verdad, pero lo dudo porque en el juego del engaño político lo que está desenvolviéndose es la relación inclusión-exclusión. En otras palabras, la estrategia de Morena es que la gente se identifique desde ahora con la ganadora y repitan que el segundo lugar es de perdedores. Por lo anterior, el Frente Amplio por México debe responder, como parte de su estrategia, mediante encuestas que reflejen que poco a poco la señora Gálvez está alcanzando a la candidata del oficialismo.

 

Las sociedades plurales, incluyentes y tolerantes, también llamadas democráticas, se caracterizan porque ejercen la democracia todos los días al cumplir con sus deberes y exigir sus derechos. Van más allá de los procesos electorales y se manifiestan, ya sea mediante la exigencia a sus representantes en el poder legislativo o mediante movilizaciones debido a las ineficacias y/o decisiones autoritarias gubernamentales. 

 

Las candidatas tienen claramente definidas sus estrategias de campaña y saben que, en su caso, deberán hacer ajustes según las circunstancias que vayan enfrentando. La candidata del oficialismo y su equipo de trabajo están confiados en que el coordinador de la campaña, Andrés Manuel López Obrador, hará hasta lo indecible por alcanzar la victoria y de ahí que se vislumbra una elección de Estado.  Por eso se dan el lujo de excluir desde ahora a grupos sociales a quienes califican de fifís, conservadores y derechistas. Incluso hacen presunción de que se está con ellos o contra ellos en su dogmático maniqueísmo. Todo lo cual me parece un exceso de arrogancia y petulancia.

FALTA IMAGINACIÓN

EN LA OPOSICIÓN

Contrariamente, el equipo del Frente trabaja con quienes ya están a su favor, pero a mi parecer, le falta imaginación a fin de incluir a los indecisos e incitar al cambio de la intención del voto de quienes han manifestado cierta empatía por la oficialista Sheinbaum. Más aún, la candidata de la oposición ya sabe que el sur del país es de color guinda, por lo que debe fortalecer la inclusión entre los votantes del centro y norte de la República. El trabajo de incluir es responsabilidad del Frente Amplio, sobre todo porque el oficialismo todos los días excluye a más y más gente. En fin, se trata de un juego de estrategias políticas y no de una campaña de mercadotecnia. La suerte aún no está echada y las campañas apenas inician. Ahora veremos si la señora Gálvez aprovecha su oportunidad como lo hizo Willy Brandt al incluir a los indecisos, a los apáticos y lo más importante logró que muchos cambiaran de opinión a su favor en la medida en que se desarrollaba su campaña.  

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