Disfrutando el Sabor del Pueblo en la  Tónica de “Pásele Güerita” y “es Aquí Patrón”

*Son las Delicias Tarascas y Mazahuas: Inolvidable

Experiencia Para el Paladar

*Allá, en la Plaza Chica, del Inolvidable Pátzcuaro, sí, en una Bella Tierra: Michoacán

*Corundas, Uchepos, Sopa Tarasca, Carnitas, Atole de Grano de Elote… y más

*Y qué Decir de “la Mamá del Frijolito Chico”, el Patol, un Frijol Grandote

*Entre Guisos de Quelite, Mole Verde, Champiñones, Huitlacoche y “Huevo Hervido” 

*También Salsa, Guacamole, Chilaquiles, Atole de Pinole, Piloncillo, Chocolate …

*Una Delicia Desayunar en Boca de la Cañada Antes de Visitar El Rosario Sede de la Monarca

*Después, Valle de la Cañada en Angangueo, en la Sierra Chincua, con su Mole de Guayaba

SUSANA VEGA LÓPEZ, 

Enviada

PÁTZCUARO, Mich.- En el centro de este Pueblo Mágico encontramos dos plazas: la Plaza Chica -ahora llena de vendimias- y; la de Don Vasco, rodeada de comercios y hoteles. Las dos tienen su atractivo. En una vas a buscar algún antojito o comida; en la otra vas a sentarte en cualquiera de sus bancas, a ver su fuente y admirar las clásicas letras en las que se lee PATZCUARO en donde la foto o selfie es imperdible.

Si bien en los restaurantes se ofrecen los platillos típicos, es en el mercado donde se prueba el verdadero sabor del pueblo; donde el “pásele güerita” o “es aquí patrón” son llamados incesantes para que te convenzas de probar sus famosos guisos, tacos o tamales.

SOPA TARASCA, 

UCHEPOS Y CORUNDAS

En la mayoría de los restaurantes de Pátzcuaro te ofrecen la Sopa Tarasca; un guiso, un caldillo espeso de jitomate al que se le incorporan, al momento, tortillas fritas y cortadas en tiras para sentir esa sensación crocante. Se le pone crema, chile seco y tostado en trozos, aguacate y cilantro picado al gusto. ¿Tal vez como la sopa azteca? Un platillo que no te debes perder.

Sabor especial es el de los uchepos, una especie de tamal, pero en forma de pirámide; son dulces y se acompañan con una buena taza de café de olla o un dulce atole.

Las corundas, también son como los tamales, pero redonditas; un molote al que, en ocasiones, se le rellena de alguna carne. Se baña en salsa de jitomate y crema porque es muy seco. Su sabor es deliciosamente saladito.

CARNITAS 

MICHOACANAS

Si algo no te debes perder al ir a este maravilloso Estado son las carnitas michoacanas. Famosas son las de Quiroga y las de Santa Clara del Cobre, pero en general se pueden consumir en prácticamente cualquier lugar, acompañadas con tortillas y chiles en vinagre.

ATOLE DE 

GRANO DE ELOTE

Al caminar por las calles en busca de una bebida calientita, encontré esta vendimia que, de entrada, me imaginé, sería dulce. Estaba el puesto al final de los portales, con una mesita, un anafre y una gran olla de barro.

Evoqué un sabor dulzón y pensé que el contenido de la olla tendría atole que tal vez sería de chocolate, pinole o algún otro sabor. Se me antojó. Ya me hacía tomando en un jarrito; sin embargo, no fue así. Se trataba de una especie de caldo de maíz que es muy solicitado por los habitantes.

María de la Luz Urtes es una señora que se encuentra en la esquina de la Plaza Chica de Pátzcuaro, junto a la Pila de “El Torito”, en un pequeño puesto que monta y desmonta desde hace 56 años.

-¿De qué es el atole?

-De grano de elote.

Veo que en la mesa hay chile y limón. Me asomo a la olla y se ven los granitos de elote nadando en un caldo verde. El cucharón en espera de ser tomado para servir.

Le comento que los atoles, generalmente, son dulces. Y replica: “Muchos dicen que es esquite, pozolillo o chileatole; es que es parecido a otros platillos, muy parecido, pero es diferente el sabor. Éste es atole de grano”.

-¿Entonces no es dulce?, insistí.

-No, es atole de grano de elote, me volvió a decir. Le puede poner chilito y limón. ¡Es muy sabroso!, -apuró.

Afirmó que “aquí, en esta esquinita, siempre se ha vendido el atole de grano de elote. Bien rico que está, bien sabroso”, reitera. 

Recuerda que su abuelita comenzó el negocio, “y a un lado se ponía una señora que no era nada de la familia que lo vendía también”. Hay que pelar el elote, desgranarlo, cocerlo y guisarlo para que se le dé la consistencia exacta, espesa; luego se le pone el anís, para que agarre sabor y color verde”.

