POR ARGENTUM
El pasado 18 de febrero la gente se volcó a las plazas públicas, las atiborraron; para manifestar su rechazo a la intervención de los gobiernos federal, estatales y municipales, para torcer los procedimientos electorales.
Aunque las cifras de los asistentes al Zócalo de la ciudad de México discrepan entre sí, de acuerdo a quien las calcule, la verdad es que la plaza estaba totalmente llena y desparramaba a las calles aledañas. Observadores aseguran que nunca antes ninguna convocatoria había logrado tal concentración.
Por la cantidad de asistentes, que además fueron por decisión propia, sería demasiado ocioso considerar que fueron engañados por manipuladores de la tan señalada derecha conservadora. Hay que puntualizar que una invitación con esas características, no resultaría tan nutrida si el motivo no fuera tan fuerte e importante. Los asistentes, personas de todas las edades, solas o en familia, representaron a la sociedad mexicana. Eventos similares se llevaron a cabo en 120 ciudades del país. Imposible que esas cantidades de personas hubieran asistido por engaños. No cabe en ninguna cabeza sensata que, con tan pocos días de antelación, alguien las hubiera manipulado. Los que acudieron al llamado lo hicieron por una causa. A la gran mayoría no les interesó quienes fueron los de la iniciativa, había razones para mandar varios mensajes a quienes pretenden resquebrajar nuestra débil democracia. He ahí el valor y peso de las marchas.
¿Cuántos asistieron? Quien sabe. Pero vamos a utilizar las medidas que emplea el gobierno de la CDMX, cuando se trata de informar las cifras de asistentes al Zócalo. Cuando los que acuden a ese lugar por convocatoria de causas no morenistas, los voceros rasuran las cifras reales. Calculan una cuarta parte del total, y esa es la cantidad que difunden.
En esta ocasión aseguraron que asistieron 90 mil personas. Utilizando la fórmula matemática de los que hacen los cálculos, podría estimarse que los asistentes reales fueron más de 360 mil.
A esta cifra se debe sumar la asistencia en las 120 ciudades donde hubo marchas con los mismos propósitos.
Un dato interesante es el siguiente.
Por cada asistente a las marchas motivadas por algún tema de interés colectivo, hay veinticinco más que a pesar de haber querido asistir, razones de diversa índole se los impidieron.
De acuerdo a estimaciones, cualquier espacio a donde lleven a personas transportadas, si estas fueran por sus propios medios, el número de asistentes se reduciría a tan solo el 20 por ciento. La emoción de los acarreados es diferente a la de los que asisten por voluntad propia. Los primeros están distraídos, molestos por la informalidad de los organizadores (sol, lluvia, falta de líquidos y alimentos, baños insuficientes, etc.). Los segundos se entregan al candidato, le manifiestan su beneplácito.
Otro dato que se debe tomar en cuenta es que, aunque no haya sido el propósito de la marcha por la prohibición legal, resulta una muestra proporcional de cómo andarán las votaciones el próximo 2 de junio. Se entiende que los marchistas ya tienen candidata, y es la que se ha manifestado a favor de las causas por las que la gente asistió.
Por otro lado, sigue la polémica de las encuestas. Se acusan mutuamente que los resultados que arrojan la mayoría de las encuestas, son comprados por quienes pretenden sesgar la opinión de los votantes. No existe una explicación convincente por qué, si se utiliza la metodología correcta, arrojen números tan dispares
La correcta medición se da cuando el candidato o candidata, se presentan en lugares donde la gente asiste por cuestiones ajenas a la política. Es decir, el motivo de congregarse en esos lugares nada tiene que ver con las campañas de los candidatos. Varios de los que se atreven a asistir para “balconearse” frente a esa gente, no les va nada bien.
El comentario es porque Xóchitl Gálvez acudió a presenciar una disputa futbolística a un estadio. Fue recibida con aplausos. Lo mismo se ha visto en los aviones y en los restaurantes. Habría que ver si estas reacciones tendrían rigor metodológico como lo tienen las encuestas. De ser afirmativo, se tendría una interesante alternativa y más barata.