Allí, quedaba muy poco de atole de grano de elote, un antojito muy peculiar. Un sabor poco común.

FRIJOL PATOL

Pero en Michoacán no sólo hay tarascos, también hay mazahuas, como doña Lucía Mondragón, una cocinera tradicional de Boca de la Cañada, en Zitácuaro, municipio de Crecencio Morales, quien formó parte de una comitiva que recibió al grupo de asistentes a Atmex, Turismo de Aventura, para agasajarlo con sus sabores, el primer día rumbo a Pátzcuaro.

En una bolsa de plástico muestra el patol, un frijol grandote, “es la mamá del frijolito chico”, comenta en broma y nos lleva a verlo guisado en una olla de barro.

En un cuarto aparte, un anafre donde otras mazahuas echan las tortillas a un gran comal; antes, en un metate, una de ellas muele el maíz para hacer la masa que es tomada por dos mujeres encargadas de formar una bola y comenzar a palmear hasta formar la tortilla.

Afuera, sendas cazuelas con guisos de quelite, mole verde, champiñones, huitlacoche, huevo hervido (cocido), salsa, guacamole, chilaquiles, atole de pinole, piloncillo, chocolate y café de la olla para que los visitantes se sirvieran a consideración.

MOLE DE GUAYABA 

EN ANGANGUEO

Después del desayuno en Boca de la Cañada, visitamos El Rosario, una de las reservas de la mariposa monarca. Más tarde, nos dirigimos al Pueblo Mágico de Mineral de Angangeo, una comunidad con poca gente pues el 60 por ciento de la población emigra, a decir del presidente municipal Gerardo Sánchez Sánchez.

Al llegar, el funcionario, su familia y trabajadores del municipio nos dieron una cálida bienvenida y nos agasajaron con un delicioso y típico platillo del lugar: mole de guayaba con pollo y frijoles, acompañado con un plato de arroz, una fresca agua de guayaba con piña y crema de mezcal de guayaba. Y es que la región es reconocida como productora de esta fruta con la que elaboran destilados, dulces, salsas y productos de belleza.

Un pueblo con importante pasado minero que representa las características de su nombre que significa: “pueblo entre montañas”; “a la entrada de la cueva”; “cosa muy alta”; o “dentro del bosque”.

La gente se siente orgullosa de su pasado minero, historia que se plasma en las paredes de sus calles que sirvieron de mural histórico para hablar de sus fiestas, sus iglesias, su sierra Chincua donde llega la mariposa monarca; un mural de más de 25 metros de largo por cuatro de altura que pintó Enrique Téllez Hernández para narrar el lamentable accidente donde perdieron la vida 25 mineros el 25 de abril de 1953; y donde se leen los nombres de personalidades ilustres del pueblo.

El pobladito se recorre caminando. No hay semáforos; los carros son pocos y se nota la ausencia de gente. Al subir a sus miradores (son dos), el del Migrante y el del Minero, se aprecia la ciudad en todo su esplendor.

La parroquia de San Simón Apóstol y el templo de La Inmaculada, son dos recintos que debes visitar.

DON CARMELO PEÑA, 

¿PURÉPECHA O TARASCO?

Carmelo Peña es purépecha, aunque, comenta, “también nos dicen tarascos”. Como muchos michoacanos, se vio en la necesidad de ir a los Estados Unidos para buscar una mejor vida.

“Migré para Estados Unidos y trabajé en el campo, en las hortalizas. Estuve como nueve años. Yo antes era pescador, pero me tuve que ir a probar el famoso sueño americano”, dice. A él le tocó la época del pescado blanco, “un pescado muy delicioso”, que ahora pocos son los que lo venden pues casi no hay. Dicen, está en peligro de extinción.

Señala que extrañaba a toda su familia, a su pueblo, por lo que se regresó. Todo eso, era agua, toda una península. El agua llegaba hasta donde ahora está la escuelita, dice con tristeza. Y sí, se advierte una pérdida del vital líquido entre 300 y 400 metros.

Afirma que “no hay que olvidar lo que nuestros antepasados nos enseñaron. La nueva generación ya casi no habla purépecha; lo entiende, pero no lo saben hablar bien. Es bonito saber hablar. Yo sí sé hablar poquito, no mucho, sí lo entiendo, pero no del todo. Mucho, mucho, no, nosotros lo “mixteamos”, el purépecha y el español”.

“Aquí en San Jerónimo ya no somos purépechas como allá en Santa Fe o San Andrés, donde los niñitos hablan el purépecha, ¡todos! A nosotros se nos está olvidando”, señala con nostalgia.

Ahora, don Carmelo cuida el centro turístico. Es el velador.

Visitar Michoacán es una experiencia única que no te debes perder.

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